El Parlamento español está conformado por las cámaras encargadas de representar la soberanía popular. Cada una de estas cámaras posee funciones y configuraciones propias, pero ambas comparten la responsabilidad fundamental de dar origen a las leyes que rigen la convivencia en nuestro país. Tanto el Congreso como el Senado encarnan la soberanía popular, elemento esencial y piedra angular de toda democracia.
La Excelencia de los Parlamentarios
Tradicionalmente, los parlamentarios han constituido la crème de la clase política.
Muchos de ellos han procedido de los cuerpos de élite de la administración pública o han destacado como grandes profesionales que, movidos por la noble pasión de la política y el compromiso con la gestión de los asuntos públicos, decidieron formar parte de esta aristocracia política.
Otros accedían al Parlamento tras ascender por méritos propios dentro de las estructuras de los partidos políticos, ya sea por su formación jurídica o técnica, sus ideas, sus habilidades de oratoria y persuasión, o su talento para el debate.
A lo largo de la historia parlamentaria española, han destacado intervenciones de congresistas excepcionales, quienes han elevado la palabra a la categoría de arte y han sabido transmitir ideas de manera brillante, combinando firmeza, acento ideológico, sustrato literario y las formas de la oratoria clásica, siguiendo la tradición iniciada por los atenienses hace 2500 años, precursores de la democracia como forma de gobierno.
Las Condiciones para Ser Parlamentario
Después de estos antecedentes resulta difícil imaginar que en los escaños de un Parlamento ya consolidado como el español puedan sentarse personas que no reúnan las condiciones mencionadas: ya sea porque rechazan formar parte de una institución clave en la vida política de un país al que no reconocen, porque su ideología les impide aceptar las normas democráticas, o porque carecen de la capacidad necesaria de palabra o de inteligencia para participar plenamente en la vida pública.
La Transformación Reciente del Congreso

Lamentablemente, la realidad actual en España, especialmente en el Congreso de los Diputados, se aleja del ideal parlamentario. Como ejemplo significativo, cabe destacar su composición en mayo de 2019, origen de las dificultades presentes.
En ese momento, el Congreso se conformó por siete grupos parlamentarios y dieciocho partidos, fruto del auge nacionalista, feminista, de las nuevas tendencias de un wokismo que asomaba la nariz y el slogan del “sí se puede” como consigna asamblearia de que todo vale para cualquier fin.
Ello supuso una fragmentación inusual de ideologías, salpimentadas al gusto de unos sazones desconocidos, con modos de hablar y expresión diferentes y una conducta grupal marcada por el ruido y la falta conciencia de la alta misión que representaban.
En ese contexto, se observaron imágenes inéditas: diputadas amamantando a sus hijos en el escaño, diputados con rastas y coletas, camisetas con mensajes reivindicativos y un largo etcétera de poses chocantes.
Ese día se rompió el cliché del llamado «estilo parlamentario» y el hemiciclo se vio invadido por nuevos aires más populares y menos apegados a las formas tradicionales.
Consecuencias de la Nueva Realidad Parlamentaria
Sin embargo, surge la cuestión de si estas nuevas incorporaciones estaban preparadas para la ardua tarea que debían afrontar, si conocían el papel que debían desempeñar y si contaban con la formación necesaria para superar el reto de legislar. Seis años después, la respuesta es negativa.
Actualmente, las leyes no se consensuan ni se redactan con la calidad suficiente. Los textos legales salen defectuosos tanto de los ministerios como de las comisiones, y muchos diputados no son capaces de comprenderlos.
Predomina la ideología sobre la técnica parlamentaria, lo que da lugar a normas que resultan perjudiciales para la ciudadanía, simplemente porque están mal elaboradas, como ha ocurrido con algunas de las leyes más polémicas de la XIV legislatura desde la instauración de la democracia.
Además, en algunos casos no existe un interés legítimo por seguir produciendo leyes, y parece preferirse bloquear el cauce legislativo, mientras sus señorías se regalan acusaciones jamás oídas, insultos, amenazas, risas y burlas y una total falta de diálogo productivo y de voluntad de entendimiento entre las partes.
La voz del pueblo ha quedado amordazada, el poder legislativo está paralizado por la actitud enfrentada de sus señorías que recuerda más bien a los animales de una granja como en la ilustración, con sus distintas expresiones disonantes y cacofonías.
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