La R.A.E. define “meterse en un jardín” como “enredarse innecesariamente en un discurso o parlamento teatral o en una situación complicada”.
Hay jardines que incitan a pasar, parterres que estimulan para perderse un buen rato, vergeles donde sería un placer ser desterrado.
En 2023 se celebraba la tercera edición del “Best Burger Spain” (Campeonato de España de Hamburguesas), con el patrocinio de Estrella Galicia y Uber Eats y la colaboración de otras empresas nacionales e internacionales.
Un jurado profesional falló que la mejor hamburguesa en la edición de 2023 fuera “La Peineta”, presentada por el restaurante sevillano Burger Food Porn.
En Asturias, aquella edición será recordada por la peripecia sufrida por uno de los restaurantes participantes en el concurso: según recogía la prensa del momento, la propietaria de la hamburguesería Doce Más Uno de Gijón decidió presentar al certamen una hamburguesa de carne de vaca rubia gallega madurada 80 días, aderezada con papada ibérica crujiente, queso asturiano Varé y su mayonesa de trufa… a la que tuvo la feliz idea de bautizar con el nombre de “Madurita”.
Como todo buen producto que se precie debe llevar su campaña de marketing, la propia dueña de local diseñó unos carteles que en los que se veía una gran imagen del apetitoso manjar con los logotipos del restaurante, el del certamen del concurso y el sello “100% Dry Aged” que avala la carne de larga maduración; como colofón a todo ello, y buscando un impacto que llamara la atención al primer vistazo, se le ocurrió el eslogan “Nos gustan Maduritas, ¿y a ti?”.
Además de la promoción en redes sociales, se contrató una campaña para que el cartel con su eslogan circulara por Gijón en los autobuses urbanos, y así, el 1 de febrero de 2023 un autobús de la empresa municipal de transportes salió de las cocheras luciendo hamburguesa.
Un par de semanas más tarde -y según información recogida en varios medios de comunicación en aquel momento- empezó el calvario para nuestra Madurita y la penitente empresaria: responsables de la empresa que gestionaba la publicidad en los autobuses municipales acudieron al restaurante para sugerir que modificaran el diseño de la campaña y -paralelamente- desde el Instituto Asturiano de la Mujer le enviaron un correo en el que se hacían eco de “una queja” que procederían a tramitar según la Ley General de Comunicación Audiovisual, remitiéndola al Observatorio de la Publicidad e Información No Sexista del Principado de Asturias y al Observatorio del Ministerio de Igualdad.
El restaurante respondió explicando que el eslogan no era discriminatorio para la mujer ni vulneraba la Ley, pero sus argumentos no fueron suficientes para evitar que el autobús fuera retirado de la circulación.
Si bien el Instituto Asturiano de la Mujer reconocía que sólo tenía capacidad dar traslado de las quejas y no para sancionar, desde los organismos de Igualdad del propio Ayuntamiento de Gijón se emitieron informes que aconsejaron la retirada del anuncio al percibir un “uso intencionado de las palabras”, un “juego con el lenguaje” que trasladaba “un imaginario construido sobre parámetros discriminatorios” porque el término “maduritas” implicaba la “sexualización” de las mujeres.
El autobús estuvo unos días parado en la cochera, hasta que finalmente pudo volver a circular sin el anuncio trasero y manteniendo los carteles laterales, dado que en uno de ellos se explicaba que “Madurita” hacía referencia a una hamburguesa.
En aquel momento la empresaria asistía con impotencia no sólo al embrollo en el que se había metido sin ninguna intención, sino al hecho de que una campaña publicitaria que había diseñado con cuidado, que había pagado y que había pasado todos los filtros de las empresas competentes se cancelaba de una manera arbitraria y/o dictatorial sin consultarle ni resarcirle de ninguna manera.

El mensaje de la campaña había conseguido llamar la atención, aunque me temo que no en el sentido que se pretendía. Quizás si el lema hubiera sido “Nos gustan Maduradas”, en lugar de “Maduritas” la cosa no hubiera pasado a mayores… o quizás sí.
Los que consideramos a la carne como un pilar fundamental de nuestra alimentación estimamos las bondades de un buen solomillo de ternera, una carne muy apreciada por su terneza y facilidad para la digestión, procedente de animales jóvenes: hay terneras de leche (las que no han cumplido el año) y añojo (animales de entre 10 y 18 meses); si bien sólo los auténticos carnívoros vamos más allá y nos deleitamos con el vacuno mayor, excelentes ejemplares cuya carne (una vez pasada por el proceso de maduración, expuesta a unas condiciones de temperatura y humedad controladas), alcanza su máximo esplendor… con sus magníficas imperfecciones, su marmoleo, esa grasa veteada que realza su sabor y su textura.
Volviendo al eslogan que nos ocupa y sin hacer un exhaustivo trabajo de campo, he de reconocer que, a pesar de los muchos prejuicios y famosos casos (no infrecuentes) en los que un señor maduro se empareja con una jovencita, confieso mi pertenencia a otro no menos numeroso grupo de hombres que aprecia la madurez como un plus diferencial a añadir a los atractivos naturales de una mujer.
En la película Goldfinger (1964), la actriz Homor Blackman tenía 39 años, cinco años más que Sean Connery, y eso no fue obstáculo para convertirse en la mujer de mayor edad en interpretar a una chica Bond (Pussy Galore), algo de lo que hizo gala durante muchos años.

Ese “honor” le duró hasta 2015, cuando en Spectre la italiana Mónica Bellucci interpretó con unas espléndidas 50 primaveras a Lucía Schiarra, siendo en ese momento cuatro años mayor que Daniel Craig. Cuando nos referimos a la saga de James Bond solemos asociar nuestros pensamientos a un gran número de tópicos, pero comprobamos que hasta en esas historias -aparentemente nidos de conductas machistas- también hay sitio para las mujeres “maduritas”.
Sobre este tema guardo la anécdota de un buen amigo, en un local que frecuentábamos cuando éramos veinteañeros y en el que solíamos coincidir con un matrimonio de cierta edad: aunque no nos cruzábamos palabra, era inevitable fijarse en la mujer, que desde una cierta discreción destacaba por un estilo y un atractivo especial.
Una noche, supongo que con el conveniente estímulo de una buena dosis de Ron Negrita con Cola, mi amigo se atrevió a decirle -con el debido respeto- a la formidable señora:
-“Escuche una cosa: si me aseguran que el día de mañana mi novia va a estar como está usted… me caso mañana mismo, aunque no tenga donde caerme muerto”
-“Oye, oye… que puedo ser tu madre”, le aclaró ella
-“Precisamente por eso mismo”, le respondió él rápidamente
La conversación se acabó en aquel momento y no fue a más, a ella no pareció que las palabras de mi amigo le ofendieran y tampoco debió enterrarlas en el olvido, puesto que semanas después supimos que nuestra protagonista las compartió con sus compañeras en un taller de modistas.
Esta historia -cual jardín incitando a pisar- invita a reflexionar, a pensar en esas personas (como la dueña de la hamburguesería) que se levantan todos los días al frente de un negocio, que no se pueden permitir el lujo de dejar un solo día de trabajar, que buscan iniciativas y retos que reviertan en su negocio y en su comunidad… a la vez que nos demuestra que, dentro de la administración y/o viviendo directamente de ella, tenemos innumerables organizaciones, institutos, etc… personas que, en vez de ayudar o ser constructivos, están más enfocadas en hacer interpretaciones sui géneris de la Ley y tomar las medidas que ellos mismos consideran oportunas ante la impotencia de la parte afectada.
Vamos camino de crear una sociedad que, en vez de detectar los verdaderos problemas de la gente e intentar ayudar o solucionarlos, pretende imponer sus cánones so pena de exclusión, proscripción o destierro para quienes se rebelan defendiendo su libertad, entre los que encontraremos a los que manifiesten su insaciable gusto por las maduradas (las carnes) y su profunda admiración por las maduritas (las mujeres).
Nos veremos en algún vergel.

Licenciado en Filología Española (Literatura)
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