En ocasiones nos enfadamos, nos ofuscamos y nos indignamos por las cosas que se hacen en la vida pública. Tales o cuales políticos nos parecen inútiles, arrogantes, estúpidos, incapaces … y nos molestamos por ello, llegando incluso a discutir con amigos o familia por culpa de ello.
Mis letras de hoy van dirigidas a poner en contexto estas cosas y a daros una pincelada de cómo lo digiero yo. Lo cual no es ni lección ni consejo. Cada cual lo coja como quiera.
Nací en 1973. Cien años antes, en 1873, se producía el primer «crack» bursátil de la bolsa de Nueva York, que llevó a varios países a la suspensión de pagos por la contracción del crédito. Por primera vez surgió la noticia de un broker intentando suicidarse en el East River. Todo se debía a la «burbuja» del desarrollo del ferrocarril tanto en América como en Europa que hizo creer a los inversores que las ganancias bursátiles no tenían fin. En Europa, la indemnización que Francia tuvo que pagar a Alemania tras la guerra franco-prusiana tampoco ayudaba a la economía general del continente, ya que desató una fiebre especulativa.
En España, Amadeo de Saboya abdica y el turbulento clima político hace que las Cortes proclamen la primera república española el 11 de febrero, en un contexto de guerra en Cuba, contienda con los carlistas y con los cantonalistas. La vida de ésta república fue efímera, y terminó el año siguiente con el pronunciamento del general Martinez Campos que restituyó a Alfonso XII como rey de España.
Todas estas cosas eran asuntos graves, gravísimos, de la época y, tal vez, para un español, éste breve relato de hechos habrá sacado de sus casillas a los detractores de los Borbones, o a los partidarios de la república como forma de gobierno, o a los carlistas que aún pudieran quedar, perdedores de la contienda a la postre, o tal vez regocijado a los monárquicos partidarios de D. Alfonso, o entristecido a los nostálgicos del imperio ante la pérdida de la última provincia de ultramar, pero, si yo no lo hubiera recordado… ¿Quién se acuerda ya de éstos hechos? ¿Quiénes de tu familia los vivieron, tal vez con máxima indignación y pleno desasosiego? ¿tal vez tu bisabuelo, o el padre de de tu bisabuelo? ¿los conociste?¿cómo se llamaban?¿con quien se casaron, donde iban a bailar, que libros leían, quien era su mejor amigo, como y de qué vivían, que les gustaba…?
Nada de eso se recuerda ya, salvo casos contados, a no ser que tengas algún antepasado relevante que haya dejado huella en los anales. La Historia , la grande, la de las mayúsculas, queda escrita en los libros, pero las pequeñas historias de cada uno, las historias familiares, se las lleva el tiempo, como polvo en el viento.
Así que, a mi modo de ver, hay que, más que preocuparse, ocuparse de los problemas directos que tenemos ahora, tratar de mejorar nuestro entorno de la mejor manera que podamos cada uno según sus posibilidades, para dejar un mundo mejor a los que nos siguen, recordar que vinimos desnudos al mundo y desnudos lo dejaremos, y desde luego no permitir que la confrontación de ideas, noticias, corrientes políticas o filosóficas nos lleven al sectarismo, o aún peor, al hooliganismo.
Se puede estar de acuerdo con las ideas del prójimo, o no, pero no por eso se ha de perder, como mínimo, el respeto. Soy firme partidario de la idea, atribuida a Voltaire, que se ejemplifica según la famosa frase : «No comparto tu opinión, pero daría mi vida por defender tu derecho a expresarla«
¿En serio que el que Sánchez o Feijóo digan que esto o aquello se merece una discusión con tu hermano? ¿En serio merece que te dejes de hablar con tu mejor amigo de la infancia? Tanto a uno como al otro se los llevará el polvo y el tiempo.
En 2173 nadie recordará sus nombres, como hoy muy pocos se acuerdan del general Francisco Serrano, o de Antonio Cánovas del Castillo.
Padre de familia, contribuyente como ciudadano de Europa, España, Asturias y Avilés
No adscrito a ningún grupo político, pero crítico de todos ellos.
Me gusta mi país y creo que aún podría ser mejor.