Fotografía de portada: vehículos amontonados en una calle tras la riada de hace un año (Valencia). Biel Aliño (EFE)
Hay temas que mueren en el ruido. El agua no debería ser uno de ellos.
Por Camino Gutiérrez y Joaquín Santiago
El ruido mediático tiene un extraño poder: tapa lo esencial. Cada vez que una riada arrasa una región, el país entero se satura de titulares, expertos improvisados y tertulias de sobremesa.
Se habla de la tragedia, del cambio climático, de la solidaridad inmediata… pero casi nunca de la raíz del problema. Tanto es así que hablar de DANA y no de riada al tratar la destrucción, nos lleva a huir de la verdad acerca de lo que la ingeniería y la buena política pueden hacer por evitar las muertes.
Lo urgente y lo propagandístico devoran lo importante. Y el agua —la gestión del agua— se convierte en otra víctima del olvido.
Hace veinte años, España estaba trazando un camino distinto. Era un país que aún creía en la planificación hidráulica, en la ingeniería como expresión del bien común, en los proyectos de largo aliento que no cabían en una legislatura.
Ese rumbo se truncó en 2004, cuando la política del agua dejó de ser una política de Estado para convertirse en una frontera ideológica. Desde entonces, las sequías se han vuelto más intensas, las riadas más letales y el debate, más superficial.
Veinte años perdidos de agua y más de 200 víctimas que perdieron la vida hace un año, ese es el coste político y humano de enterrar el Plan Hidrológico Nacional
En 2001, el Gobierno de José María Aznar aprobó el Plan Hidrológico Nacional (PHN), una de las estrategias más ambiciosas de infraestructuras de la democracia. Diseñado por el Ministerio de Fomento, entonces bajo la dirección de Francisco Álvarez-Cascos, el plan aspiraba a conectar las cuencas fluviales de España, equilibrar los recursos hídricos y prevenir tanto la escasez en el Levante como las inundaciones en la Comunidad Valenciana.
Una de las actuaciones más importantes previstas era la presa de Cheste, junto con la doble presa del Poyo y Pozalet, concebidas por la Confederación Hidrográfica del Júcar para reducir los efectos de las riadas en dieciséis municipios valencianos —entre ellos Paiporta, Catarroja, Picanya, Massanassa o Torrent—. Su función era clara: embalsar agua, controlar avenidas y aprovechar los excedentes en tiempos de sequía.
Pero en 2004, con la llegada de José Luis Rodríguez Zapatero al poder, aquel proyecto quedó enterrado. Su Gobierno paralizó el PHN tras pactar con las formaciones nacionalistas que se oponían al trasvase del Ebro. La decisión se justificó en nombre de la sostenibilidad, pero tuvo un coste incalculable: España perdió una oportunidad histórica de disponer de una red hidráulica moderna y de prevención de catástrofes.
España comenzó el siglo XXI con una idea de país: conectar cuencas, equilibrar riesgos y unir territorios. En 2004 esa senda se quebró.
Las consecuencias se arrastran hasta hoy. Las lluvias torrenciales que golpearon la Comunidad Valenciana hace un año dejaron un balance devastador —con centenares de víctimas y daños materiales inmensos— en las mismas localidades que el PHN pretendía proteger.
Y si mañana volviera a llover con la misma intensidad, volvería a ocurrir lo mismo, porque el Gobierno actual tampoco ha reactivado ninguna de las infraestructuras pendientes ni tiene intenciones de hacerlo.
En 2019, Pedro Sánchez lanzó el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021-2030, dotado con 235.000 millones de euros, un marco ideal para rescatar proyectos como el de Cheste. Sin embargo, la presa no encontró sitio entre las prioridades del Ejecutivo.
Las promesas de “uso racional y solidario de los recursos” se diluyeron entre titulares y documentos programáticos, mientras las mismas cuencas continuaban desprotegidas.
Se sustituyó la ingeniería por el eslogan: sostenibilidad, resiliencia, relato. Las palabras no detienen una riada; las presas bien planificadas, sí.
La responsabilidad política de esta inacción es indiscutible. Desde 2004, dos décadas de decisiones erradas —la anulación de un plan eficaz, la pérdida de financiación europea, la falta de visión hidráulica a largo plazo— han condenado a miles de ciudadanos a vivir en zonas de riesgo que podrían estar protegidas.
Nadie puede decir que no se sabía: las advertencias técnicas estaban escritas, los proyectos diseñados y los presupuestos previstos.
El PHN no era solo un plan de trasvases; era un proyecto de cohesión territorial y de sentido de Estado. Su cancelación por motivos ideológicos supuso romper con una política nacional del agua que habría mitigado, si no evitado, buena parte de los desastres naturales recientes. Hoy, veinte años después, el país sigue pagando el precio de aquella renuncia.
Con este relato histórico queremos resaltar que no es hora de tirarse bolas de barro entre el gobierno y la oposición, es cuestión de desenterrar lo que en 2004 Zapatero puso bajo tierra.
Ya sabemos que Pedro Sánchez no lo va ni a mencionar pero el PP debería comenzar a desempolvar el PHN en lugar de permanecer petrificado ante insultos manipulados.
Ayer pudimos comprobar, en el homenaje a las víctimas en Valencia, que una vez más el PSOE ganó con el relato y el verdadero relato está en la historia de hace veinte años.
España necesita recuperar la planificación hidráulica con criterios técnicos y de largo plazo. Porque el agua no entiende de legislaturas ni de pactos políticos: donde no hay previsión, siempre habrá tragedia; donde no hay planificación, siempre habrá víctimas evitables.
No hay tragedia natural que no sea también una tragedia de gestión. El agua, como el tiempo, no se improvisa. España se salvó muchas veces gracias a su ingeniería; ahora la pierde por su política. Y si el país no es capaz de volver a pensar a veinte años vista, la próxima DANA no será un accidente: será una cita anunciada con la desmemoria.
El agua no entiende de eslóganes: exige previsión, técnica y Estado. Todo lo demás es ruido.
ENLACES RECOMENDADOS
- Ley 10/2001, de 5 de julio, del Plan Hidrológico Nacional (BOE)
- Plan Nacional Integrado de Energía y Clima 2021–2030 (MITECO)
- Confederación Hidrográfica del Júcar – Información general