
La fe venezolana no es refugio: es acción, resistencia y esperanza frente a la injusticia. La canonización de José Gregorio Hernández y de la Madre Carmen Rendiles lo confirma: santos por la libertad.
No hay fuerza más poderosa que la fe de un pueblo que se niega a claudicar. Los venezolanos lo sabemos bien. En medio de la oscuridad que ha pretendido cubrir nuestra tierra, esa fe inagotable ha sido el combustible espiritual que ha mantenido encendida la llamarada de la esperanza, a pesar del pesimismo que un régimen violador de los derechos humanos ha querido imponer.
Hoy, esa fe se multiplica y robustece con la canonización de dos de nuestros más grandes referentes: José Gregorio Hernández y Carmen Rendiles.
Desde mi infancia en San Juan de los Morros, en mi modesta casita ubicada en la avenida Miranda, la imagen del “médico del pueblo” nunca faltó en nuestro altar.
Mi madre, con un presupuesto ajustado, siempre se las arreglaba para comprar las velitas que alumbraban a José Gregorio, esa figura venerada en cada hogar venezolano. Año tras año, sus milagros se difundieron de boca en boca, fortaleciendo nuestra creencia en su intercesión.
El camino hacia su santificación no fue fácil. Estuvo lleno de obstáculos que el propio pueblo, a través de su devoción, supo superar. La canonización de José Gregorio y, posteriormente, la de Carmen Rendiles, no es solo un triunfo de la Iglesia, sino la culminación de la tenaz y religiosa plegaria de un pueblo entero.
Como ha declarado el cardenal Baltazar Porras, fue el persistente clamor popular lo que abrió las puertas del Vaticano para este gran regocijo que hoy nos estremece de alegría.
La santidad de José Gregorio y la Madre Carmen es también el triunfo de un pueblo que se mantuvo de pie.
La canonización de la Madre Carmen Rendiles, con los milagros atribuidos a ella, también se une a este jolgorio popular, catapultándola junto a José Gregorio para que su luz brille en todas las iglesias de Venezuela. No son solo figuras religiosas: son emblemas de la resistencia y la esperanza. En un país donde la dignidad ha sido pisoteada, sus historias nos recuerdan que la santidad florece incluso en las circunstancias más adversas.
Ambos encarnan el espíritu de servicio y de entrega silenciosa que tanto necesitamos recuperar.
–José Gregorio, el médico que curaba sin cobrar, que socorría al pobre antes que al poderoso, que veía en el sufrimiento humano un deber moral;
-y la Madre Carmen, aquella mujer consagrada que, aun privada del brazo derecho, nunca se privó de amar, de enseñar y de servir. Sus vidas nos dicen que la fe no es resignación: es acción sostenida por la esperanza. Es, en su forma más pura, una rebelión contra la injusticia.
Fe que se hace acción
Por eso, esta canonización llega en un momento simbólicamente poderoso. En medio de la represión, el exilio, la censura y el dolor de las familias separadas, el pueblo venezolano recibe este signo del cielo como una confirmación: no estamos solos.
Así como José Gregorio acompañó al enfermo en su cama y la Madre Carmen al necesitado en su soledad, hoy su santidad ampara a una nación que lucha por curarse de las heridas del abuso y del atropello.
Pero esta fe no se queda en los templos. Se encarna en la lucha diaria de millones de venezolanos que no se rinden. Se refleja en los maestros que siguen enseñando con hambre, en las madres que oran por sus hijos detenidos injustamente, en los jóvenes que cruzan fronteras con la esperanza de regresar a un país libre.
Esa misma fe inspira también a quienes, desde la política, han asumido su causa como una misión de vida.
Fe, verdad y paz no son reliquias del pasado: siguen moviendo la historia.
Por eso no puedo dejar de mencionar el justo reconocimiento que ha recibido María Corina Machado con el Premio Nobel de la Paz. No es un galardón personal, sino un homenaje a la valentía civil de un pueblo entero que ha resistido sin odio, que ha luchado con la palabra y la convicción moral.
La figura de María Corina se levanta como una voz coherente, firme y profundamente ética, una mujer que ha puesto su vida al servicio de una causa que trasciende fronteras: la defensa de la libertad y la dignidad humana.
Un mensaje para Venezuela
Su premio, junto a la canonización de nuestros santos, configura un mismo mensaje de fondo: la fe, la verdad y la paz no son reliquias del pasado, sino fuerzas vivas que siguen moviendo la historia. José Gregorio, la Madre Carmen y María Corina representan tres expresiones distintas de esa misma fe activa: la del que cura, la del que sirve y la del que lucha. Tres maneras de resistir el mal desde el bien.
La fe venezolana no se arrodilla ante la injusticia. Al contrario: la enfrenta con serenidad, con amor, con esperanza. Por eso decimos hoy, con el corazón rebosante, que no habrá canonización completa mientras existan presos políticos, mientras haya venezolanos perseguidos por pensar distinto, mientras el miedo siga siendo instrumento de poder.
Que esta celebración religiosa sea también un llamado a la conversión política de quienes gobiernan sin alma. Que comprendan, aunque sea tarde, que el poder no redime: oprime cuando se ejerce sin justicia.
Los santos que hoy celebramos nos recuerdan que la grandeza humana consiste en servir, no en dominar. Que la verdadera autoridad se gana por el ejemplo, no por la imposición. Que la fe no es un refugio para los cobardes, sino una fuerza para los valientes. Por eso, el milagro que más necesitamos no es otro que el del perdón, la reconciliación y la reconstrucción nacional sobre bases morales sólidas.
Sueño con el día en que los templos de Venezuela vuelvan a llenarse de familias unidas, no para rezar por los desaparecidos, sino para agradecer por los que han vuelto. Sueño con las campanas repicando, no por la misa de difuntos, sino por la celebración de la libertad.
Sueño con ver a los presos políticos caminando libres hacia sus hogares, con la cabeza en alto y el corazón limpio, abrazando a sus madres como un símbolo de victoria moral sobre la barbarie.
Esa será la verdadera canonización del alma venezolana: cuando logremos, como pueblo, transformar la fe en libertad, y la devoción en justicia. Entonces podremos decir que los milagros de José Gregorio y de la Madre Carmen se han cumplido plenamente: porque habremos sanado no solo los cuerpos, sino la conciencia de una nación herida.
Por eso hoy afirmo, con la serenidad que da la fe y la certeza que da la historia: la próxima gran celebración que vivirá Venezuela será la consagración de su libertad. Porque la fe que nos une a nuestros santos es la misma que nos guiará hacia la redención política y moral de nuestra patria.
¡Canonización sin presos políticos, santos por la libertad!
La verdadera canonización será la de la libertad de Venezuela.

Antonio José Ledezma Díaz (San Juan de los Morros, 1 de mayo de 1955) es un político y abogado venezolano, destacado opositor al régimen de Nicolas Maduro. Actualmente exiliado político en España. Fue el alcalde mayor del Distrito Metropolitano de Caracas hasta 2015, cuando fue sustituido por Helen Fernández.También se ha desempeñado como alcalde del municipio Libertador de Caracas en dos ocasiones y gobernador del antiguo Distrito Federal. Fue dos veces Diputado del extinto Congreso Nacional de Venezuela (actual Asamblea Nacional) desde 1984 y fue elegido Senador de la República en 1994, siendo la persona más joven en ser elegida para ese cargo.