
Cuenta la leyenda que, años ha, los tatuajes eran similares a un código secreto no escrito (pero sí grabado a fuego en la piel), reservado para unos pocos.
Esos pocos —sobre todo marineros, legionarios, presidiarios, pandilleros y gente de vida algo dispersa, por no decir extremadamente aventurera o fuera de la zona de confort de aquella sociedad— se dejaban marcados en la piel, cual cuaderno de bitácora abierto, historias pasionales, personales, ideologías, sentimientos de pertenencia o recuerdos pretéritos que querían que permaneciesen en su cuerpo, su bien más preciado.
Todo ello les llegaba a conferir cierto rango de rebeldía, de “malotes”; era una señal de identidad semioscura, impenetrable, cuasi gamberra y, a todas luces, una norma de prevención indirecta en las ciudades donde transitaban, pues era casi imprescindible —por seguridad— cruzar de acera cuando los encontrabas de frente.
Pero resulta que ahora no llevar tatuajes es casi lo raro. La moda ha dado un giro de 180 grados y, si no estás tatuado, te has convertido en un rara avis. Lo que antes era un símbolo de riesgo y aventura, ahora alcanza, e incluso supera por momentos, cierto umbral de erotismo y llega a ser escaparate de una hipotética pasarela fashion de modernidad, donde estar tatuado es lo más, incluso sexy.
Y en cuanto a las dilataciones en las orejas y los labios…¡qué decir!

Antaño sólo se veían en habitantes de tribus remotas —principalmente africanas— y pensábamos que, además de ser antiestético, parecía un auténtico sacrilegio tener esas enormes —cuasi elefantiásicas— orejas.
Pero, en la misma línea que los tatuajes, las dilataciones se han convertido en un accesorio más. Aunque, al paso que vamos (ya verás, todo llegará), en unos años veremos dilataciones inverosímiles en los labios inferiores. Con ironía, tal como somos los humanos (o como soy yo), las dilataciones en las orejas podrían servir en un futuro —cuando ya no sean moda— para columpios de pájaros; y las de los labios, para recoger agua de lluvia transitando por la calzada o, incluso, para jugar a la moneda dentro de la pandilla.
Finalmente, y no menos importante: los piercings.

Éstos han sido una forma de expresión y cultura en muchas sociedades a lo largo de la historia. En el pasado, y aún hoy en algunas sociedades, los mismos tenían —y tienen— significados específicos (estatus, religión, ritos). Por ejemplo, en algunas culturas antiguas, los piercings en la nariz, las orejas o los labios eran comunes y tenían un valor cultural importante.
En nuestra sociedad, los piercings también se han popularizado y así se usan como una forma de moda o tendencia. Ahora mismo podemos encontrar piercing en casi cualquier parte del cuerpo: orejas, cejas, nariz, labio, lengua, ombligo, pezones… y hasta en lugares más inusuales y casi innombrables. La diferencia principal estriba en que ahora muchas personas se ponen piercings por motivos casi estéticos o personales, sin necesariamente tener un significado cultural o ritual.
Pero lo que no cabe duda es que la evolución de la moda corporal con relación a los tres elementos reseñados (tatuajes, dilataciones y piercings) no tiene límites.
Parece que todo vale, siempre y cuando sea para sorprender o seguir en este mundo tan cambiante y, por momentos, divertido.
Con la cruda, cruda verdad
Y yo, que seguramente esté en esa etapa reflexiva que me hace detenerme a pensar en cosas otrora desapercibidas, me paro y le digo a quien me quiera escuchar:
—Pero tanto y tanto piercing y tatuaje…¿No te has puesto a pensar en esos cientos de tatuajes que te estás haciendo ahora, con la piel todavía tonificada y tersa? Porque, créeme, cuando llegues a ser mayor y con menos memoria (que llegarás…), seguramente tendrás que llevar una lista contigo del porqué de cada uno y dónde se halla situado en tu cuerpo (incluso necesitarás un GPS corporal).
Tu piel habrá empezado a colgar y se habrá convertido en un pingajo, consecuencia de la gravedad y de que los años no perdonan; esas marcas de significado profundo se habrán convertido en jeroglíficos indescifrables, esos tatuajes serán como un mapa de carreteras comarcales lleno de arrugas y pliegues.
Y es que, en ese momento, la tinta que ahora parece tan definitiva, y con la que te dejaste escribir entre otros (tus motivos tendrías) aquella expresión “RECUERDO DE CONSTANTINOPLA”, ahora será un simple recuerdo de lo que fue, y sólo podrá leerse de forma visible —y sin despliegue de tantos pliegues y arrugas en tu figura— “RESOPLA”. Como si el cuerpo quisiera borrar los recuerdos de su historia en tinta y te hiciera en ese momento una foto instantánea de tu edad.
Quizás hayas visto a algún marinero —o similar— con tatuaje de una chica en su antebrazo, donde la que seguramente era una joven de buenas maneras y mejor apariencia, con el paso del tiempo más bien se asemeja en la pintura corporal actual a la niña de la curva.
Porque al final, ironías del destino, todas esas inscripciones, verdaderas obras de arte, en continua expansión corporal y pensadas como eternas, se convertirán en meras manchas de vida.
Y con todo ello cada vez más surge una maravillosa economía circular del arrepentimiento (eso sí, pero con tinta eco-friendly):
- -Primero te haces un tatuaje, porque ¿quién no quiere artista consigo mismo y hacerse un selfi en la piel?
- -Más tarde, y en un giro vital, decides que ese arte ya no “mola” tanto y acudes al borrador del tatuaje, que en realidad es como el borrador del error en un plano… pero corporal.
- -Y, finalmente, el dermatólogo, convertido en ese superhéroe que, con técnicas más novedosas que aquellas que usábamos con la goma y la cuchilla, arregla ese manchón de tinta.
Postdata:
Por mi parte, yo no llevo tatuaje alguno ni pienso hacérmelo. Ahora mismo serviría para identificarme en caso de siniestro o, incluso, de persecución policial. No llevar tatuajes será un modo de asegurarse la identidad.
¿Y dilataciones? Tan sólo la de mi cuerpo (barriga incluida). Sin comerlo ni beberlo, transformándome en un semi-globo humano.
¿Bueno o moda? Seguramente moda y, por supuesto, tendencia, pues soy consciente de que hay mucha gente en la misma onda y condición. Jejeje.
ARTÍCULO RELACIONADO:
La piel tatuada ya no está de moda: los tratamientos láser para eliminar tatuajes, un negocio en tendencia
El boom de los tatuajes ha dado paso a un creciente número de personas que ahora buscan eliminarlos. Clínicas estéticas están viendo un auge en tratamientos láser, convirtiendo el borrado de tatuajes en una nueva oportunidad de negocio. La estética, la evolución personal o razones laborales explican esta reversión de tendencias.

Consultor empresarial.
Germánico en organización, perseverante en las metas, pragmático en soluciones y latino en la vida personal.
¿Y por qué no?