Un análisis irónico y a la vez incisivo sobre el uso del término “Charo”, la deriva de los discursos de odio y el olvido institucional de los problemas reales en los centros educativos.
El Instituto de las Mujeres, organismo autónomo adscrito al Ministerio de Igualdad, se ha embarcado en una cruzada para “monitorizar y analizar la violencia, el machismo y la discriminación” presentes en la manosfera, con el objetivo de comprender y visibilizar las nuevas formas de misoginia que emergen en los entornos digitales.
El proyecto será liderado por el Observatorio de la Imagen de las Mujeres, al detectar un crecimiento de los discursos de odio y misoginia en el entorno digital, particularmente la “manosfera”, que es el término empleado por este Observatorio para denominar a la red de blogs, grupos de discusión, plataformas de juego y espacios digitales enfocados principalmente en temas relacionados con la identidad masculina y en la crítica al movimiento feminista.
Este “ecosistema de hostilidad digital” busca desgastar la legitimidad de las mujeres en el espacio público y frenar el avance de derechos mediante una violencia simbólica; sólo en el último año el Observatorio ha recibido multitud de quejas que alertan del uso y difusión del término “Charo”, un adjetivo que “reduce a las mujeres a una representación homogénea, degradada y situada jerárquicamente en una posición de inferioridad intelectual y social” a la vez que las presenta como “inútiles, ridículas o ignorantes” y refuerza dinámicas sociales de desprecio hacia las mujeres… así que todos estos organismos dependientes del Ministerio de Igualdad han puesto manos a la obra y han sacado un primer informe titulado “Análisis del discurso misógino en redes: una aproximación al uso del término ‘Charo’ en la cultura del odio”.
Un nombre precioso convertido en categoría polémica
La sociedad ha cambiado porque, para los que ya “hemos dado la vuelta al jamón”, Charo siempre ha sido el diminutivo (hipocorístico) de Rosario, un nombre precioso que viene del latín “rosarium”, asociado a la corona de rosas de la Virgen María o al conjunto de oraciones dedicadas a Ella.
Nuestra generación ha admirado artistas como —entre otras— Charo López, cuya foto encabeza este artículo, o Charo Reina… yendo más allá tenemos a Rosario Flores o Raquel del Rosario y nunca antes se había asociado tan bonito nombre a algo despectivo.
He tenido compañeras llamadas “Charo” que eran brillantes profesionales; una familia cercana y muy querida cuenta con una “Tía Charo”, una “Charín” y una “Charitín” (hija y nieta, respectivamente, de la primera)… y todas ellas mujeres magníficas y cariñosas.
El giro semántico: de hipocorístico a insulto social
Por lo que apunta el informe, desde hace unos quince años el término “Charo” se ha ido extendiendo para denigrar y burlarse de mujeres que tienen como denominador común ser de mediana o avanzada edad, ideología de izquierdas y ferviente defensora de postulados feministas.
La violencia verbal real: las aulas
Ahora bien, ¿se imaginan que, una señora en su ámbito laboral, tuviera que soportar que la llamaran “puta” o “zorra” con consecuencias insignificantes para el insultador?
Pues ocurre, y mucho más a menudo de lo que podríamos pensar, en los centros educativos de este país: algunos de nuestros adolescentes, con graves carencias de educación (no de contenidos, sino de modales), no tienen inconveniente en ofender así a sus profesoras amparados por una ley y un sistema que pone en el mismo plano a profesores y alumnos, que parece sólo reconocer obligaciones para los profesores y derechos para los alumnos… todo ello con la inestimable ayuda y refuerzo —en muchos casos— de algún diagnóstico psicológico de trastorno de la conducta, dispersión, atención, hiperactividad, depresión, etc. (hoy en día rara es la persona a la que un psicólogo no le encuentra acomodo en algún cuadro clínico) que suele jugar el papel de eximente para los maleducados.
Según un sondeo llevado a cabo este mismo año por el sindicato CSIF, más de la mitad del profesorado (un 67% en el caso de secundaria y bachillerato) reconoce no tener el respeto del alumnado; un 49% de los profesores consultados admite haber sufrido agresiones verbales o incluso físicas por parte de sus alumnos o de los progenitores.
El muestreo se ha llevado a cabo entre unos 5.000 profesores de secundaria, primaria e incluso educación infantil y ha concluido que lo más habitual son los insultos y mensajes ofensivos en grupos digitales o redes sociales, aunque si miramos dentro del aula, a las ya descontadas faltas de comportamiento se suman insultos, amenazas, mofas y faltas de respeto, llegando —en casos extremos— a agresiones tales como salivazos, empujones o lanzamiento de objetos.
¿Se imaginan levantarse cada día para trabajar en este ambiente?
Les invito a escuchar esta entrevista de la portavoz de CSIF acompañada de algunos testimonios de docentes:
Observatorios selectivos y problemas reales
Está muy bien ocuparnos de discursos de odio en redes, pero tenemos un problema si sólo consideramos como víctimas a un colectivo minoritario:
- •¿qué podemos hacer con los blasfemos?,
- •¿con los racistas?,
- •¿con los que se mofan, desprecian o atentan públicamente contra símbolos que son de todos, como el himno nacional, la bandera o la figura del Jefe del Estado?
¿Creamos varios observatorios y nos ponemos a hacer estudios sobre aquellos que atenten contra la integridad y el respeto de cualquier colectivo?
La cuestión es tan seria y profunda que no nos damos cuenta de que si llamar “puta” a una profesora apenas tiene castigo y lo estamos asumiendo pensando que, sólo poniendo paños calientes, el respeto y la educación llegarán por ciencia infusa, ¿cómo va a reprimir alguien las ganas de llamar “Charo” a una señora feminista? O vamos al fondo de la cuestión o acabaremos como el rosario de la aurora (en esta ocasión, “como el charo de la aurora”).
Charo como melodía sentimental
Para terminar, el término me recuerda a una canción de Quique González titulada precisamente “Charo”, que —según el propio autor— narra “el viaje interior en el que se sumerge la protagonista de la historia, la dualidad de sus sentimientos y las llegadas al límite. Vemos la rebeldía y la dulzura que, junto a la canción, nos traslada al mundo de aquella chica que espera en el norte”. Además de gustarme la melodía, me resultan familiares tanto la 634 como la Asturiana de Zinc, una carretera y un entorno que forman parte de mí y que me traen muy buenos recuerdos.

Licenciado en Filología Española (Literatura)
https://www.linkedin.com/in/j-aurelio-su%C3%A1rez-devesa/