Asistimos otra vez al circo mediático tras la catástrofe. Los medios tirios declarando que es culpa de los troyanos, los medios troyanos denunciando el dolo de los tirios, todos mintiendo, o diciendo las verdades que interesa decir, y ocultando las que molestan, pero los más de 200 muertos ahí están, y no tienen perro que les ladre, ni se haga cargo de ellos asumiendo responsabilidad alguna.
Nadie dimite ni hay consecuencias más allá de las que pueda haber electoralmente a posteriori. Los tertulianos televisivos afines a diestra y siniestra debaten acaloradamente si Mazón hizo lo que debía o si debía haber hecho otra cosa, si Feijoo ofrece un perfil o se pone de lado, o si Sánchez pudo hacer y no hizo, aprovechando la ocasión para sus propios fines, que si Teresa Rivera debiera haber hecho, o si está más guapa en Bruselas, o si Marlaska pasaba por allí y vio luz, pero no entró, cuando debía haberlo hecho.
Debo declarar que para mí son todos lo mismo, gentes ideologizadas, que gobiernan pensando sólo en lo suyo, no para todos, con poca preparación para los cargos que ejercen, poco prestigio, mucho sectarismo partidista, con fidelidad inquebrantable al líder del partido, cada cual al suyo, para que en base a esa lealtad perruna les pongan en las listas para ser electos en puestos de relevancia, con buen sueldo, prebendas y comodidades.
Que ejercen su cargo rodeados de asesores, imprescindibles ya que ellos no tienen conocimiento profundo de lo que tienen que gestionar. Un sistema caro de mantener, injusto y profundamente ineficiente. Podrían dimitir todos, o ser cesados, y serían reemplazados por otros iguales. O peores. ¿Quién se atreve a decidir si es mejor Puente que Ávalos o viceversa?
Cada uno de dichos actores está muy pendiente de cuáles son sus competencias, no para ejercerlas, si no para denostar y volcar el juicio mediático sobre el que debería haber hecho y no hizo. Que el Estado sea descentralizado, aunque en teoría es bueno porque no tiene sentido abordar asuntos locales o regionales desde Madrid, para otras cosas es un desastre, porque se solapan, colisionan o se dejan las competencias de los distintos niveles de gobierno, ayuntamiento, Comunidad Autónoma y Estado, y los unos por los otros, dejan la casa sin barrer, y es precisamente en estos casos de emergencia donde se nota con más nitidez.
¿Quién debería haber sido el primero en enviar recursos de emergencia a las zonas afectadas? En prensa leo que a cierto pueblo llegaron los bomberos voluntarios franceses antes que ninguna otra autoridad. Eso es increíble. Hay cosas que claramente no están bien organizadas o definidas. Pero la responsabilidad luego siempre es huérfana, viuda o soltera.
Mientras todo va bien y no hay acontecimientos imprevistos, éstos cargos políticos incluso puede parecer que hacen un papel digno, ya que continúan la labor del predecesor sin cambios, o la tarea encargada por sus superiores, siguiendo obedientes las consignas del partido, y pasan desapercibidos en el paisaje general mientras cobran sus abultados sueldos, dietas y gabelas.
Pero cuando la marea baja, o en este caso, sube el nivel del rio, es cuando nos damos cuenta que un concejal no vale para ser presidente de una confederación hidrográfica, gerente de una empresa pública o presidente de la autoridad portuaria, que los que mandan en las emergencias y toman decisiones en momentos críticos deberían ser profesionales entrenados, y no cargos políticos que andan más en cálculos de popularidad y votos que en otra cosa.
Un político ignora los informes técnicos que advierten de una posible catástrofe si no se toman ciertas medidas, porque le viene mejor gastar el presupuesto en cosas más vistosas que le hagan ganar votos. Si no hay riada durante su mandato, nadie se va a fijar en que mandó hacer una presa allá en lo alto de un monte y se gastó 100 millones en algo que sirve para prevenir, no se sabe qué ni para cuando, pudiendo gastarlo en “panem et circenses” que traen rédito electoral inmediato.
Y ya no digo nada si la obra del proyecto hidráulico dura más de 4 años. ¿Cómo pensáis que un político se va a meter a gastar el preciado presupuesto en una obra que tal vez no inaugure él? O incluso peor, ¡que lo inaugure uno de otro partido llevándose los méritos!
Así anda el país huérfano de políticas a largo plazo de ninguna especie, nadie planifica a 10 ó 20 años vista, porque no sabe si en aquel entonces seguirá en el cargo. Eso sí, los que por algún motivo lo conservan a lo largo de los años, siempre tienen sus mejores ideas para resolver los problemas justo antes de las próximas elecciones. Todos los años anteriores no, pero ahí, sí.
Si me preguntaran a mí por soluciones, que nadie va a hacerlo porque no soy nadie, ni a nadie represento salvo a mí mismo, diría que la solución de muchos o la mayoría de nuestros problemas como país, pasan por desprofesionalizar la política mediante varias medidas, a saber:
- Limitación de mandatos, si un político sabe que no va a perpetuarse, no estaría tan ocupado en echar tierra a los rivales, en polarizar a la opinión pública, en controlar medios de comunicación… si no más bien en hacerlo lo mejor que pueda para prestigiarse a sí mismo.
- Limitación de sueldos: Si sabe que va a volver a su sueldo de antes, a pesar de que temporalmente gane más como cargo público, un político lo será por vocación, convicción, patriotismo… no por dinero, sino por prestigio.
- Régimen de incompatibilidades: ¿Cómo va a ser que una vez sea diputado, contrate como asesora a mi mujer, o a mi sobrina? ¿O que favorezca legislativamente a la empresa que luego me va a contratar? Y muchas otras cosas de las que todos tenemos ejemplos que tal vez sean legales, pero son poco éticas y aún menos estéticas. Todo eso debería ser regulado para evitar el crecimiento de la corrupción.
- Listas abiertas: Poder elegir personas concretas para los cargos públicos, no listas de partidos, restando poder al partido, y a su líder. La elección del cargo depende de la popularidad del candidato, a sus hechos y currículo. Basta de políticos nini.
- Candidatos independientes: Cualquiera podría resultar elegido sin estar en una lista de un partido, lo que aun minora más el poder partidista. Eso podría animar a profesionales bien preparados e independientes a ocupar puestos públicos de gestión, donde sus conocimientos son tan necesarios. Hoy por hoy, para una persona con buena reputación personal y profesional, entrar en la lista de cualquier partido político la desprestigia.
- Cambio de ley electoral: la ley D’Hont falsea los resultados, y hay partidos que con 40.000 votos sacan nueve diputados, y otro con los mismos votos, no sacan más que dos, o ninguno, si son repartidos en varias circunscripciones. Circunscripción única para las elecciones nacionales, y el que no saque al menos un 3% de los votos no entra en el parlamento. Así nos libramos de las fuerzas minoritarias, que a fuerza de ser bisagras acaban dirigiendo el cotarro, quitando todo el sentido a la democracia, que debería gobernar para la mayoría.
- Declaración de coaliciones previas a las elecciones. Quiero saber si votando a los azules estoy también votando a los rojos o a los verdes. Antes de votar, para que no me sorprendan luego con alianzas bizarras.
- Declaración de bienes y haberes: al entrar en política, radiografía de la economía de la unidad familiar del candidato, y compararla con la radiografía cuando salga. Si las cantidades y haberes crecen más de lo esperado… algo hay que explicar.
En fin, soy un idealista irredento. Y tal vez un poco cándido, lo se. Seguro que a alguno se os ocurre alguna otra medida.
Fuerte abrazo a los valencianos, fuerza y coraje para enfrentar la recuperación, que será a pesar de nuestros políticos, no gracias a ellos.
Padre de familia, contribuyente como ciudadano de Europa, España, Asturias y Avilés
No adscrito a ningún grupo político, pero crítico de todos ellos.
Me gusta mi país y creo que aún podría ser mejor.