
Imagen de portada:
1.Ignacio Echeverría, el héroe del monopatín. 2.Rosemary Nyirumbe, un futuro para las muchachas soldado de Uganda. 3.Marta Mya Thwe, la «Madre Teresa de Birmania». 4.Christopher Hartley, agua para Etiopía. 5.Sudha Varghese, liberadora de las “intocables” en la India.
Hoy quiero compartir con usted, querido lector, una reflexión breve acerca de una ley divina, universal, que se cumple siempre, pero a la que muchas veces no prestamos atención, o no somos conscientes, y si uno analiza vidas e historias se observa que no se puede escapar de ella.
Algo así como la ley de la gravedad, que por mucho que uno quiera, es incapaz de no cumplirla.
“En la medida que uno se interesa por la felicidad y el bienestar de los demás, en esa misma medida, uno va a ser feliz, y por el contrario, cuando nos obsesionamos con cubrir nuestras necesidades y no pensamos en los demás, en esa misma medida vamos a ser miserables e infelices.”
Cuando revisamos las biografías de grandes personas de prestigio, a modo de botón de muestra voy a mencionar a Santa Teresa de Calcuta, que dedicó su vida al servicio de los más pobres, San Juan Bosco, entregado a la causa de la educación de los jóvenes.

Aunque si las vidas de santos no son lo suyo, por demasiado evidente tal vez, puedo nombrar incluso personas “normales” como Ignacio Echeverría “el héroe del monopatín” que murió defendiendo a otros del terrorismo y que inmoló su vida por defender la vida de personas que ni siquiera conocía, o el padre Maximiliano Kolbe, que intercambió voluntariamente su vida por la de otro prisionero elegido para la ejecución en el campo de Auschwitz, vemos que son vidas que tienen sentido, que han servido para algo, vidas con transcendencia que sirven de ejemplo para otros y que son recordadas por los demás.
Como anti ejemplos, sin ir muy lejos, en prensa tenemos muchos hoy mismo, gente que buscó su propio placer y su propia fortuna, y que ahora se ven perseguidos por la justicia y azotados por el descrédito social. Vidas vacías, irrelevantes y sin interés, cuando podían haber hecho mucho bien desde altas responsabilidades del Estado.
Dominados por el ansia de poder, de dominio y de riqueza, acaban cayendo en vicios inconfesables y costumbres inmorales.O gente que por mantener o aumentar su poder, justifica cualquier cosa, una postura, la contraría, o lo que convenga, mirando únicamente intereses propios o de un grupo muy reducido. Sin empacho en mentir, disimular o engañar con tal de “llevarse el gato al agua”. Ponga usted aquí el nombre que le venga a la cabeza.
Conceptos como la generosidad, la solidaridad… parecen estar muy por detrás en los valores colectivos frente al oportunismo, la moralidad relajada, el fanatismo… incluso se los tergiversa para “arrimar el ascua” a escuálidas sardinas políticas, tratando de patrimonializar la solidaridad, la honradez o la igualdad como valores propios de un partido u organización, donde luego se demuestra que brillan por su ausencia.
- -¿Quién recordará a Pedro Sánchez, a Alberto Feijoo, Santiago Abascal o a Irene Montero dentro de 40 o de 60 años?
- -¿Quién se acuerda ya de Canalejas, de Prim, de Azaña, o del general Espartero?
Solo recordaremos a los que hagan bien, a los transcendentes, a los que busquen la felicidad colectiva por encima de la suya propia incluso. Viendo a los dirigentes políticos de nuestro país hoy día, ¿cuáles crees, amable lector, que son sus objetivos?:
¿la prosperidad y felicidad común, o el enriquecimiento propio y conquista o tenencia del “poder”?

Padre de familia, contribuyente como ciudadano de Europa, España, Asturias y Avilés
No adscrito a ningún grupo político, pero crítico de todos ellos.
Me gusta mi país y creo que aún podría ser mejor.