
El estrés es una reacción psicológica y física ante las exigencias de la vida. No te las impongas tú mismo motu proprio.
Parece ser que este verano hubo varios millones de desplazamientos en España. La siguiente noticia fue en algún telediario que indicó que la tercera parte de los españoles veraneantes irían al extranjero. Incluso, otro día y a mayores, se oyó que más del 60% de los españoles tenían problemas para poder pagar su hipoteca.
Noticias sesgadas y confusión
Noticias tan sesgadas pueden inducir a errores pues, con la segunda, se entiende que la tercera parte de España viajaría este verano al extranjero (eso es imposible) o, con la tercera, no se indica el número de individuos que tienen hipoteca, pudiendo ser desde diez (por ejemplo) hasta la totalidad de la nación (aprox. 46 millones) o, incluso, podrían referirse a que la mayor parte de esos que viajaron este verano tienen hipoteca y llegan pelados a fin de mes para poder ésta.
Estos días, muchos españoles decían, dicen y dirán sufrir estrés postvacacional.
El verano de la ansiedad
Durante el verano llamabas y gran parte de los interlocutores se encontraba ausente; hablabas con otros y estaban con la depresión postvacacional; y lo más sorprendente fue al hablar con uno de mi ciudad que decía venir cansadísimo de su período de descanso. Soltó:
“Y ahora… a pagar otro préstamo más…”
¿Cómo? Resulta ser que estaba estresado ya días antes del verano por los preparativos; cansado durante su, en teoría, “período de descanso” porque fue un “no parar” de aquí para allí (eso sí, en hotel todo incluido); y ahora estresado por la vuelta a la rutina diaria.
La mochila financiera
A eso le sumaba que, con la vuelta a la cruda realidad, tiene que pagar y atender una larga lista de gastos y cuotas:
- Hipoteca.
- Material escolar (cuando no es también el propio colegio).
- Llenar la nevera que se dejó vacía al marchar.
- Gasto en rebajas (a veces por el simple hecho de gastar).
- Préstamo del coche de gama media-alta.
- La moto.
- El iPhone que, como bien dice él, “no le cuesta casi dinero” porque lo paga en 24 meses.
- Los móviles del resto de los cohabitantes de la casa.
- La lavadora y la secadora.
- Netflix y una larga pléyade de pequeñas y recurrentes cuotas mensuales.
- La correspondiente al préstamo por las vacaciones que, como dice él, “tampoco le ha salido tan caro” ya que lo paga en 12 meses y sin intereses.
Y, total, cuando acaba ese préstamo vacacional, enlaza con el siguiente crédito vacacional.
La pregunta incómoda
Le pregunté: ¿Estarás estresado por las propias vacaciones o por el nivel económico de vida que tienes? Igual, si te planteas ir de vacaciones al pueblo, a descansar, y vivir acorde a tus ingresos y a lo que pueda pasar, no te estresarías tanto. O, simplemente, puedes en algún momento dedicar las vacaciones a descansar temporalmente del trabajo y disfrutar de la familia, de los amigos y del entorno cercano.
“Puede ser, pero me sería imposible cambiar ese status y, de momento, a la par que enseño desde el móvil mis miles de fotos, pensando en las siguientes vacaciones, continúo con el agua al cuello pagando las deudas.”
“Es que no sabes la satisfacción que da enseñar las fotos de lo bien que lo pasé/pasamos.”
Cuando lleguemos al río…
“Cuando vengan malas, ya lidiaremos con ellas o, como dicen en Castilla, cuando lleguemos a ese río cruzaremos ese puente.”
Conclusión: si el estrés postvacacional nace del consumo financiado y de una vida por encima de los ingresos, quizá no sea el trabajo el problema, sino la mala gestión de prioridades.

Consultor empresarial.
Germánico en organización, perseverante en las metas, pragmático en soluciones y latino en la vida personal.
¿Y por qué no?