Si consiguiera Pedro Sánchez cuadrar el círculo de la singularidad presupuestaria catalana extendiéndola a otras 16 singularidades y, por consiguiente, que ya ninguna región sea singular, los turbonacionalistas catalanes querrán el paso siguiente. Por esta y por otras razones también singulares el gobierno de España, el que se dirige directamente desde La Moncloa, es el principal acumulador de deuda pública de entre todas las administraciones públicas. A su lado, las CC.AA. y los ayuntamientos parecen los Tacañones.
Y es España el cuarto país de Europa con la deuda pública sobre el PIB (108,9%) más alta en el primer trimestre de 2024, tan solo por detrás de Grecia (159,8%), Italia (137,7%) y Francia (110,8%).
Potencialmente cabe que llegue a esa cuadratura, que extienda esa financiación a buena parte de las otras CC.AA. (no a todas, a las de su palo, por supuesto). Y lo puede hacer porque los datos de crecimiento del PIB español avanzan la ilusión de bonanza económica y, por tanto, de capacidad para endeudarse aún más.
Cuando las singularidades se extienden, pues, de forma asimétrica (gran Pascual Maragall introduciendo el inaceptable concepto bajo apariencia geométrica, que siempre queda mejor), lo que se consigue no es federalismo (como Pedro dijo), sino confederación.
Pero es tan, tan singular España que recorre el camino inverso a todos los demás. La confederación es el paso asociativo que se da desde estados previamente soberanos. Los lazos se establecen entre los gobiernos de cada territorio. La confederación NO se relaciona directamente con los ciudadanos: ésta se establece entre cada gobierno integrante y sus particulares ciudadanos. Según las confederaciones que en la historia ha habido, suele verse que van mutando hasta llegar a una federación donde sí puede hablarse de gobierno nacional.
La querida España pasó del gobierno unitario bajo Franco al prefederalismo autonómico en el 78 y a la asimetría preconfederal actual. En Cataluña y en las Vascongadas la relación administrativa casi única del ciudadano es con su gobierno autonómico y esto irá acentuándose con cada vez más y más competencias de las «exclusivas» del Estado.
Un proceso éste que, por ir de lo unido a lo roto, puede hablarse de ruptura conjunta, co-ruptura y, por ende, corrupción, como explica en este artículo el gran Bueno en este año, centenario de su nacimiento.
Y es que España sí que es singular.
Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED