Asturias Liberal > Aportaciones > Si siembras vagos o cultivas holgazanería, recogerás…

Desde el principio de mi vida profesional he sostenido una teoría que, lejos de ser abstracta, es más bien una radiografía de la cruda realidad: la teoría del Miembro Activo.

Una formulación empírica que se enfrenta de lleno a la omnipresente ley del mínimo esfuerzo.

Soltado lo anterior —sin anestesia—, paso a explicarla. Pero antes, te propongo un ejercicio:

-Si formas parte de un equipo como Responsable, interpreta esto desde ese prisma.

-Si no, haz un pequeño sobreesfuerzo y ponte en la piel del que debe liderar. Y viceversa.

Porque seguro que lo has vivido: llega un trabajo urgente y hay que asignarlo. ¿Se le encarga al que está ya desbordado pero sabes que cumplirá sí o sí, o al que siempre encuentra una excusa y dilata cualquier tarea como los gases nobles, hasta que ocupa todo el tiempo posible?

La respuesta la conoces: se lo dan al más ocupado.También ocurre en casa. ¿Quién va a comprar el pan? ¿El pequeño solícito que se pone en marcha con una sonrisa o el remolón profesional que siempre “está liado” con tareas invisibles, como observar una mosca en la pared? Exacto: el solícito.

Y si nos vamos al mundo empresarial, el patrón se repite. En tiempos de ajuste, ¿quién se va primero en una tanda de salidas o prejubilaciones? ¿El que ha trabajado con rigor toda la vida, que sigue siendo productivo, o el que nunca ha hincado el codo y su aportación es nula o incluso negativa?

Ya sabes la respuesta, y lo has visto más de una vez: el vago se va… y el trabajador se queda.

La teoría del Miembro Activo

En todas las organizaciones conviven dos figuras:

1. El Miembro Activo, sobrecargado hasta el límite, que afronta cada tarea con responsabilidad y voluntad.

2. El que vive bajo la Ley del Mínimo Esfuerzo, también conocido por su nombre de pila: el vago.

Y lo más frustrante no es que ambos existan, sino que las estructuras tienden a premiar al segundo fomentando su inercia… mientras castigan al primero con más y más trabajo.

Pero esto no se queda en una cuestión de roles; es un sistema de incentivos perverso que no sólo mina el ánimo de los responsables, sino que deteriora a largo plazo la cultura y la eficiencia de la organización.

Recursos excedentes… y se contrata

¿Sabes una de las cosas que más me llaman la atención? Que haya organizaciones con más de 1.500 personas en plantilla, con cientos de puestos excedentarios, y aun así siguen contratando.

¿De verdad no hay ingenieros, inspectores, técnicos o comerciales en casa para cubrir las necesidades, sin tener que salir a fichar fuera?

Y, en sentido inverso, también me asombra ver gente dispuesta a abandonar un puesto de trabajo en una empresa razonablemente estable para entrar en otra con enorme incertidumbre, lo cual dice mucho sobre quiénes se van y quiénes están promoviendo esas entradas.

  • -Los primeros lo ven claro.
  • -Los segundos, muy flojos.

Y así va la empresa. Lo lógico, si necesitas cubrir un puesto técnico o de gestión, sería reorganizar los recursos internos, especialmente cuando hay excedente notorio. Pero no. Se contrata fuera. Se elude la responsabilidad de optimizar lo que ya se tiene.

Qué es más humano ¿consentir el escaqueo o exigir el rendimiento?

Me dijeron hace un tiempo:

— “López, eres muy duro. Esto es cuestión de coste.”

Mi respuesta fue clara:

— “Si tienes cuarenta personas en RRHH, y necesitas a una en otra parte, lo justo es movilizar a alguien. Si se niega, no puedes echarle sin más porque eso cuesta. Pero sí puedes articular jurídicamente, porque la situación de la empresa obliga a que todo el mundo arrime el hombro. Por el artículo 43.”

¿Consecuencia? Unos irán. Otros pedirán la cuenta gratis. Y los que fueron, temiendo no tener continuidad, también se acabarán marchando. Y con razón.

Me replicaron:

— “Eso es inhumano. No tienes mano izquierda.”

Y respondí:

— “Inhumano es que, por no tomar decisiones duras con unos pocos apesebrados, se vaya al garete toda la plantilla. Incluidos ellos. Porque ser humano no es dejar que todo se hunda, es evitarlo aunque duela.”

¿Recursos o personas?

Aquí está el quid de la cuestión. ¿Ves a los trabajadores como recursos estratégicos a coordinar o como realidades emocionales a proteger incluso cuando bloquean el sistema?

Porque lo verdaderamente inhumano es convertir una empresa en un cadáver andante, paralizada por la cobardía de quienes prefieren no incomodar a nadie, aunque eso signifique llevarse por delante a todos.

Al final, sólo hay dos caminos:

  • -Gestionar por realismo y responsabilidad, premiando a los activos, incentivando el esfuerzo y reubicando con criterio.
  • -O seguir alimentando el pesebre, donde los de siempre se escurren, y los mismos cargan con todo, hasta que no puedan más.

Y tú, lector: ¿has visto —o incluso ejecutado— ese encargo repetido al miembro activo mientras el otro sigue navegando en la marea del mínimo esfuerzo?

Eso tiene nombre. Se llama precrastinación: hacer las tareas cuanto antes… aunque el precio sea cargar más sobre los hombros de los que ya están doblados.

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