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ANTES: PERIODISTAS CON PLUMA Y CON MEMORIA

Los periodistas de antes eran de verbo fácil y florido, mirada cansada, olor a tinta de bolígrafo, café recalentado y nicotina. En sí, eran una mezcla entre notarios, poetas de barrio y espías de bar.

Se plantaban en el estadio con su raída chaqueta, su libreta de espiral llena de anotaciones que más bien parecía el archivo secreto de la CIA, un boli medio mordido y un olfato para la noticia que ni un sabueso.

Sabían quién cojeaba, quién discutía con quién y hasta qué jugador había llegado tarde porque se había quedado atrapado en el tráfico. Informaban sin filtros, sin community manager detrás y, sobre todo, sin miedo a decir que un defensa había jugado “como si llevara las botas al revés”.

No necesitaban repeticiones tecnológicas en HD: te contaban la jugada y tú la imaginabas en tu cabeza.

Hablaban con respeto, con ironía fina, con metáforas bélicas o argot taurino -según el momento de ánimo-, para soltar un:
“El equipo salió como un boxeador cojo y acabó buscando oxígeno entre las cuerdas.”

  • Lo importante era la crónica.
  • Y si decían algo mal, al día siguiente simplemente pedían perdón… o lo corregían con elegancia.

Conocían los campos, los jugadores, los entrenadores, los fichajes desde la Edad Media y el nombre del utillero del Villapedrera de Arriba.

Tenían memoria. Memoria de verdad. No la instantánea de Google.

AHORA: SHOW, MICRO Y OPINIÓN EN ESTÉREO

Hoy, en cambio, tenemos a los “periodistas deportivos 2.0”: impecables, micro en mano, más repeinados que los propios futbolistas… y con el ego tan afinado como su halo de luz. Hacen ruedas de prensa con preguntas de felicitación encubierta, no vaya a ser que el jugador se enfade o deje de seguirles en redes. Ahora lo importante no es la primicia; es el clip que pueda subir a TikTok sin despeinarse.

Por otro lado, una parte de los periodistas de ahora —o mejor dicho, los que van de periodistas— son más bien tertulianos con camiseta debajo de la americana y ganas de gritar.

  • Se presentan con cara de “yo sé más que tú”.
  • Hablan por encima de los demás.
  • Domina la opinión contundente, sin pruebas pero con mucha seguridad.

“Es un escándalo, lo dije hace 4 meses, está acabado, esto no se puede permitir, el VAR ha destrozado el fútbol, y lo de Mbappé es inminente.”

Si no hay grito, si no hay escándalo, si no hay polémica… no interesa.

Hay partidos donde gran parte del protagonismo lo tienen ellos, no el juego.

ANTES, SE INFORMABA, AHORA SE TUITEA
  • Antes: “Fuentes del club nos informan de que el jugador podría estar negociando su salida.”
  • Ahora: “Ojito con lo que puede pasar en las próximas 72 horas. Puede estallar la BOMBA DEPORTIVA.”

El periodista actual vive en el spoiler perpetuo sin consecuencias.

  • Si acierta: “¡EXCLUSIVA MÍA!”.
  • Si falla: “yo sólo dije que podía pasar…”.

El periodismo deportivo se ha convertido en una quiniela emocional donde todo vale si genera debate.


ANTES, HABÍA FUENTES. AHORA…
  • Antes los periodistas hablaban con el presidente del club, con el entrenador del filial, con el fisio, con el chofer del delantero, con el jardinero que les prestó una máquina de escribir…
  • Ahora basta un tweet de un periodista esloveno con 27 seguidores para montar un programa entero.

«Según fuentes próximas al entorno cercano de la familia de un amigo de su peluquero… podría fichar por el PSG.»

Antes se guardaba silencio inteligente. Ahora hay que opinar de todo.

ANTES SE GUARDABA SILENCIO INTELIGENTE. AHORA HAY QUE OPINAR DE TODO

Antes, si no se sabía algo, se callaba. Se investigaba. Se preguntaba.

Ahora, si no sabes algo, te lo inventas en directo.

Total: si tienes micro y plató con luces, ya eres “analista”.

Se opina de lesiones sin ser médicos, de táctica sin haber jugado un rondo y de contratos sin haber leído ni el de su tarifa móvil.

Antes, un periodista se ganaba el respeto porque sabía más del club que el propio presidente.

Ahora se mide por seguidores, emojis y cromos digitales con jugadores.

Antes había periodismo deportivo. Ahora hay influencerismo atlético.

Y si les cae una exclusiva del cielo, primero diseñan la miniatura de YouTube.

EPÍLOGO PARA TOMÁNTICOS

Quedan algunos periodistas que siguen siendo lo que fueron: sabios, pausados, críticos, amantes del fútbol por encima del club o del titular.

Son como veteranos que ya no salen a jugar: sólo recuerdan cómo era esto cuando olía a césped y no a plató.

Y mientras tanto, la masa grita en la tertulia, repite frases vacías y pregunta una vez más: “¿Y lo de Mbappé pa’ cuándo?”


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