Fotografía de portada: reunión de más de 300 empresas, PYMES principalmente, con SBS-GDELS en la fabruca de Trubia el pasado mes de septiembre.
Artículo conjunto de Francisco Álvarez-Cascos y Joaquín Santiago que reivindica Santa Bárbara y denuncia, con nombres propios, la manipulación política actual. Texto firme, crítico y necesario para entender el debate industrial.
Decisiones que resisten el tiempo, industrias que cumplen, instituciones que fallan: la historia reciente de Santa Bárbara Sistemas merece ser contada con rigor y sin complejos.
Hay decisiones políticas que resisten el desgaste del tiempo. No porque el pasado fuera perfecto, sino porque supieron sentar las bases de un futuro industrial sólido, técnicamente solvente y estratégicamente necesario.
La privatización de Santa Bárbara Sistemas, en pleno proceso de desmantelamiento de la Fábrica de Trubia, a finales de los años 90, fue una de esas decisiones.
En un país propenso a perder el tren de la modernización, aquella operación permitió que una empresa histórica entrara en la órbita de General Dynamics European Land Systems, un grupo capaz de proyectarla hacia estándares internacionales y, sobre todo, hacia contratos que exigían músculo tecnológico real.
A veces, para salvar una industria, hay que entregarla a quien demuestra con hechos que sabe crear, dirigir y asegurar el mercado de dicha industria.
Santa Bárbara no fue una privatización caprichosa ni una concesión al manual para formar el nuevo chiringuito político de turno.
Fue una apuesta estratégica: integrar a España en la cadena europea y atlántica de defensa, atraer inversión exterior y garantizar continuidad industrial en un sector donde competir no es cuestión de conferencias, homilías y proclamas, sino de precisión, disciplina y décadas de experiencia acumulada.
Lo hemos visto después: cuando el país necesitó vehículos de combate modernos, cuando la OTAN elevó el listón, cuando la industria europea reclamó socios fiables, Santa Bárbara—ya bajo GDELS—respondió. Y usted lo sabe: no todas las empresas españolas pueden decir lo mismo.
También es necesario recordar su identidad asturiana, tantas veces ignorada por quienes deberían defenderla. SBS está radicada en Oviedo, el municipio capitalino asturiano que alberga una de las piezas industriales más valiosas del país.
Año tras año, desde aquella privatización, la planta ha cumplido con rigor: fabricando, innovando, adaptándose y entregando sistemas blindados que hoy circulan por ejercicios de la OTAN y por programas europeos en expansión. No es una industria más: es la industria estratégica española del sector Defensa, en el sentido más literal del término.
Y, sin embargo, la paradoja se vuelve casi costumbrista. Mientras otros territorios se pelean por atraer carga de trabajo militar, mientras Andalucía, Aragón o Madrid impulsan polos de defensa con un entusiasmo casi coreográfico con la industria ya existente, Oviedo y el Principado han preferido mirar hacia otro lado.
Ni un gesto relevante del Ayuntamiento dirigido por Canteli, natural de Teverga, adonde se pasa por Trubia, y que a diferencia de Barbón, que nació en concejo minero, rige otro cuya capital, Oviedo, lleva fabricando armas desde el siglo XVIII: del Palacio del Duque del Parque en el Fontán, a La Vega y a Trubia.
Ninguna estrategia autonómica del Principado presidido por Barbón (natural de Laviana, aguas arriba del mismo Nalón de Trubia) , que convierta la presencia de Santa Bárbara en un eje industrial. Ningún plan para reforzar el ecosistema tecnológico que podría crecer alrededor de la planta de Trubia.
La empresa cumple; las instituciones se ausentan o si acuden, se “dan mus”. El decorado cambia, pero los actores son los mismos.
La ciudad que presume de talento, la comunidad que reivindica industria, ha tratado como asunto menor de Oviedo e irrelevante para Asturias a una compañía que sostiene empleo técnico cualificado, inversión estable y un prestigio internacional que no abunda precisamente en la región.
Lo que es peor: en un momento de tensiones políticas en el sector defensa, donde algunas administraciones juegan a reconfigurar a golpe de decreto una arquitectura industrial compleja, Asturias se retira del proceso de colocarse y figurar en cabeza del tablero de la competencia y guarda silencio. Un silencio que no protege, no suma y no entiende la oportunidad.
Quizá sea hora de preguntarnos algo incómodo.
¿Cómo es posible que una empresa que ha entregado resultados impecables, que ha cumplido contratos, que ha ampliado capacidades y que ha preservado la excelencia industrial en un entorno cada vez más competitivo, reciba menos apoyo institucional que proyectos infinitamente menos fiables?
La respuesta no exige dramatismos, solo sentido común: Asturias no puede permitirse despreciar uno de sus activos estratégicos sin pagar un precio.
Y Oviedo no debería comportarse como si la presencia de Santa Bárbara fuera una anécdota administrativa, cuando es, en realidad, una de las pocas infraestructuras industriales capaces de conectar la región con el mapa europeo de defensa.
Lo llamamos por su nombre, aunque duela: falta ambición, falta visión y falta política industrial. Y Santa Bárbara sigue ahí, cumpliendo, avanzando y demostrando que la privatización —tan debatida en su día— no fue una renuncia, sino una inversión de futuro.
La memoria histórica, el conocimiento de la política industrial española y europea, las decisiones de gobierno que hicieron posible esta trayectoria y la visión industrial que se consolidó entonces merecen ser recuperadas y contadas con precisión.
Porque entender cómo se llegó hasta aquí es, al fin y al cabo, comprender cómo se sostiene hoy una de las industrias más sólidas que tiene Asturias.
Y nadie mejor que quienes tuvieron responsabilidad en aquella operación para ponerlo negro sobre blanco.
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Trubia está en Asturias y pertenece al municipio de Oviedo