Asturias Liberal > Aportaciones > Los álbumes de cromos de la Liga. Una misión de vida

Completar un álbum de cromos fue, para muchos, una odisea iniciática: mercado de trueque, regateo y ética infantil en estado puro. Hoy, en cambio, se ha vuelto checklist pagada. ¿Qué perdimos por el camino?

Antes: el álbum como viaje iniciático

Completar el álbum de cromos no era una afición: era un viaje iniciático, una odisea, una enseñanza vital, un máster acelerado del trueque.

  • -Cada niño iba al cole con dos cosas sagradas:
    1. Su merienda.
    2. Su taco o mazacote de cromos repetidos (por lo general con una goma y, si el tamaño lo requería, una carpeta reutilizada, a ser posible con cierre total para que no se fueran perdiendo por el camino cual migas de Pulgarcito).
  • -El recreo se convertía en el mercado de futuros de la infancia:
    • “Te doy 5 por el portero suplente del Sporting.”
    • “¿5? ¿Tú te has fumado el bollicao?”
    • “¡Vale, 6 y te regalo el escudo del Leganés!”
    • “Trato hecho.”
  • -Había cromos que eran leyenda urbana, como si la Casa Panini imprimiera solo dos por país:
    • “El escudo del Hércules no lo tiene nadie.”
    • “Dicen que un niño de 4º C lo enseñó una vez.”
    • “Mi hermano mayor, en el pasado, completó el álbum del 84, pero no le salió Míchel.”
  • -Todas las tardes: calle y pila de repetidos, a ver si alguien tenía ese ansiado cromo 174 que te faltaba desde tiempos inmemoriales.

El quiosquero visionario y su “Fondo de Cromos”: consigna de fajos y tentación permanente de comprar “otro sobre” para ver si salía el santo grial.

Y, de una manera u otra, si lo conseguías, te sentías más realizado que si hubieras metido el gol de la final del Mundial.

Lo mejor: nadie se frustraba ni lloraba si no lo completaba. Era parte del proceso y te enseñaba: la vida no te da todo lo que quieres, chaval. A veces te comes 53 veces al utillero del Racing y jamás te sale Butragueño. Si es que existe en formato “cromo”.

Ahora: el álbum como checklist pagada
  • -Los niños ahora no negocian, delegan.
  • -Los padres llevan los cromos a los entrenamientos, los partidos, al parque. En las gradas hay tertulias de adultos con frases como:
    • “¿Tú tienes al lateral izquierdo del Alavés B?”
    • “No, pero tengo a toda la plantilla del Cádiz. Te la doy por un Ceballos con ropa de calle.”
  • -Cuando falta alguno: nada de llorar ni esperar. Se entra a la web oficial, se selecciona el cromo faltante, se mete la VISA, y en 48 horas te llega el sobrecito a casa con una nota de “Gracias por tu compra, campeón”.

Fin de la épica.
Fin de la búsqueda.
Fin de la angustia dulce.
Fin del “¿lo tienes?” / “te lo cambio” / “te lo compro con el postre del comedor”.
Ahora se completa todo. Y sin despeinarse. Pero… ¿a qué precio, emocionalmente hablando?

Lección comparada

-Antes: coleccionar cromos era aprender a negociar.
-Ahora: coleccionar cromos es aprender a comprar.

El álbum pasó de ser ritual de maduración social a ser un trámite logístico. El precio de la comodidad es la pérdida de juego, negociación y épica compartida.

Reflexión final (con aroma a cromo mal pegado)

Completar el álbum era una aventura social, una lucha, un ritual de maduración, una enseñanza de habilidades de negociación, de trueque y regateo, de llegar a acuerdos equitativos y beneficiosos entre las partes, siempre desde la ética y acuerdos justos.

Ahora, es una logística más en la lista de tareas del padre moderno. Sí, se completa antes, más limpio, más ordenado. Pero ¿dónde quedó la gloria del sudor infantil, el grito de guerra del “¡cambio, cambio!” en el recreo? Porque no hay pegamento más mágico que el esfuerzo compartido.

Última lámina: quizá no era el cromo lo que buscábamos, sino el juego de conseguirlo.


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