
(Foto de portada: Carmen Moriyón, cuando aún era una inocente rapacina)
El artículo de Ignacio Arias, exletrado de la Junta General del Principado de Asturias, titulado “Y Cascos volvió a ganar” (ver al final1), es un ejercicio de claridad jurídica y valentía cívica.
En él, Arias no solo celebra la absolución de Francisco Álvarez-Cascos, sino que también denuncia con precisión el uso desviado de la acción penal por parte del Ministerio Fiscal. Su análisis es una lectura obligada para quienes aún creen que el Derecho no debe ser instrumentalizado al servicio de vendettas políticas.
Lo bueno de todo ello es que aún se puede uno felicitar de que haya vendettas que terminan en derrotas, pero no dejar de destacar que si hay derrotas que se asumen con dignidad y otras que se delegan con disimulo.
En el caso del recurso contra la absolución de Francisco Álvarez-Cascos, Foro Asturias eligió una tercera vía: ser parte acusadora sin parecerlo, asumir el desgaste sin protagonismo y cosechar el fracaso sin haberlo peleado. Una suerte de estrategia zen con toga: dejar que el fiscal se estrelle solo.
La sentencia del Tribunal Superior de Justicia de Asturias es clara, lapidaria y nada susceptible de ser embellecida con paños calientes. Rechaza los tres motivos del recurso con una contundencia que debería figurar en las escuelas de Derecho como ejemplo de cómo no recurrir una absolución cuando se carece de pruebas, de estrategia y, sobre todo, de convicción.
Asimetría con toga
El Ministerio Fiscal, en este caso encarnado por Enrique Valdés-Solís, fue quien cargó con la iniciativa del recurso. Es decir, quien tuvo que justificar, punto por punto, por qué debía anularse una sentencia clara, motivada y respaldada por prueba documental, testifical y contable.
Foro Asturias, el de Carmen Moriyón, por su parte, optó por la vía cómoda —aunque paradójicamente la más costosa políticamente—: adherirse. La adhesión es el equivalente jurídico a decir “yo también”, sin necesidad de elaborar un discurso propio.
Con ello, el partido se subordinó al marco argumental de la Fiscalía, renunciando a plantear nuevos motivos o matices de fondo. Y lo poco que intentó —una queja aquí, una puntualización allá— fue desestimado sin contemplaciones por el TSJ.
La acusación ausente
Quien denuncia una apropiación indebida sobre su propio patrimonio —como se supone hizo Foro Asturias— y no lidera el recurso, transmite un mensaje tan sutil como demoledor: no está seguro de lo que dice. Y en este caso concreto, tratándose de un partido político, es una declaración de incompetencia y una triquiñuela para no asumir el riesgo de tener que pagar las costas del juicio. Para una obsesa del dinero propio, esto era fundamental.
Porque liderar un recurso hubiera implicado admitir con la boca grande lo que la sentencia dice: que toda la directiva del partido estuvo de acuerdo con los gastos de Álvarez-Cascos y que no hubo caso de apropiación indebida. Es así que Moriyón debió de pensar que era mejor hacer el ridículo con la boca pequeña.
En resumen, arriesgarse a que la acusación contra Cascos se convirtiera en un boomerang contra la propia estructura de Foro Asturias, presidida ahora por Carmen Moriyón.
Riesgo calculado… y mal calculado
Pudo pensarse, en algún despacho de Gijón, que dejar todo en manos del fiscal permitiría contener el desgaste.
Que si la cosa salía bien, se apuntaban el tanto; y si salía mal, el que quedaba retratado era el Ministerio Público. Pero los jueces no son ingenuos, y el TSJ lo dejó caer con elegancia quirúrgica:
- -“No es función del tribunal evaluar el régimen de gobierno del partido
- -”Traducción libre: “Lo que hemos visto no nos toca juzgarlo”.
Cuando la narrativa tropieza con la hemeroteca
A todo esto se suma la contradicción política de fondo. Carmen Moriyón y su partido han sostenido públicamente que Foro fue víctima de una gestión patrimonial inadecuada. ¿Y ante los tribunales? Ni lideran, ni arriesgan, ni dan la cara.
Un relato acusador que no se sostiene cuando se renuncia a ser parte activa en el proceso judicial. Y eso, en política, es más letal que perder un recurso: es perder credibilidad.
Conclusión:
El fiscal cayó, pero no cayó solo. Cayó acompañado por una acusación particular que pensó que la sombra del proceso le eximiría de la derrota completa. Y no.
En política, como en los tribunales, quien delega la lucha, delega también la victoria… pero no delega el precio del fracaso.


Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED