Asturias Liberal > Aportaciones > El mono, cuando se bajó del árbol, lo primero que hizo fue hacerse calderero. O gerente…

Hace unos años, delante de unos cafés «socializadores» de problemas con un cliente, y tras una larga diatriba del mismo sobre los temas empresariales de actualidad —tales como la falta de personal, la escasez de financiación, el ahorcamiento bancario y un largo etcétera— terminó diciendo:

Lo que no entiendo, López, es por qué no se encuentran caldereros, ya que el mono, cuando bajó del árbol, lo primero que hizo fue hacerse calderero.

Y ahí, me vine arriba…

El menosprecio disfrazado de ocurrencia

Fulano, me revientan esos comentarios gratuitos y comunes que imperan en nuestro entorno profesional, y donde algunas personas —como ahora tu caso— tienden a subestimar, infravalorar e incluso, a veces, menospreciar el trabajo de los demás y, como contrapartida, a sobrevalorar el propio.

Seguramente debido a una falta de empatía, inseguridad o simplemente a una percepción sesgada de lo que realmente significa cada función en el mercado de trabajo.

Reflexionar sobre esto debería llevarnos a recordar que cada rol, por pequeño que parezca, tiene un valor fundamental en el funcionamiento global de cualquier sociedad o empresa.

Minusvalorar el trabajo ajeno —como has hecho en este caso, y no es la primera vez que lo haces— demuestra tu nulo, o escaso, conocimiento del mercado, lo que puede llegar a crear ambientes tóxicos y poco productivos.

Ten en cuenta que, al final del día, todos somos piezas clave en un engranaje, y reconocer la importancia de cada uno en ese proceso nos enriquece, así como seguramente nos acerca a la verdadera excelencia profesional.

En fin… menospreciar lo que no entendemos quizá nos da otro estatus, ¿verdad?

De caldereros y gerentes

Porque entiendo que puedas pensar que el oficio de calderero es algo sencillo, pero la verdad es que requiere mucha habilidad, experiencia y conocimiento técnico (lo que significa años de aprendizaje).

No es solo cuestión de aprender a manejar herramientas, sino de entender materiales y procesos. Además, en su campo, la precisión y la atención al detalle marcan la diferencia entre un trabajo bien hecho y otro mediocre.

Así que, aunque parezca fácil desde fuera, en realidad es una profesión que demanda dedicación y experiencia.

Perdona el rollo que te acabo de soltar, pero recuerda una cosa: como has indicado, «el mono, cuando bajó del árbol y se convirtió en calderero», seguramente pensó que el trabajo de calderero era mucho más importante que el de los otros animales que todavía estaban en las alturas.

Pero igual tienes que pensar que hay monos que, incluso antes de bajar del árbol, ya se hicieron gerentescomo puede ser tu caso.

Ahondando en el mismo y aprovechando la confianza que nos une, lo que te estoy indicando es que algunas personas, debido a su relación familiar con el jefe —tú eres su hijo—, logran ascensos incluso cuando no necesariamente tienen las habilidades o competencias adecuadas.

Sobra decir que, a diferencia del resto de los mortales que han nacido y crecido con un valor de -32 (lo que podría interpretarse como una situación de desventaja o dificultad), las personas como tú se han criado con un valor de +40, lo que sugiere que habéis tenido ventajas o privilegios desde vuestra infancia.

En resumen, solo te estoy señalando que, en ciertos entornos, las conexiones familiares pueden facilitar que algunos escalen en la estructura laboral sin necesariamente tener el mérito o la competencia, y que estos individuos disfrutan de ventajas que otros no tienen.

Pero eso no les confiere libertad ni verdad absoluta para afirmar que «el mono lo primero que hizo fue hacerse calderero«, ya que, extrapolado a tu caso, tú te hiciste gerente incluso durante las décimas de segundo que tardaste en bajar. Sin anestesia ni conocimientos previos.

Y, a diferencia de tu padre, fundador de la empresa, sin la Universidad de la Vida (o de la Selva, en este caso).

López —me dijo—, mi padre, sin oficio ni beneficio, montó esta empresa y yo, como titulado, la haré crecer de forma importante.

P.D. Esa misma persona, años después, me comentó que le echara una mano, pues la tenía prácticamente quebrada. Ya era tarde para darle una vuelta, y lo único que se podía hacer era apagar la luz y cerrar la puerta por fuera.

El peso de la experiencia

Reflexión: los títulos universitarios, sin lugar a duda, abren la mente, brindan conocimientos y un espectro más amplio del mundo y de los negocios.

Sin embargo, la verdadera experiencia es la que se obtiene en la Universidad de la Vida, fundamental para entender los múltiples vericuetos y los desafíos que implican llevar una compañía adelante.

De igual manera, la Ley de Murphy nos recuerda que «todo lo que puede salir mal, saldrá mal«, o incluso que “en ocasiones, se asciende hasta el máximo nivel de incompetencia”, lo que —en el contexto de un hijo de empresario que hereda o asume una empresa familiar— puede significar que ese ascenso sea un escalón más… hacia el abismo.

Todo ello conlleva a que la confianza excesiva o la falta de experiencia concreta puedan hacer que se tomen decisiones apresuradas o equivocadas, especialmente en momentos críticos.

Por eso, es importante que quienes heredan o asumen responsabilidades en una empresa busquen la combinación entre la formación académica y la experiencia práctica, aprendiendo de los errores y de los profesionales del entorno.

Solo así podrán evitar caer en la trampa de la incompetencia y llevar la compañía por un camino de éxito y sostenibilidad. Porque hay cosas que no se aprenden en los libros ni en un vídeo de TikTok. Ni aunque seas el hijo del jefe.

¿Y tú, lector?

O sea… para ti, lector: el mono, cuando bajó del árbol,

  • -¿Qué fue lo primero que hizo?
  • -¿En qué oficio se metió?
  • -¿Qué funciones consideras que no son relevantes y que puede hacerlas cualquiera?

Porque incluso para ser influencer, futbolista o político —y triunfar— hay que valer…

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