
Las empresas no mueren: se las hace desaparecer en silencio.
Desde hace meses, Duro Felguera transita por un proceso que no se llama liquidación, pero lo parece. Ya no se trata solo de números en rojo o proyectos fallidos. Lo que está en marcha es algo más profundo: la conversión de una empresa industrial asturiana en una colección de activos redistribuidos, en operaciones que, una vez sumadas, no reconstruyen el todo.
El Tallerón, la emblemática planta de calderería pesada en Gijón, está a punto de cambiar de manos por apenas dos millones de euros. Lo llamativo no solo es el precio de saldo, sino el comprador: Indra, la gran tecnológica española.
Pero aquí la etiqueta “privada” es un matiz. Indra no es un agente neutral: es empresa participada por la SEPI y también por el entorno empresarial de los hermanos Escribano, cuyas vinculaciones con el poder político de La Moncloa son tan visibles como sistemáticamente ignoradas en los informes públicos.
La cronología del despiece
La historia empieza antes del estallido.
- -En 2017, Duro paraliza el millonario proyecto argelino de Djelfa.
- -En 2020, llega el rescate: 120 millones de euros de la SEPI.
- -En 2023, se vende la filial Epicom —otra vez a Indra— por 5,3 millones.
- -En marzo de 2025, ya sin eufemismos, la SEPI activa el troceo ordenado de la compañía: energía por un lado, montaje por otro, logística a subasta. Y por supuesto, El Tallerón.
En paralelo, aparece la influencia mexicana: los grupos Prodi y Mota-Engil toman el control accionarial con promesas de inversión y resultados por entregar. Mientras tanto, se reactiva el contrato de Djelfa —ahora con ayuda de firmas chinas— y se firma un acuerdo con Pemex para operar una planta en Veracruz.
Una geografía empresarial tan amplia como invertebrada.
SAM: el fiscalizador que también enturbia
En este escenario emerge el Sindicato de Accionistas Minoritarios (SAM). Su función declarada: vigilar que la empresa no sea troceada a precio de saldo. Su estilo: comunicados sonoros, advertencias legales y mucha presión mediática.
Su papel es paradójico. Por un lado, se erige en contrapeso útil: evita que ciertos activos —como El Tallerón— cambien de manos sin debate público. Pero por otro, añade ruido y rigidez: amenaza con judicializar procesos, alimenta la incertidumbre entre los potenciales compradores y proyecta una fiscalización más propagandística que estratégica.
Se manifiesta entre la nostalgia industrial y la desconfianza política, pero no termina de ubicarse dentro de un plan claro de viabilidad. La crítica del SAM al papel de la SEPI aparenta no estar exenta de razón. El problema es que su discurso no siempre busca una solución operativa, sino una restauración simbólica de una Duro Felguera que ya no existe y una posición de relevancia equivocando, más bien, el cómo.
Indra, el comprador que no es ajeno
En otras circunstancias, la entrada de Indra podría verse como una reindustrialización. Pero en este caso, Indra no es un tercero: es parte del ecosistema estatal que tutela y, al tiempo, reordena a Duro Felguera.
La oferta por El Tallerón no surge del mercado, sino del perímetro del poder. El trasfondo importa: Indra es pieza clave del ecosistema tecnológico de La Moncloa.
Desde su control de sistemas electorales hasta su papel en defensa, telecomunicaciones o ciberseguridad, actúa no solo como contratista, sino como pilar estructural del proyecto político del Gobierno.
Que sea ahora quien adquiere activos estratégicos a precio mínimo no es una simple operación empresarial. Es, si se permite el término, una reconfiguración institucional encubierta.
¿Y después de Duro?
Lo que quede de Duro Felguera tras el 11 de junio dependerá de muchas variables:
- -si prospera la reactivación de Djelfa,
- -si se colocan los activos energéticos,
- -si la SEPI suaviza su hoja de ruta.
Pero el marco es claro: la disolución de Duro se está haciendo bajo la fórmula de la salvación parcial. Se salvan empleos puntuales, se salvan activos rentables, se salva la apariencia de que el Estado vela por la industria.
Lo que no se salva —porque no se nombra— es la idea de una empresa pública en el sentido noble: orientada al interés general y no a la utilidad de los que ya están dentro del tablero.
Duro Felguera, si se consuma su despiece, no será una excepción. Será la confirmación de un método: usar la tutela estatal no para proteger, sino para redistribuir entre los afines.
El proceso tiene fecha, actores y relato. Lo que no tiene, al menos por ahora, es una versión que alguien quiera explicar de frente.
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🔗 https://www.defensa.com/espana/indra-ofrece-2-millones-euros-duro-felguera-planta-gijon-donde
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Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED