> España > Los errores de España en la Cuestión Ucraniana y cómo rectificarlos

La reciente declaración del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, comprometiendo 1.000 millones de euros en ayuda militar a Ucrania, subraya la alineación de España con la política exterior de la Unión Europea (UE) y la acabada administración Biden en el conflicto ucraniano. Sin embargo, desde una perspectiva realista en las relaciones internacionales, es imperativo que España evalúe críticamente sus intereses nacionales y considere una postura más autónoma en su política exterior respecto a Ucrania. Para la banda sonora de los Sánchez Pérez-Castejón pedir esta autonomía es propia de la «fachosfera», lo que confirma su necesidad.

El Realismo y la Política Exterior Española

El realismo, como teoría de las relaciones internacionales, enfatiza la primacía del interés nacional y la búsqueda de influencia en un sistema internacional de equilibrios entre potencias.

Esto es más legítimo, por honesto, que ocultar injerencias e intereses tras el velo de lo humanitario o democrático, como expongo en este análisis.

Desde esta óptica, las decisiones de política exterior deben basarse en una evaluación pragmática de los beneficios y riesgos para el Estado, más allá de consideraciones ideológicas o presiones externas. Sin embargo, el idealismo que domina la política exterior de la UE ha demostrado su lado más oscuro en el conflicto ucraniano.

La narrativa de defensa de los valores democráticos y la soberanía de Ucrania sirve, en muchos casos, como una cortina de humo para los intereses de la megaburocracia de Bruselas, cuya supervivencia económica y política depende de la perpetuación de la amenaza externa que representa Rusia.

La proclamación de la inexistente soberanía de Ucrania

Las injerencias rusas en la soberanía ucraniana corren paralelas en el tiempo y la intensidad a las de la UE y las administraciones Obama-Biden.

Una soberanía que siempre fue más nominal que real. Los medios occidentales resaltan y documentan las intromisiones rusas tanto como ocultan las occidentales, hurtando a sus pueblos informaciones clave sobre los manejos de sus élites.

Tanto en la Revolución Naranja (2004-2005), como en el Euromaidán (2013-2014) y en la Crisis de Crimea y Guerra del Donbás (2014), las injerencias europeas están documentadas y veladas desde el momento en que sucedieron. Pero no solo Rusia y Bruselas han instrumentalizado a Ucrania para su propio beneficio.

Las recientes declaraciones de Robert F. Kennedy (h), en las que confirmó que Estados Unidos estuvo directamente implicado en el golpe de Estado de 2014 en Ucrania, revelan la falsedad del relato idealista de las administraciones Obama-Biden.

Según Kennedy, la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID) –vinculada a la CIA– invirtió 5.000 millones de dólares en financiar las protestas del Euromaidán, que culminaron con el derrocamiento del presidente Víktor Yanukóvich. Esta afirmación se alinea con las declaraciones previas de Victoria Nuland, exsecretaria de Estado de EE.UU., quien reconoció que su país gastó miles de millones en Ucrania para provocar un cambio de régimen.

Esta intervención en Ucrania no responde a la defensa de la democracia ni de una soberanía que ni Rusia ni Occidente respetan, sino a una estrategia geopolítica de largo plazo de éste para mantener su influencia en la región y debilitar a Rusia.

La guerra, por tanto, no es el resultado de la exclusiva agresión inesperada de una de las partes, Moscú, sino de años de intervención y manipulación externa, lo que desmonta el discurso oficial con el que la UE y España justifican su implicación en el conflicto.

Impacto Económico del Conflicto Ucraniano en España

La guerra, en la que España participa con entusiasmo irresponsable, tiene implicaciones económicas significativas que afectan directamente a los intereses nacionales:

1. Inflación y Costo de Vida: Desde el inicio del conflicto en 2022, España ha experimentado un aumento notable en el Índice de Precios al Consumo (IPC). En marzo de 2022, la inflación alcanzó un 9,8%, el nivel más alto desde 1985, impulsada principalmente por el encarecimiento de la energía y los alimentos. Aunque en 2024 la inflación se moderó al 2,8%, los precios de los alimentos básicos se incrementaron en un 22% en comparación con los niveles previos al conflicto, afectando considerablemente el poder adquisitivo de los hogares españoles.

2. Suministro de Materias Primas: La guerra ha alterado las cadenas de suministro de materias primas esenciales. España, que importaba una parte significativa de cereales y aceites de girasol de Ucrania, ha enfrentado desafíos en el abastecimiento de estos productos, lo que ha contribuido al alza de precios en el mercado interno. Además, la dependencia energética de España respecto al gas ruso ha generado vulnerabilidades, aunque se han implementado esfuerzos para diversificar las fuentes de suministro energético.

3. Sector Agrícola y Ganadero: El aumento de los costos de producción, derivado del encarecimiento de la energía y los fertilizantes, ha afectado gravemente al sector agrícola español. Las protestas de agricultores en diversas regiones del país reflejan el descontento ante la presión económica y la competencia desleal de productos importados a bajo costo.

La necesidad de la UE de mantener la guerra

La Unión Europea ha asumido compromisos financieros muy elevados en apoyo a Zelensky como se documenta en el artículo de José Fuero. Y mientras la élite burocrática europea justifica este gasto como una defensa de los valores democráticos, el verdadero trasfondo es la necesidad de alimentar un sistema centralizado de control y gasto público que garantice la perpetuación de su influencia.

La megaburocracia de Bruselas necesita que la amenaza rusa permanezca viva, ya que su desaparición dejaría sin fundamento muchas de las políticas de control interior, mantenimiento de su estatus privilegiado y expansión que han impulsado desde el inicio del conflicto.

La Necesidad de una Política Exterior Autónoma

La alineación automática con las directrices de la UE y Estados Unidos puede no siempre reflejar los intereses específicos de España.

Una política exterior soberana permitiría a España:

  • Definir sus Prioridades: Evaluar de manera independiente cómo los conflictos internacionales afectan directamente al país y actuar en consecuencia.
  • Flexibilidad Diplomática: Mantener relaciones constructivas con una variedad de actores internacionales, ampliando su margen de maniobra en la escena global.
  • Protección Económica: Evitar sanciones o compromisos financieros que puedan perjudicar la economía nacional sin un beneficio claro.

Conclusión

Adoptar una postura más autónoma en relación con el conflicto ucraniano, fundamentada en los principios del realismo, permitiría a España salvaguardar sus intereses nacionales y fortalecer su posición en el ámbito internacional.

Es esencial que la política exterior española se base en un análisis riguroso de los beneficios y riesgos, priorizando siempre el bienestar y la seguridad del país.

La crisis en Ucrania es un claro ejemplo de cómo el idealismo político puede convertirse en una herramienta de manipulación al servicio de una élite burocrática cuyo verdadero objetivo no es la paz, sino la consolidación de su propio poder.

La evidencia de que EE.UU. y la UE orquestaron el golpe de Estado de 2014 en Ucrania demuestra que la narrativa de defensa de la soberanía y la democracia es, en muchos casos, una farsa utilizada para justificar estrategias de intervención y dominación geopolítica que serían más legítimas si no vinieran envueltas en el celofán de la hipocresía.

En este escenario, España tiene la oportunidad –y la obligación– de redefinir su papel en el orden internacional, eligiendo el camino del pragmatismo y la defensa de sus propios intereses por encima de las agendas ajenas.

No es posible reflejar mejor la penosa actitud de los líderes de Europa que el discurso de J.D. Vance en Munich:

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