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Aquello sí que era un deporte extremo. No como ahora, que se juega sobre alfombras (naturales o sintéticas), y todavía se quejan de que el balón “botó mal”.

LOS TERRENOS DE JUEGO

Aquello sí que era un deporte extremo. No como ahora, que se juega sobre alfombras (naturales o sintéticas), y todavía se quejan de que el balón “botó mal”.

Antes:

Campos llenos de heroicidad
Jugar en los años 70, 80 o 90 era como firmar un contrato con el barro, las piedras y los esguinces en los tobillos.
No existía el concepto de “césped perfecto”. Había dos opciones:

1. El campo embarrado nivel Vietnam
-•  Si llovía (y solía llover), el terreno de juego se convertía en una piscina de barro, charcos y desesperación.
-•  Había zonas donde el balón se quedaba clavado como si tuviera freno de mano.
-•  La portería era una ciénaga medieval, con el portero hasta las rodillas en fango, pisando el mismo charco desde el calentamiento hasta el minuto 90.

Había guardametas que se hacían con musgo en las espinilleras.

-Si no llevaban pantalón de chándal, al salir en raso y patinar podían topar con una piedra que les llegaba hasta el cerebro y dolía hasta en la cantina;

-si lo llevaban, cuando se embarraba (ya en el calentamiento) pesaba 78 kgs más y debían llevar cinturón apretado de sujeción.

•  ¿Bote del balón? Imposible.
Si llegaba a botar, era una fiesta nacional. Lo normal era que se quedara allí mismo, como si alguien lo hubiera pegado con Loctite.

Y aún así, la consigna era:
Sigue, sigue, que el balón está jugable.”
¿Jugable? Empezaba a serlo cuando, en la melé de jugadores pateando el esférico, introduciendo éste en el barro hasta que casi no se veía, llegaba el lumbreras, lo levantaba con la puntera, patadón y a correr.

2. El campo duro como el suelo del parking
-•  En verano o zonas secas, el campo estaba más duro que algunos mármoles de iglesias.
-•  El césped estaba a tiras, con zonas peladas, y en su lugar había tapines duros y afilados que hacían las veces de adoquines de guerra.
-•  Cada control era una ruleta rusa: el balón podía salir rebotado a tu pierna, a la grada o a Marte
-•  Caerse al suelo significaba rasparse medio costado, perder piel y dignidad.
-•  Y si querías hacer un pase en corto raso, tenías que calcularlo como si lanzaras una piedra poligonal.

-A veces, el balón botaba hacia atrás.
-O se deslizaba en diagonal.
-O simplemente salía huyendo, asustado.

Ahora:

Jardines de Versalles con líneas blanca milimétricas al “pelímetro”. Verdaderas obras de arte botánica (cuando no son de césped sintético).

-•  Césped cortado al milímetro, regado antes y durante el partido. No vaya a ser que se estrese el mismo.
-•  Drenaje subterráneo, calefacción del subsuelo, sensores de humedad.
-•  No hay barro. No hay tapines. No hay piedras.
Hay césped híbrido entre natural y sintético, diseñado por ingenieros, por lo menos de la NASA.

Los botes del balón son tan perfectos que parecen generados por ordenador. Los jugadores pueden controlar el balón con el talón, de espaldas, con una oreja, dormidos y en TikTok. Y el balón no falla.

Y aún así… “es que le botó mal

Literal. Jugador profesional, solo ante el portero, balón perfecto y ¡pum! A la autovía o a la grada como mal menor.

Y entonces, la excusa más moderna del siglo XXI:
“Es que le botó mal justo antes de pegarle.”
¿Perdona??
-¿Botó mal? ¿En ese campo de terciopelo, que parece el salón de la reina Isabel II?

-¿Botó mal? ¿Ese balón FIFA Pro Quality con 26 sensores internos y forma aerodinámica de meteorito?

No, chaval. No botó mal.
Botaste tú. Porque le pegaste con la tibia, con el alma en el limbo y la puntería de un pato mareado.

¡No le eches la culpa al campo, que está mejor que el pasillo de tu propia casa!

Reflexión final:
Antes, jugar al fútbol era también sobrevivir al terreno de juego.

Hoy, si fallas un pase en un campo que parece un campo de golf suizo… el problema no es el bote, es tu técnica. Porque, simplemente, eres ambidiestro ya que manejas las 2 piernas igual de mal y te pegas patadas a ti mismo en las espinillas.
O, simplemente, estás acostumbrado a correr y patear con madreñas.

Antes, jugar al fútbol era también sobrevivir al terreno de juego.

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