
Cuando se habla de Duro Felguera, todo el mundo entiende que hay algo que salvar. Cuando se habla de Indra, la mayoría ya sospecha que hay algo que controlar.
Pero si se menciona El Tallerón, la histórica planta de calderería pesada del grupo asturiano, el público frunce el ceño. No es que no lo entienda: es que no se lo han contado.
Y en ese silencio es donde algunos quieren cerrar el trato. A dos millones de euros.
Calderería pesada: un negocio viable, no un desecho
El error de base es considerar que El Tallerón es una rémora. No lo es. Su problema no está en el mercado —porque sigue habiendo demanda continua para estructuras metálicas de gran tonelaje en sectores como energía, defensa, nuclear o naval—, sino en su modelo interno de gestión y relaciones laborales.
Durante más de diez años, El Tallerón ha encadenado ejercicios con pérdidas. Antes fue una unidad rentable y reconocida. Pero se enquistó en una deriva crónica de ineficiencia, donde confluyeron varios factores: una presión sindical corrosiva, encabezada por la Corriente Sindical de Izquierdas (CSI), y una respuesta errática por parte de la dirección, que optó por inflar los departamentos de oficina en lugar de reequilibrar el núcleo productivo.
La lógica se invirtió: más cuello blanco que cuello azul, como se lamenta dentro de la propia empresa. Y con esa estructura, cada euro se estiraba para sostener el aparato, no para producir valor.
Mientras tanto, el comité de empresa impuso niveles de rendimiento por debajo de los estándares industriales, con bajadas que, según cálculos internos, oscilan entre un 30% y un 50% menos de productividad que la competencia directa. Esa política de “resistencia productiva” acabó lastrando la viabilidad del taller.
Y cuando en el resto del grupo Duro se aplicaron medidas de ajuste —un ERTE durante la pandemia y un ERE en 2022—, el Tallerón quedó blindado por presiones sindicales y no fue reformado. Y, sin embargo, seguía habiendo trabajo.
Una especialización con sello propio: ASME
Lo más paradójico es que El Tallerón mantuvo durante esos años una carga de trabajo alta, precisamente por su especialización en equipos a presión para la industria petroquímica. Se trata de productos de alta complejidad técnica que no cualquiera puede fabricar.
El Tallerón es, de hecho, una de las pocas factorías españolas con certificación ASME (American Society of Mechanical Engineers). Este sello garantiza que los equipos cumplen los estándares más exigentes del mundo en seguridad, resistencia y precisión, especialmente en calderas, reactores y estructuras metálicas sometidas a presiones extremas.
Tener un sello ASME no es un galardón decorativo. Es una llave de entrada a proyectos internacionales que requieren máxima calidad y fiabilidad. Y es también un valor de mercado.
Algo que, en otras condiciones, habría permitido al taller mantenerse sólido incluso con menor eficiencia.Por eso el problema nunca fue lo que se fabrica. El problema es cómo se gestiona.
Sustituir músculo industrial por humo digital. La operación que se está cocinando
La cesión de El Tallerón a Indra, concretamente a su rama industrial bajo control de los Escribano— no es una reestructuración industrial, sino una mutación política. Se está reemplazando una fábrica con producto tangible, demanda persistente y proyección técnica, por una planta que solo fabricará cuando haya encargo de quien reparta el presupuesto público.
Porque Indra no compra para competir en el mercado, sino para reforzar un perímetro de poder.
-¿De verdad tiene sentido sustituir una unidad productiva que puede generar ingresos con una que solo tendrá trabajo si se lo adjudican por decreto?
-¿Tiene sentido desmantelar una industria que puede exportar calderas, hornos o reactores por otra cuya producción depende del próximo Consejo de Ministros?
Ahora bien, y conviene decirlo con honestidad: nadie puede valorar aún con precisión si la oferta de Indra es buena, escasa o mala, porque no se conocen públicamente sus términos completos.
Se sabe que contempla quedarse con las naves y con el personal, pero no está claro si incluye también la maquinaria, si asume pasivos o si deja fuera las deudas, que no son menores.
Con ese nivel de opacidad, cualquier juicio definitivo sería irresponsable. Pero sí puede afirmarse lo que no tiene sentido: liquidar un activo industrial viable sin haber intentado siquiera reestructurarlo con rigor.
Qué pasa dentro de El Tallerón y cómo se puede arreglar
Los datos son claros:
–Según el Registro Mercantil, El Tallerón ingresó en 2023 unos 20 millones de euros. Tuvo pérdidas de -10 millones, con unos gastos de personal cercanos a 7,1 millones, y unos fondos propios en negativo del 50%.
–La relación entre personal directo y personal indirecto es de 1:1, cuando en la industria el estándar competitivo está entre 3:1 y 4:1.
–El absentismo ronda el 20%, y el sistema de primas está obsoleto. La plantilla opera bajo un convenio propio históricamente más beneficioso que el convenio del metal, lo que encarece los costes en comparación con sus competidores.
–A eso se suma una estructura dependiente: la matriz de Duro lleva las compras, contrata al personal, negocia los avales y hasta marca los cierres comerciales. Eso ha convertido a El Tallerón en un apéndice mal gestionado, no en una fábrica improductiva.
¿Qué hacer entonces?
Un plan realista, ya diseñado, incluye:
- -Revisión del convenio para converger gradualmente con el sector metalúrgico.
- -Sustitución del sistema de primas por uno vinculado a rendimiento por célula o proyecto.
- -Reducción del absentismo con control médico efectivo e incentivos claros.
- -Reconversión de la estructura hacia un modelo 2:1 de directos vs indirectos en 18 meses.
- -Presupuesto base cero por unidad productiva.Implantación de contabilidad analítica y control financiero por proyecto.
- -Profesionalización del gobierno corporativo y autonomía operativa progresiva.
- -Campaña comercial para volver a captar proyectos energéticos, navales o de infraestructura.
Aplicando estos cambios, El Tallerón podría volver a beneficios en dos ejercicios. De hecho, ya lo hizo en 2021 con una modesta ganancia. No hay que inventar la rueda: basta con dejarla girar sin lastres inútiles.
Conclusión: El Tallerón es viable. Lo que hay que cambiar es quién lo lleva
El gran público no sabe qué es El Tallerón. Pero sabe que Indra está en todas partes. Y que Duro Felguera lleva años al borde del abismo.
Por eso hay que decirlo claro: no se trata de salvar una fábrica antigua, sino de decidir si Asturias quiere tener industria real o solo escaparates financiados por el BOE.
El Tallerón puede volver a ser rentable. Tiene mercado. Tiene historia. Tiene futuro. Lo que necesita es dirección, no liquidación. Lo que no se necesita es venderlo por dos duros. Ni a Indra, ni a nadie.
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2. Calidad ASME de los productos de El Tallerón“Calderería Pesada – Duro Felguera (segmento de negocio)”
Descripción oficial de DFCP (El Tallerón), que destaca su especialización en equipos a presión para Oil&Gas, petroquímica y nuclear, respaldados por la certificación ASME, garantía de calidad internacional →
https://www.durofelguera.com/segmentos-de-negocio/caldereria-pesada/
3. Enlace al Registro Mercantil (Gijón/Asturias)“Registro Mercantil y de Bienes Muebles de Asturias”
Portal oficial para solicitar notas simples, certificados o acceder a datos públicos de sociedades mercantiles, incluyendo las de Gijón (donde El Tallerón está registrado) →
4. Pretensión de compra por parte de Indra“Indra ofrece cerca de 3 millones a Duro Felguera por la planta de El Tallerón en Gijón”
Noticia de Infodefensa (y confirmada por Europa Press) donde Indra presenta una oferta vinculante (unos 2–3 M€) incluyendo las naves y los 156 trabajadores, con intención de reconvertirla a fábrica de vehículos militares →

Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED