Asturias Liberal > Aportaciones > ¡La Venezuela que viene!

 

NOTA: Invitación a la presentación de la última obra de Antonio Ledezma, al final del artículo


Quiero vivir en libertad. ¡Plenamente! Por eso apuesto a la democracia, sin titubeo alguno: con todas sus imperfecciones, es el sistema que más se acerca a ese sentimiento.

Debemos avanzar hacia un país en donde vivamos siendo tolerantes con quienes discrepan de ideas o criterios que cada quien defiende porque es su credo. Uno de los primeros en felicitar efusivamente a Hayek por su obra Camino a la servidumbre fue Keynes. ¡Vaya consideración y respeto a la opinión ajena! Voltaire dejó para la posteridad una sentencia en ese sentido, argumentando frente a una persona con la que discrepaba: “desapruebo lo que dice, pero defenderé hasta la muerte su derecho a decirlo”.

Democracia, respeto y debate

Vamos hacia un país en donde podamos debatir, deliberar o intercambiar puntos de vista, sin que nadie pretenda imponerse por creerse poseedor del monopolio de la verdad. Ese fue el intento de los líderes firmantes del satanizado Pacto de Puntofijo. No claudicaron en sus predicamentos partidistas, no arriaron banderas de sus organizaciones políticas, pero tampoco las izaron por encima de los intereses del país, cuya democracia era imprescindible refundar.

La verdad se encuentra contrastando razones; escuchar con respeto no es rendirse, es civilizar el desacuerdo.

Humildad, reforma y convivencia

Miro hacia el futuro inmediato y me imagino viviendo en un país en donde los ciudadanos reconozcamos con humildad, libres de poses arrogantes y falsos orgullos, que no es posible tener respuestas para todo; de allí la necesidad de promover discusiones, no temer a las reformas, a los cambios, a la modernidad, a la conveniencia de adaptarnos a las realidades que van apareciendo con el tiempo. Porque solo contrastando razonamientos encontraremos la verdad, y escuchar con respeto no significa ceder ni renunciar a la manera de pensar de cada ciudadano.

Solidaridad práctica y servicios públicos

En la Venezuela de la reconstrucción democrática aspiro vivir como parte de un país donde todos estemos asistidos del valor de admitir si estamos cometiendo un error y ser capaces de reconocer cuando el adversario tiene razón; eso es convivencia y coexistencia. Insisto en el significado de la solidaridad. Ese gusanillo es el que prende en el alma de los servidores públicos y líderes vecinales para que en la comunidad no falte el agua potable, ni las redes de saneamiento, ni las escuelas, ni las instalaciones deportivas, ni las aceras ni las calles pavimentadas.

Democracia frente al dogmatismo

En una democracia auténtica y plena, debemos reconocer y valorar el emprendimiento de los demás. Defender, día tras día, las virtudes de la democracia frente a los trasnochos ideológicos de una vieja izquierda de consignas. El comunismo solo deja desgracias como las que padecen hoy cubanos, nicaragüenses y venezolanos. El marxismo es una utopía anclada en el irrealizable fetiche de la “sociedad perfecta”.

Economía de mercado con acento social

¿Hacia dónde vamos? Hacia un país donde exista una economía solidaria de mercado. Donde el Estado sea reducido a lo indispensable —sin caer en anarquismos—. Es falso que puedan existir mercados prescindiendo de la democracia, como también es cierto que toda democracia lleva aparejado su mercado. Me inclino por el mercado libre con acento social: crecer es tan importante como el desarrollo humano.

Productividad, seguridad jurídica y competencia: el triángulo virtuoso para prosperar.

Diversificación y servicios esenciales

Vamos hacia un país que deje atrás el rentismo; que diversifique su economía, recaude mejor y redistribuya con progresividad. Equilibrio externo, salarios justos y una buena política de pensiones. Obsesión por la eficiencia: guarderías para todos los niños de 3 a 5 años, educación de calidad, fortalecimiento de las universidades, tecnológicos y pedagógicos; relanzamiento de Escuelas Técnicas e INCE; vivienda planificada con servicios esenciales, parques, deporte, biodiversidad, ciencia y tecnología, ciclovías y atención al calentamiento global y a la violencia de género.

Empleo, riqueza y protección social

¿Hacia dónde vamos? Hacia un país que cree buen empleo, genere riqueza con el esfuerzo de todos y consolide un sistema de protección social vigoroso. Las economías meramente extractivas nunca dan paso al desarrollo integral.

Estado limitado y apertura

Vamos hacia un país donde se controle el gasto público y se eviten endeudamientos improductivos. Atrás el intervencionismo: en lugar de caudillos “expropiando”, que resplandezca la libertad económica; en lugar de dictadores pisoteando leyes, que brille la seguridad jurídica; en lugar de cerrarnos, que avance la apertura económica y comercial.

Tolerancia cero a la corrupción

Vamos hacia un país donde sea un pecado capital incurrir en corrupción. Que se premie la honestidad y se repudie el latrocinio. Rendición de cuentas como regla, sin opacidad, sobre todo con dinero público.

Elecciones libres y alternancia

Vamos hacia un país donde elegir nunca esté en riesgo. Alternancia real, sin reelección indefinida. Nunca más fraudes, votos trucados, compra de conciencias ni intimidaciones contra la libertad de conciencia.

Sin urnas limpias no hay contrato social; sin alternancia no hay República.

Energía, turismo y agroindustria

Vamos hacia el desarrollo diversificado, rehaciendo la industria de hidrocarburos con una ley que facilite la cooperación privada nacional e internacional para explotar con eficiencia nuestras riquezas, convirtiendo a Venezuela en el Hub Energético de las Américas. Sin descuidar la descarbonización —sin aspavientos—. Convertir el turismo en fuente de divisas, apuntalar el potencial tecnológico, generar energía limpia y relanzar el agro y los complejos industriales en todos los estados.

Estado al servicio del ciudadano

Vamos hacia un país donde pasaporte, cédula, licencia, apostilla y registros sean trámites rutinarios, sin demoras ni gestores. Obligación de asistir al ciudadano con requisitos claros y servicio público eficaz.

Pasaporte y orgullo

Vamos hacia un país desde el que se pueda salir sin miedo a la miseria o a la violencia y donde mostrar el pasaporte venezolano sea motivo de orgullo.

Fin de las alcabalas y del proselitismo obligatorio

Vamos hacia un país en donde no vuelvas a cruzar alcabalas del oprobio ni escuchar “¡deme algo para los frescos!”. Y donde ningún beneficiario de un servicio del Estado o funcionario sea obligado a desfilar uniformado con atuendos partidistas en proselitismo contra su voluntad.

Conclusión

¡Vamos hacia la gran Venezuela que nos merecemos todos! Esa Venezuela cuyo futuro no se hereda, sino que se edifica día a día.

Libertad, Estado limitado, mercado con acento social y dignidad cívica: el plan mínimo para un país máximo.


INVITACIÓN A LA PRESENTACIÓN DEL NUEVO LIBRO DE ANTONIO LEDEZMA:

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