Cuando el hombre cae en la tentación de planificar la forma de relacionarse e intercambiar conocimientos, bienes, servicios… de sus semejantes comete un error “fatal” descrito escrupulosamente por Friedrich A. Hayek en su último libro, La fatal arrogancia. Los errores del socialismo, y las consecuencias de este son incalculables y, con toda seguridad, devastadoras.

   En el año 1979, Robert Schuettinguer y Eamon Buttler escriben lo que a la postre sería el mejor resumen del fracaso de los controles de precios de la historia de la humanidad. 4000 años de controles de precios y salarios relata el recurrente drama que produce en la economía y por ende en la vida de las personas la injerencia de las garras interesadas en los libres acuerdos entre los distintos agentes que constituyen el mercado.

    Desde la antigua Mesopotamia, hemos ido fracasando una vez tras otra en la imposición de los precios, sin tener en cuenta los costos, las preferencias, las características del mercado y las innumerables variables que hacen que las partes acuerden el valor de las cosas en el preciso y singular momento de la transacción.

    El mayor problema para instituir el socialismo como un sistema estable es el ataque sistemático que este produce sobre la propiedad privada en todas sus manifestaciones.

Por eso, este siempre tiende con paso firme y decidido al autoritarismo. Sin propiedad privada no hay precios; sin precios, no hay cálculo económico y sin este, un sistema económico se derrumba.

   Cuando el pirómano es el encargado de sofocar el fuego que él mismo  produjo, no es de extrañar que su receta para apagar las llamas sea arrojar un buen chorro de gasolina al mismísimo centro del incendio.

   En estos días, desde la cesta básica ideada por la ministra Yolanda Díaz, la subida del salario mínimo o la  propuesta de Errejón de topar los emolumentos de los ejecutivos, hasta la subvención, bonificación, descuento o como quiera que llamemos al Sanchezmocho de los combustibles y las decenas de intervenciones continuas en el mercado por parte de la camarilla de integrantes de este gobierno socialcomufiloterrorista, no dejan aventurar un futuro muy halagüeño  que digamos para la ya sobradamente maltrecha economía de nuestro país.

   La propiedad privada debe ser defendida. Y si no se hace, el destino del ser humano no es otro que la esclavitud.

   Apenas nos queda tiempo para cruzar el “punto de no retorno”. Los españoles deben comprender que no existen los viajes en tren gratuitos, ni la enseñanza, ni la sanidad… Nada es gratis y lo que beneficia particularmente a uno, otros lo estarán pagando.

   Los próximos comicios serán prácticamente la última oportunidad para tratar de cambiar el rumbo de esta nave que nos lleva directamente hacia el desastre.

Marcos Badallo Prieto