Asturias Liberal > España > Huelga general “por Gaza”: cuando los sindicatos olvidan a los trabajadores

Los sindicatos españoles convocaron una huelga general “en apoyo al pueblo palestino” mientras los problemas reales de los trabajadores siguen en la cola.

Auer miércoles, día 15 de octubre de 2025, los sindicatos convocaron a los trabajadores y estudiantes españoles a una huelga general, en el caso de UGT y CCOO con paros parciales de dos horas por turno, y en el caso de CGT y CSI, huelga general por 24h. Los lemas son “En apoyo al pueblo palestino” y “contra el genocidio en Gaza”, para visibilizar la complicidad internacional con los ataques a Gaza y exigir el fin de la masacre, a la vez que pedir que España rompa relaciones diplomáticas y comerciales con Israel.

Una huelga que no va de trabajo

Uno podría pensar, es lógico que así fuera, que los sindicatos se deberían ocupar de los temas laborales de los trabajadores españoles, en su defensa frente a la empresa y frente al Estado, vigilando que no se cometan abusos ni arbitrariedades, que la legislación les favorezca en lo posible… pero no. Las cosas son mucho más estrambóticas de lo que parece.

Huelga por política exterior: un desvío de misión que no mejora ni un solo convenio.

Extensiones de partido, no defensores laborales

Hoy en España, los sindicatos se han convertido en extensiones de algunos partidos políticos, y se manifiestan tras casi diez años de complaciente silencio, por asuntos extranjeros, ajenos completamente a la actividad laboral o sindical.

¡Anda que no ha habido motivos abundantes para protestar desde la última huelga general!

¿Quién decidió que hagan diplomacia?

¿Cómo se explica la convocatoria una huelga general en solidaridad con el “pueblo palestino”? ¿Quién decidió que eso era un campo competencial de los sindicatos de los trabajadores españoles? ¿Por qué se meten en las relaciones diplomáticas?

A mi modo de ver, no se puede ser más absurdo, ridículo y metepatas. Y cobra aún más gravedad a la vista de que se ha alcanzado un acuerdo entre las partes para la devolución de los rehenes, liberación de presos palestinos y una retirada del ejército israelí. Es decir, los directamente implicados en el conflicto se han “arreglado” poco más o menos, pero los sindicatos españoles han decidido ser más papistas que el papa y protestan.

Toman partido por uno de los dos bandos en conflicto y arrastran a la protesta a los trabajadores. Imagino que tanto palestinos como israelíes, si es que llegan a enterarse de estas convocatorias, se asombrarán de semejante necedad, inútil, extemporánea, sectaria y prescindible.

No es solidaridad: es partidismo con megáfono laboral.

Cortina de humo doméstica

Lo que es evidente es que los sindicatos siguen “órdenes superiores”. Hay que armar ruido con un asunto que no sea doméstico, que no implique al Gobierno de España, para que el público esté distraído con ese circo mediático, y no se centre en la debilidad parlamentaria del ejecutivo, en sus casos de corrupción, en las subidas de las cuotas de autónomos, en la subida del MEI que minora las nóminas, y tantas otra medidas y sucesos que sí nos afectan, que sí son importantes para nosotros, pero que a los que mandan no les interesa que se haga foco sobre ello.

Es la demostración palpable de que los sindicatos, antaño defensores de los trabajadores, se han vuelto organizaciones domesticadas por el poder, extensiones de sus tentáculos, un brazo más de ciertos partidos políticos.

Menos pancarta geopolítica y más nómina, convenio y productividad.

Del sindicalismo necesario a la industria del privilegio

Los trabajadores ya no tenemos quien nos defienda, somos vacas para ordeñar, frutas a exprimir, pagafantas, convidados de piedra.

Aunque históricamente los sindicatos fueron no sólo necesarios, si no imprescindibles en las luchas sindicales en los siglos XIX y XX, para sentar las bases legales justas de las relaciones laborales entre trabajadores y empresas, éstas organizaciones han degenerado a ojos vista.

Han sustituido la defensa de los intereses de los trabajadores por sus propios intereses y privilegios, siendo más celosos en la conservación de sus horas sindicales que en la mejora de las condiciones laborales, y siendo un obstáculo permanente, una suerte de oposición, a las iniciativas empresariales que podrían generar más empleo, y más riqueza para toda la sociedad.

El empresario, caricaturizado

Han convertido en sus discursos la figura del empresario en una suerte de caricatura, ogro malo, grotesco y avaricioso, explotador, con chistera, puro y levita, cuando más del 95% de las empresas en España son pymes y micropymes, cuyos empresarios trabajan codo con codo con sus empleados, a veces cobrando menos que ellos cuando las cuentas no salen.

Envenenando el ambiente y colaborando con la polarización social, cuando debían estar vigilantes frente al abuso, y colaborando con cualquier propuesta de mejora, viniese de donde viniese.

Llamamiento a los afiliados

Cualquier afiliado no sectario, que aún conserve un mínimo de lucidez, debería automáticamente darse de baja. No es para esto para lo que los sindicatos deben intervenir, no es su función el arbitraje internacional, ni la diplomacia, ni están legal ni moralmente legitimados para señalar lo que está bien o mal en las políticas de los gobiernos extranjeros.

Y tampoco deberían estar al servicio de ningún partido político, si no al de los trabajadores, a los que evidentemente han dado la espalda.

Para verlo, solo hay que escuchar a Pepe Álvarez o a Unai Sordo defendiendo con énfasis cualquier medida económica que el gobierno decida, especialmente las que van contra el bolsillo de la clase media y trabajadora, como la subida de las cuotas de autónomos o los aumentos de recaudación de impuestos. Ya ni se esconden ni disimulan.

El sindicalismo del siglo XXI: menos defensa laboral, más industria de sillones.

Conclusión

El sin­dicalismo del siglo XXI en España ya no es por y para la defensa de los trabajadores, si no una industria en sí misma, con sus propios intereses, sus cargos y sus privilegios. Si gobierna la izquierda, todo está bien, aunque no lo esté. Veremos cada cuánto organizan protestas en el caso de que el gobierno cambie de signo político. ¿Aún engañan a alguien?

Volvamos a lo básico: convenios, empleo, productividad y salarios. Lo demás es ruido.

Asturias Liberal
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