
(Fotografía de portada: Salvador Illa e Isidro Fainé, normalizadores del pacto Sánchez-Puigdemont)
Resulta que La Caixa ha anunciado su triunfal regreso a Cataluña. Sí, esa misma entidad que en 2017 salió despavorida de su tierra originaria en cuanto vio las orejas al lobo independentista, ahora nos dice que todo está en calma, que ya no hay sustos, que el “procés” ha quedado atrás y que la estabilidad reina en la región. ¿Motivo oficial del retorno? La situación se ha “normalizado”. Ah, qué reconfortante.
A ver si también les avisan de esto a los inversores que siguen pensando que meter dinero en Cataluña es como jugar a la ruleta rusa.
El acuerdo PSOE-Juntos: contradicción en estado puro

Pero Illa y Fainé, Generalidad y Caixa, intentan convencernos de que Cataluña es un oasis de seguridad jurídica y normalidad democrática, justo cuando llega el PSOE con su acuerdo con Juntos por Cataluña demostrando lo contrario. Todo un velo bancario de color rosa para tapar el paso sanchista. Porque, verán, el pacto en cuestión consiste en regalarle a la Generalidad competencias en inmigración.
Como si dar más poder a un gobierno que históricamente ha tratado a los españoles de Cataluña como extranjeros fuera lo más sensato. Los mismos que en 2017 organizaron un golpe contra el Estado ahora recibirán más herramientas para decidir quién entra y quién se queda en “su país”.
No parece que esta sea la verdadera estabilidad que los de la Caixa quieren aparentar. Pero esperen, que la cosa mejora. El PSOE justifica el traspaso con una estadística digna de un chiste de Eugenio: dice que el 18% de la población catalana es extranjera y que el 24% nació fuera de Cataluña. ¿Y qué? ¿Desde cuándo nacer fuera de Cataluña te convierte en extranjero?
Aplausos para el PSOE por adoptar sin complejos la jerga supremacista del catalanismo más rancio.
El ADN catalán: una tradición supremacista

Porque, si hablamos de racismo, los independentistas no se ha quedado cortos. De Pujol a Torra, pasando por otros iluminados de la causa, el discurso sobre la pureza del ADN catalán ha sido una constante. Para los despistados, un recordatorio de lo que estos próceres han dicho:
- Jorge Pujol, el patriarca del independentismo, explicaba en su libro La inmigración, problema y esperanza de Cataluña que los andaluces eran poco menos que un lastre para la identidad catalana.
- Héctor López Bofill, exdiputado de Junts, llegó a decir que la independencia de Cataluña se lograría cuando los catalanes tuvieran más hijos que los inmigrantes.
- Joaquín Torra, expresidente de la Generalidad, calificó a los españoles de «bestias con forma humana».
Así que no nos vengan con cuentos. Esto no es una cuestión administrativa ni de gestión migratoria: es una cesión de poder a quienes llevan décadas intentando borrar a los españoles de Cataluña del mapa.
Se les entrega la llave de la puerta para decidir quién es bienvenido en su pequeño feudo. Cataluña es España, y punto. Pero, ¿saben qué? Los españoles de Cataluña son tan españoles como los de Albacete, San Sebastián o Asturias.
Por mucho que el independentismo se empeñe en jugar a la ingeniería social, España no es una suma de tribus ni una colección de mini-naciones. Es una sola nación, la de todos los nacidos en ella y de quienes, sean del color que sean, vengan a aportar calidad cívica y profesional.
Y si alguien tiene dudas, que le pregunte a la Constitución, a la historia o, mejor aún, a la realidad, que es hija de esta última..
Así que, con todo respeto, si alguien es extranjero en Cataluña, no son los españoles, sino los que llevan años intentando hacer de esta región un cortijo étnico.
Que dejen de aburrirnos con fantasías de estabilidad ni de normalidad, porque, a la vista está, la única cosa normal que conocen algunos es la del delirio nacionalista con cheques en blanco del gobierno de turno.

Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED