Foto J Aymá - Diario El Mundo

Un buen amigo ha pasado las Navidades enredando con ChatGPT y maravillándose con lo que la matemática puede hacer con el lenguaje. En una de sus conversaciones sobre Karl Popper y Steven Pinker, sobre el criterio de falsabilidad de uno y el del pensamiento contrafactual del otro, acabó llegando a dos conceptos interesantísimos: el sesgo de confirmación, el mecanismo psicológico que nos lleva a interpretar como inevitables los sucesos pasados que desde nuestra actual perspectiva observamos, y un subconjunto del mismo, el sesgo de retrospectiva, que nos encamina hacia la construcción de narrativas que, conociendo el pasado, nos resigna a aceptar como inevitables los sucesos que entonces acontecieron.

Sirva esta introducción para conectar con un hecho lamentable que está sucediendo estos días en la Audiencia Provincial de Oviedo en el juicio que Foro ha promovido contra su creador, Francisco Álvarez-Cascos, por apropiación indebida.

No entraremos en profundidad en un proceso que los medios tradicionales se encargan de recoger en sus crónicas diarias, extensas, para goce de los más morbosos y miserables, lo que se escandalizan porque un señor que trabajaba las 24 horas del día pagaba unas pizzas a sus hijos o iba con ellos a no sé qué evento, a costa del partido.

Hay que ser malvado para no comprender que alguien que desarrollaba una fructífera actividad privada fuera a renunciar porque sí a su nivel de vida para comenzar otro proyecto que le iba a apartar de su familia y de su medio de vida (cosa difícil de recuperar una vez pasado el tiempo). Los fundadores de Foro Asturias fueron a por Álvarez-Cascos y le dejaron claro que él no venía a perder y ellos, con él, querían ganar.

Un pacto entre caballeros en el que todo quedaba claro, confirmado por más de un fundador, y que, si alguien ha conocido a colaboradores de Álvarez-Cascos, sabrá que era (y es) una persona que siempre está trabajando, y cuando decimos “siempre” es literal, tirando de teléfono o correo electrónico a cualquier hora y siendo consciente de que si Cascos pedía algo a sus colaboradores, no lo iba a olvidar.

Hecho este apunte y para dejar de lado a la Dolorosa (por la forma de acceder a la Audiencia Provincial, compungida, frágil, portadora de tantos dolores por sucesos en la vida como la traición a su padre político) y compañía,  personas desagradecidas a las que nadie conocía, con más bien pocos méritos y escasa capacidad que le deben su posición actual a Álvarez-Cascos (no muy avispado en la cuestión de selección de personal), queremos destacar un interesante comentario realizado en el juicio y que, al hilo del  sesgo de retrospectiva, viene a explicar qué pasó en 2010 para estar en 2025 con el socialismo apuntalado en Suárez de la Riva, la derecha quebrada, desnortada, y los asturianos, resignados. 

Dice Álvarez-Cascos, en relación con su retorno: “Mariano Rajoy me aseguró tres veces que sería el candidato [del PP], pero al final eligieron a otra persona”.

Después de eso, de la traición de Rajoy en la previa a la Nochevieja de 2010, Álvarez-Cascos emprendería semanas después el proyecto de Foro Asturias Ciudadanos para acabar ganando, en mayo de 2011, las elecciones autonómicas.

Por qué se produjo esta traición es algo que solo los protagonistas pueden explicar pero cuyas consecuencias pagamos todos. El sesgo de retrospectiva nos permite fantasear con una probable victoria en 2011 del PP con Álvarez-Cascos al frente, con la formación de un gobierno regional sólido, experimentado, no fruto de la necesidad, empujado por las circunstancias como el que se constituyó con Foro, con consejeros sobrepasados unos, incapaces otros y hasta alguno con un preocupante estilo naif que recuerda a ilustradas ministras de Trabajo. 

Quizá esa victoria hubiera supuesto 8 años de gobierno con un cambio radical en la estructura económica de Asturias, con una iniciativa y dinamismo no vistos antes y con la puesta en marcha de unos cimientos que perdurarían durante décadas. Si otras regiones están consiguiendo sacar la cabeza (en Andalucía, Aragón, etc.,), en Asturias era posible para no depender una y otra vez de Fondos Europeos, planes de no sé qué y mendigando en Madrid y Europa que nos den cuatro duros que al final acaban en un museo vacío o una ZALIA infrautilizada porque quienes tienen que administrarlos no saben nada.

Seríamos, seguro, una región con otro aire, respetada no solo por cómo somos sino por lo que hacemos. Ahora, que no está mal, brillamos por el turismo, pero en pocas o ninguna otra cuestión podemos ser los líderes.

Aquí no se hace nada salvo llorar, quejarse, abundar en discursos políticos rancios y salvo por la consejería de Ciencia, que algo hace, el resto se han dejado arrastrar por el lodo de Madrid y Sánchez y hasta consejeros que se presuponen rigurosos, como el de Hacienda, nadan en la idiocia por meterse en el fango político y no en los números, que es lo que tiene que hacer para no olvidar que debe plasmarlos bien en el proyecto de presupuestos y evitarse el bochorno de achacar un error técnico sus lamentables fallos.

Podríamos aventurar más cosas pero para qué: es bonito fabular con lo que pudo haber sido y nunca fue. Todo lo anterior tiene ese sesgo que nos impide abordar con rigor el recorrido histórico de algo que nunca sucedió ni sucederá.

Lo que sí podemos lamentar, y no hay Pinker, Dawkins o Kahneman que nos pueda rebatir, es que sin la miserias, los complejos y los miedos de Mariano Rajoy que evitaron que tuviéramos a “Cascos Candidato, Cascos Presidente”, habríamos recuperado, de verdad, el orgullo de ser asturianos.