Asturias Liberal > España > Los currículos, la mundología y el mentiroso

«Mundología: f. coloq. Experiencia de la vida y habilidad para conducirse en ella y en las relaciones sociales».

Mucho se está hablando de las consecuencias de mentir y del lugar en el que dejan las mentiras a las personas que las paren, principalmente, a propósito de la formación académica de los políticos, pero poco o nada se está hablando de por qué lo hacen.

Quienes se aferran al argumentario psicologista (ego, vanidad, soberbia, arrogancia, &c.) pasan de puntillas por un problema, que tiene más que ver con razones formales del funcionamiento de la propia política, la que los intelectuales de salón llamarían realpolitik, que con unas ansias incontroladas por ser la más bella del baile.

Se juzga al mentiroso por las consecuencias que tienen sus mentiras, pero, pobre mentiroso, nadie se interesa en saber qué le llevó a mentir.

En el caso de nuestros políticos, para cuyo desempeño del cargo institucional no se requiere formación académica alguna, el asunto alcanza cotas insospechadas de estupidez, porque:

-¿Por qué mentir si no hace falta hacerlo?

-¿Por qué inventarse un doctorado fantasma, un máster en la escuela de verano de turno o un grado inexistente?

Me atrevo a afirmar, querido lector, que la madre del cordero está en la forma en la que se medra en política, que pocas veces tiene que ver con formación académica y mérito profesional (véase como ejemplo el caso del pdte. asturiano, al que no se le conoce ni oficio ni beneficio fuera de la política) y muchas con una forma de desenvolverse en sus respectivas estructuras, y que recuerda mucho al serpenteo de un reptil.

No pretendo excusar de su mentira al político mentiroso, pero sí hacer ver que si lo hacen es porque, de alguna manera, entienden que sus cargos y responsabilidades son claramente inmerecidas y de ahí que falseen sus currículos.

De algún modo, tienen conciencia de su miseria y de su falta de valía, así que intentan justificar su indigencia académica engordando sus CV con títulos vistosos.

No se si usted sabe que lo más divertido de todo lo que estamos viendo en materia curricular es que el político de turno no necesita el título para ejercer, pero sus asesores institucionales en muchos organismos, sí: como mínimo, diplomatura.

Y así se produce uno de los mayores choques culturales de la historia del hombre: el político que politiquea y que no puede presentarse más que como experto en mundología, que se permite corregir, reprender y castigar a quien por su formación y experiencia sabe mejor de lo que está hablando, el asesor.

No salvado, pero sí justificado el mentiroso, en el sentido de que para mentir tiene como referencia la verdad, y eso hay que tenerlo en cuenta, debería preocuparnos muchísimo más el charlatán, para el que la verdad no es referencia de su mentira: sencillamente, la verdad no le importa.

No tengo certezas, pero tampoco dudas, sobre que en el hábitat político la población de charlatanes es superior a la de los mentirosos.

Hay también buena gente, sin duda, que mienten porque no queda otra (la mentira piadosa), por prudencia política o por razones que serían perfectamente comprensibles.

La verdad, a fin de cuentas, está sobrevalorada y si no me cree piense en lo que suele venir después de que alguien comience una conversación diciendo «mira, voy a ser sincero».

Suele ser siempre la antesala de la tragedia.

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