—Pero Juan, ¿no te das cuenta de que no podrás ocupar la cancha y que tal vez otro día que quieras participar, el resto de los niños no estén de acuerdo?
– Perfectamente.
– ¿Y no comprendes que nos dejas cojos ya que somos ocho de cada lado?
– Si, lo sé.
– Y supongo que entenderás que la mayor parte de los niños están jugando al fútbol cada día a la hora del recreo y son muy pocos los que se quedan haciendo otras cosas en el patio…
– Soy consciente.
– Y aun así, ¿me puedes explicar por qué pretendes dejarnos tirados?
– En los quince minutos que llevamos de partido me han hecho siete faltas, me han mordido, me han roto la camiseta, me han escupido y me han llamado “gordo de mierda” tres veces, así que ¡¡¡YO NO JUEGO!!!
Y así debería ser. Es muy difícil abandonar Matrix y renegar de la falacia del contrato social, el acuerdo tácito y el cumplimiento y acatamiento de todas las normas por el bien de todos.
La simpleza de los argumentos en base a los cuales un individuo debe permanecer dócil y subyugado sin rechistar es desesperante. Es recurrente la pregunta: “¿y quién va a pagar las carreteras, las farolas, las fuentes, la sanidad, eso, la sanidad? ¿Qué va a ser de los más necesitados?” Como si no estuviéramos pagando ya todas esas cosas…
El problema es que pagamos eso y millones de cosas más a través de la coacción y del engaño. Pagamos impuestos sobre el capital que nos queda después de haber pagado impuestos. Pagamos impuestos directos, IRPF, sociedades, sucesiones, donaciones, patrimonio, impuestos indirectos… y así una larguísima lista de hasta más de cien entre estatales y autonómicos.
Cuando algo es bueno, cuando satisface a todas las partes y todos los integrantes del acuerdo se ven beneficiados, estos actúan de conformidad y no es necesario imponer un sistema coactivo que obligue a los penitentes a vaciarse los bolsillos y agachar la cabeza.
En el año 2018, según Europa Press, España perdía en torno a un 8% del PIB en casos de corrupción; en estos momentos suponemos que esa cantidad será superior. Si a eso le sumamos el dinero dilapidado en proyectos peregrinos que nunca encontraron lugar, el derroche sin medida por la falta de responsabilidad, ética, moral e incentivos adecuados, el absentismo y desidia laboral generalizados en el entorno de lo público, tenemos el caldo de cultivo perfecto para alcanzar, más pronto que tarde, las cotas de miseria que se observan en algunos de nuestros hermanos de ultramar.
Tragamos la mentira del: “Prodúcelo tú, que ya lo reparto yo, que se me da mejor”, “Que pague más el que más gana”, y le aplicamos unos impuestos progresivos que además de ser una injusticia vulneran el principio de igualdad ante la ley.
Tragamos indultos a delincuentes y sediciosos, rebajas de condena a violadores y pederastas y nuevas leyes en las que se nos expropia de facto cualquier atisbo de poder sobre nuestra propiedad privada.
Puedo entender que el campo esté embarrado, que llueva y haga frio, que el rival juegue mejor que yo, soy consciente de que incluso puedo sufrir alguna lesión, pero trampas, agresiones, insultos, patadas, mordiscos y que encima me roben… ¡¡¡Yo no juego!!!
Marcos Badallo Prieto
Autónomo. Nadador de aguas abiertas. Filosóficamente anarcocapitalista. En lo inmediato, apoyo cualquier paso en esa dirección. “Cuando el camino se hace duro, solo los duros siguen caminando”.