Asturias Liberal > Aportaciones > Los entrenadores: de fumadores enfadados a gurús de alta definición

Fotografía de portada: Luis Aragonés en sus primeros tiempos como entrenador. Quien está sentado junto a él es Joaquín Peiró, «El Galgo del Metropolitano», que fue tan buen jugador y entrenador como «El Sabio de Hortaleza».


Porque si hay una especie en peligro de extinción en el ecosistema futbolístico moderno, ésa es la del entrenador auténtico, de los de antes, de los que llevaban una libreta raída, un cigarro en la boca y un cabreo vietnamita y eterno en la cara.
Hoy… hay otros. También visten de chándal, sí; pero muchos parecen recién salidos de una charla motivacional, de mindfulness o de una escuela de coaching de alto rendimiento.
Atención, que vamos a entrenar (ojo, sin salir del área técnica, que ahora existe y no se puede correr libremente por el campo) en un terreno escabroso.

Antes: entrenador de verdad, con mano dura y voz de Joaquín Sabina

El entrenador de antes era un personaje serio, respetado y con cara de mala leche perpetua. No hacía falta que gritara mucho… ya con mirarle, le temblaban las espinilleras hasta al público.

  • Se ponía en el banquillo con un cigarro colgando del labio, el cuello del chándal subido hasta las orejas y una mirada de francotirador en la guerra de los Balcanes.
  • Daba instrucciones que eran más órdenes militares que conceptos tácticos:
    “¡Tú, al 9, que te huela el aliento y le sigues hasta el baño si hace falta, cojones!”
  • El calentamiento consistía en trotar, hacer estiramientos al grito de “¡Más rápido, que parecéis bailarinas! y rematar 200 balones hasta que casi todos acabaran allá “alantrones”. Alguno incluso en la autovía.
  • La charla técnica duraba 30 segundos, como mucho:
    Los de blanco son los nuestros. No os hagáis un lío. El balón tiene que entrar ahí. Ahora, a ganar.”

Y no había iPad. Ni gráficos. Ni historias de nueva generación.
Solo una pizarra con ventosas —que siempre se caían— y un grito desde el banquillo que te acompañaba toda la banda:

“¡Tiraaaa, melón, pero tiraaaaaa!”

Ahora: entrenador influencer, con chaleco de pico y pensamiento ultrapositivo

El entrenador moderno no se sienta: se arrodilla como ornitólogo observando la ecología, evolución y conservación de las especies, en este caso la humana “futbolística”.

Se pone la mano en la barbilla y mira al horizonte como si estuviera reflexionando sobre el sentido de la vida. Incluso parece que algunos observan la hierba crecer.

  • Viste de marca deportiva exclusiva, con el peinado en su sitio aunque esté lloviendo a mares.
  • Lleva más datos que un ingeniero de la NASA.
  • El calentamiento parece una coreografía de zumba, con setas y conos multicolores. Hay algunos equipos que están pensando dar Masterclass a cheerleaders.
  • La charla técnica incluye vídeos, PowerPoint, frases de Gandhi y música épica de fondo. Ahora también mola el reguetón.
    Hoy no solo salimos a jugar. Salimos a ser nosotros mismos. Salimos a emocionarnos. Salimos a inspirar. A sentir.”

Y si pierde el partido, suelta —sin anestesia— en rueda de prensa:
Los chicos lo han dado todo. No hemos ganado, pero hemos crecido como personas.”

¿Crecido… cómo? Debe ser que con las derrotas también se sube de nivel de autoestima y te dan puntos para los videojuegos.
Eso, vas y se lo dices cara a cara a la afición encabronada.

Antes dirigían. Ahora se gestiona el grupoEl entrenador de antes:

  • Se enfrentaba al crack si hacía falta. Incluso si había 11 cracks, se enfrentaba a todos.
  • Sacaba del once al que no corría, aunque costara mil millones.
  • Repartía collejas verbales (y alguna literal hasta juveniles).
  • Tenía una frase legendaria para cada situación: no hacía falta entenderla, solo obedecerla. Y si no estabas contento, te ibas.

El de ahora:

  • Se pasa el día “gestionando egos”.
  • Habla de dinámicas de vestuario, espacios de comunicación horizontal y ambiente saludable.
  • Tiene psicólogo, segundo entrenador, tercer entrenador, preparador de porteros, analista, nutricionista y coach motivacional, pero ni con todos juntos sacan rendimiento a un lateral que no levanta la cabeza ni para mirar el ccielo.
Antes te ganabas el puesto. Ahora te dan la «confianza»

Antes:

  • -Jugabas si te lo ganabas.
  • -Si bajabas el rendimiento, ibas al banquillo sin discusión.
  • -El entrenador te crujía en el vestuario, pero salías de ahí distinto; a veces hecho un Miura, pero mejor persona.

Ahora:

  • -Hay rotaciones, minutos gestionados, confianza a largo plazo y “proceso”.
  • -Y si un jugador se cabrea… se le arropa, se le mima o se le da el puesto para que no se vaya en enero.

¿La autoridad del entrenador?
En algunos equipos… la misma que el revisor de un autobús escolar.

¿Mejor ahora? ¿Peor antes?

Ni una cosa ni la otra.
Pero que los de antes te metían en vereda y sabían exprimirte, no lo duda nadie.
Y que los de ahora sacan partido a temas increíbles, pero a veces se pierden en la teoría, tampoco.

Porque lo que no ha cambiado es esto:

Un buen entrenador no es el que más sabe. Es el que sabe llegar al jugador.

Con pizarra, con gritos, con frases de Churchill o con una mirada asesina en la banda.

Y el mejor entrenador, antes y ahora, es el que gana títulos.
Y si pierde todo seguido, como siempre, no llega al turrón.


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