Asturias Liberal > España > Ese secretario de organización del que usted me habla

La entrada en prisión de Santos Cerdán ha vuelto a sumir en el desgarro emocional a un partido, el PSOE, que ya da muestras evidentes de debilidad.

Que los disgustos extenúan no es un secreto para nadie, pero el agotamiento que están demostrando el PSOE y el Gobierno nada tiene que ver con esa supuesta fatiga por sentimiento, sino con el desfallecimiento de su maquinaria de agitprop.

Basta remontarse a poco más de un año, abril de 2024, cuando tras las noticias sobre la supuesta corrupción de Begoña Gómez, esposa del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez nos regaló un momento mágico de la política española: su primera carta a la ciudadanía.

En ella, un hombre profundamente enamorado, anunciaba que debía parar, es decir, que dejaba de trabajar, abandonaba la responsabilidad de un presidente del Gobierno, porque los bulos y el fango de la ultraderecha (siempre la ultraderecha) le habían hecho plantearse si merecía la pena «todo esto». España contuvo la respiración.

Tras este lacrimógeno y sensiblero documento se produjo una reunión del comité federal del PSOE que será difícil de olvidar: al ritmo de la Carrá, militantes y simpatizantes socialistas se entregaron al culto al líder y le suplicaron a Sánchez que no se marchara, que España le necesitaba. La propia reunión, retransmitida en directo, fue un espectáculo de seguidismo obsceno e impúdico.

La intervención del pdte. asturiano, sobreactuada y bien alineada con el «puto amo» (como le calificó Óscar Puente), adquirió tintes de comedia del absurdo cuando a gritos, casi enajenado, vociferaba que había que rebelarse contra la injusticia, se supone que contra la injusticia de acusar al presidente o a su entorno de algún acto impuro.

Y mientras este esperpento tenía lugar, Óscar Puente, a su espalda, y Santos Cerdán, a su izquierda, miraban atentos a su teléfono móvil: habrá que dilucidar si por vergüenza ajena ante el bochornoso espectáculo que dio, o por una total y completa falta de interés por la actuación de un secundario.

El caso es que, aunque muchos vimos muy clara la burda estrategia de comunicación (victimizar sobremanera al número uno), por burda que fuera, funcionó, porque apelar a los sentimientos siempre ha dado más rédito político que apelar a la razón.

Y en estas siguieron el PSOE y el Gobierno capeando las crisis por corrupción que se iban dando, solapándose unas a otras. Pero como todo se acaba, también parece que lo está haciendo el ingenio de los comunicadores de Moncloa y Ferraz.

En menos de una semana hemos pasado de poner la mano en el fuego por Santos Cerdán («una persona excepcional», según el pdte. asturiano), a casi no conocerle de nada, como pretendió hacer ver María Jesús Montero, cuando afirmó que era «una persona que nada tenía que ver con el PSOE».

Secretario de organización del PSOE, que sucedió a otro secretario de organización del PSOE implicado en esta corrupción, hombre de confianza de Pedro Sánchez, negociador con golpistas y secesionistas para aguantar al presidente que sabe inglés en el poder, invitado estrella en reuniones socialistas y todo tipo de herramientas de propaganda del partido… pero nadie, por lo que sea, recuerda hoy haber tenido nada con él.

Esta nueva estrategia de cortafuegos está quemada, entre otras cosas, porque están llamando idiotas no ya a la oposición, sino a sus propios votantes.

El volumen de noticias y hechos es de tal calado que hasta el más devoto socialista se ve turbado por la sombra de la sospecha sobre la limpieza del Gobierno y su partido. Si el presidente sabía y calló, malo, pero si no sabía, peor, porque su incapacidad para gobernar a su propio Gobierno y a su partido queda anulada.

No hay ultraderecha, fachosfera, feminismo (administrado), bulo, pseudomedio, Humanidad, lawfare, derechos humanos o cualquier otra cosa que el Gobierno se haya inventado para justificar su desguace de España, que pueda frenar el deterioro que provoca saber que nos han robado desde el principio.

Lo ideal sería que cayera por su corrupción no delictiva, pero si cae por trincar y corrupción, bien estará. Lo importante es que caigan, porque ni España ni los españoles nos podemos permitir más canallas al frente.

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