Fotografía de portada: Hugo Carvajal (actualmente en manos de la justicia estadounidense), Diosdado Cabello, Nicolás Maduro, Cliver Alcalá Cordones y Tareck El Aissami, miembros del ‘Cártel de los Soles’.- FotoPrimicias
Un tipo de poder político sin precedentes en la historia contemporánea
Por Hugo Mena Keymer, PhD Economía
Serie basada en el estudio “Venezuela: un caso inédito en la historia con implicaciones regionales”. Segunda entrega.
Estudio completo:
En Venezuela no se consolidó una dictadura clásica ni un simple autoritarismo: se engendró un régimen inédito, donde Estado, gobierno y crimen organizado conforman un solo conglomerado criminal cuyo motor no es la ideología, sino el enriquecimiento ilícito.
Tras la “dictadura institucionalizada” descrita en la primera entrega, el siguiente paso del caso venezolano es igual de perturbador: el tipo de régimen político que emerge de esa demolición democrática.
No se trata de una dictadura convencional, ni de un autoritarismo personalista tradicional, ni encaja en los moldes habituales de la ciencia política. Es otra cosa.
Hugo Mena Keymer define este sistema como una “narco-cleptocracia criminal totalitaria”.
Una forma de poder en la que el gobierno y el Estado mantienen una fusión simbiótica con cleptócratas, narcotraficantes y redes terroristas, y en la que el leitmotiv ya no es un proyecto político o ideológico, sino el control de una gigantesca industria de negocios ilícitos.
Del Estado fallido al conglomerado criminal
Venezuela se convierte, según los datos que maneja el autor, en un Estado fallido, forajido y criminal.

Con un 86 % de pobreza multidimensional, una crisis humanitaria aguda y millones de ciudadanos forzados al exilio, el país se vacía por dentro mientras una élite asociada al poder político y militar captura los recursos y las rentas derivadas tanto del saqueo del erario público como del delito organizado.
El resultado es demoledor: entre 8,5 y 9 millones de venezolanos abandonan su país, configurando la migración forzada más grande del siglo XXI.
La represión política y la miseria económica no son daños colaterales: forman parte del mecanismo que sostiene al régimen y multiplica la dependencia de la población.
No estamos ante un simple “gobierno corrupto”, sino ante un Estado secuestrado por un conglomerado criminal que utiliza la estructura estatal como plataforma para el delito transnacional.
Un poder descentralizado en red de mafias
Uno de los aspectos más originales del análisis de Mena es que desmonta la imagen del “dictador único” que lo decide todo.
Retoma, entre otros, un diagnóstico formulado por Lech Wałęsa: Venezuela ya no es una dictadura clásica en la que el poder político y militar depende de una sola persona. El poder no es vertical ni está concentrado en la figura de un caudillo omnipotente.
En su lugar, se configura una red de poderes fácticos descentralizados, fraccionados, estructurados en torno a mafias relativamente independientes entre sí pero interconectadas.
Esta red se asienta sobre una “economía paralela” ilícita, fundamentalmente exportadora, que genera alrededor de 30.000 millones de dólares anuales, aproximadamente un tercio del PIB.
A ese flujo se suma un desfalco colosal al erario público, estimado conservadoramente en 750.000 millones de dólares en veinte años. La cifra equivale, según el estudio, a 2,5 veces el coste de las reparaciones de guerra tras la Segunda Guerra Mundial, o siete veces el PIB de Venezuela en 2024.
Es una cleptocracia a gran escala: el Estado se convierte en herramienta de saqueo sistemático.
Una fusión simbiótica: Estado, gobierno y crimen organizado
El núcleo del concepto de narco-cleptocracia criminal totalitaria está en esa fusión simbiótica.
El gobierno no es un actor separado que “tolera” o “infiltra” el delito organizado: forma parte del mismo entramado que controla coactivamente las instituciones, la economía y la vida social.
En esa red participan:
- •Cleptócratas vinculados al aparato estatal.
- •Narcotraficantes organizados en estructuras como el llamado “Cartel de los Soles”.
- •Grupos terroristas nacionales y extranjeros (entre ellos ex FARC, ELN, Hezbollah o Hamás), que controlan aproximadamente un tercio del territorio.
- •Traficantes de minerales estratégicos (oro, diamantes, coltán, torio, uranio).
- •Redes de trata de personas y comercio sexual.
- •Exportadores de delincuencia organizada, como el conocido Tren de Aragua, con presencia en varios países.
El Estado, en lugar de combatir este entramado, lo ampara, facilita y protege. Así se sostiene financieramente un sistema cuyo motor es la acumulación de rentas ilegales, tanto dentro como fuera del país. La política se reduce a la gestión del botín.
Una categoría inédita en la ciencia política
Una de las afirmaciones más contundentes de Mena es que no existe precedente histórico de un régimen con estas características.
No responde al eje clásico izquierda/derecha, hasta el punto de que incluso el Partido Comunista venezolano ha roto con Maduro al constatar que el verdadero leitmotiv del sistema es incompatible con los derechos de los trabajadores.
Para subrayar esta singularidad, el autor introduce un experimento revelador: formula a una herramienta de inteligencia artificial la siguiente pregunta —«aparte de Venezuela, ¿existe algún país del mundo cuyo gobierno esté 100 % controlado por narcotraficantes y criminales?»— y la respuesta es negativa.
Puede haber narcoestados o gobiernos con fuerte infiltración del narcotráfico, pero no otro caso documentado de control total.
Esto es Venezuela: una fusión simbiótica entre Gobierno, Estado y conglomerado criminal. El poder se estructura en torno a esa red y no a una institucionalidad republicana.
La exportación del crimen y la desestabilización regional
La dimensión regional de este régimen es otro aspecto central de la tesis de Mena.
La narco-cleptocracia no se limita a administrar su propio territorio: exporta delincuencia organizada, desestabiliza democracias en la región, financia candidaturas políticas afines con recursos ilícitos y mantiene alianzas con potencias y actores hostiles a Occidente.
El Tren de Aragua, por ejemplo, se ha expandido a varios países de América Latina y tiene presencia en catorce estados de Estados Unidos, combinando narcotráfico, secuestros, asesinatos y trata de personas.
Paralelamente, el régimen respalda abierta y peligrosamente a Irán, facilita pasaportes venezolanos falsos a miembros de organizaciones terroristas y permite en su territorio instalaciones militares y tecnológicas de alto riesgo estratégico.
No se trata, por tanto, de una crisis doméstica aislada, sino de un nodo criminal internacional que utiliza el Estado venezolano como plataforma logística, financiera y diplomática.
El secuestro del pueblo venezolano
Detrás de esta arquitectura de poder hay una tragedia humana de enorme escala. La misma red que saquea el país y exporta crimen organizado somete a la población a un régimen de hambre, miedo y precariedad extrema.
El control de los alimentos, el colapso deliberado de los servicios públicos, la persecución política y la represión sistemática forman parte del mecanismo de dominación.
El pueblo venezolano no enfrenta solo a un gobierno autoritario, sino a un conglomerado criminal armado que ha convertido el territorio nacional en base de operaciones y a sus ciudadanos en rehenes de facto. El régimen no gestiona el Estado: lo explota.
Una categoría que obliga a repensar las respuestas
Definir con precisión la naturaleza del régimen no es un ejercicio académico, sino una necesidad práctica.
Si se acepta la descripción de narco-cleptocracia criminal totalitaria, entonces las respuestas tradicionales —diálogo político, negociación entre élites, procesos electorales convencionales— resultan insuficientes o directamente ineficaces.
No se está tratando con un gobierno corrupto dispuesto a negociar, sino con un entramado criminal que se juega su propia supervivencia.
En la próxima entrega, Hugo Mena aborda precisamente esa consecuencia: por qué este tipo de régimen es estructuralmente perenne y carece de incentivos para dejar el poder por vías pacíficas o negociadas, y qué implica eso para cualquier estrategia de salida democrática.
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EN LA ENTREGA ANTERIOR:
Venezuela: cómo se destruye una democracia desde dentro
Sobre el autor: trayectoria profesional de Hugo Mena Keymer
Hugo Mena Keymer cuenta con cerca de 40 años de actividad profesional. Sus primeros seis años los desarrolló en el Banco Central de Chile, institución que le otorgó la beca con la que obtuvo el Máster y el PhD en Economía.
Los siguientes 25 años los ha dedicado a la academia en jornada completa en Chile, Estados Unidos y México. Ha ejercido cargos de alta gestión y administración universitaria, entre ellos: Rector, Vicerrector Académico y Decano de Facultad de Economía y Negocios.
Su labor docente se ha centrado en economía y calidad educativa, desarrollando proyectos de mejora basados en su enfoque de “micro pedagogía disciplinar focalizada”, que él considera el método más eficaz para elevar los estándares de aprendizaje.
Entre sus áreas de especialización destacan la evaluación de currículums, la gestión de cambio estructural, la formación académica y el diseño de políticas de mejoramiento institucional.
Actualmente mantiene una activa trayectoria como consultor y como analista en temas económicos y político-institucionales
