
¿Con cebolla o sin?
La frase cayó como un chiste viejo en un funeral. Pedro Sánchez, en plena reunión del Consejo de Seguridad Nacional, preguntando por la tortilla mientras media España seguía sin luz. Algunos lo aplaudieron como gesto humano. Otros como muestra de su total desconexión… y no solo eléctrica.
Lo que quizá no sabían es que, sin querer, el presidente nos regaló la metáfora perfecta para entender su forma de gobernar: una cebolla. Capas, lágrimas y… al pelarla, nada.
Primera capa: La culpa es de las eléctricas.
Reflejo automático del manual sanchista: buscar culpables.
- ¿Se cae el sistema eléctrico? Es que las operadoras no respondieron a tiempo.
- ¿Pero quién diseñó un modelo que permite volcar miles de megavatios solares sin respaldo ni control? Ah, eso no. Eso es innovación, sostenibilidad, liderazgo verde.
- La culpa, como siempre, es de los malos de siempre.
- ¿Responsabilidad política? No, gracias, que eso no se subvenciona.
Segunda capa: quien critique, miente.
En cuanto empezaron a circular voces (con estudios en la mano) señalando a las placas solares como origen del colapso, apareció la maquinaria: “difusión de bulos”, “negacionismo energético».
Que no se te ocurra decir que las renovables tienen límites: te excomulgan de la nueva religión del sol eterno. En la España oficial, quien pone el dedo en la grieta es acusado de romper el muro.
Enlace: Bulos y desinformaciones sobre el apagón en la península ibérica
Tercera capa: sí, fue fallo de la solar… pero de autonomías del PP.
Red Eléctrica de España filtró lo evidente: fue una desconexión en cascada de plantas solares lo que dejó a oscuras a toda la península.
Pero el gobierno, lejos de asumir el despropósito de su modelo, deslizó —con la elegancia de un trilero en mitad de una feria— que quizá las instalaciones solares quexse desconectaron estaban en comunidades gobernadas por el PP: Extremadura, Andalucía. Y quién sabe, quizá hasta el sol salió por la derecha ese día.
Cuarta capa: más gasto público, por favor
Acto seguido, los empresarios del sector fotovoltaico salieron al escenario. No para dar explicaciones, sino para pedir más dinero. Faltan baterías, dicen. Hay que almacenar toda esa energía verde. O sea: tras el apagón provocado por exceso de verde sin control, la solución es… más verde. Más millones. Más subvenciones. Otra lluvia de euros para evitar que vuelva a llover.
Enlace: ANPIER – Asociación Nacional de Productores de Energía Fotovoltaica
Quinta capa: nacionalización, faltaría más
Y justo cuando creías que no podía empeorar, los socios de Sumar —que cuando ven una red eléctrica piensan en una red clientelar— plantean nacionalizar toda la infraestructura energética. No por eficacia, sino por ideología. Porque claro, si algo falla bajo su modelo, la respuesta es más Estado. Siempre más Estado. Como si nacionalizar un caos lo convirtiera en orden. Anticipo: no.
Enlace: Sumar pide que la red eléctrica española sea 100% pública
Y al final… los que saben lo dicen clarito
Técnicos, ingenieros, expertos en redes —no en redes sociales con máster en calentamiento global, precisamente — lo han explicado hasta la saciedad: el sistema no resistió el chaparrón de renovables descoordinadas, sin almacenamiento y sin planificación seria. Aquí mismo, en Asturias Liberal, lo contamos bien y también en un informe riguroso y claro. ¿Le importó algo a Sánchez todo lo que con rapidez se publicó con aval técnico? No. Salió la tarde del martes a hablar sin decir nada: que nada se sabía aún, pero que de fallo ideológico ecoenergético, nada. ¡¿Eh?!
Conclusión: esta cebolla no se cocina. Se llora
El Gobierno no gobierna. Se excusa. No explica. Se escurre.
Y cuando por fin se pelan todas las capas de esta cebolla oficialista —las eléctricas, los bulos, el PP, las empresas verdes, la red pública—, uno espera encontrar al menos una pizca de verdad sin capas en el foco.
Pero no: solo queda aire. Aire caliente. Y bastante humo. Sin cebolla y sin Sánchez, ya puestos.

Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED