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Artículo conjunto — Rafa González (Intereconomía Asturias) y Joaquín Santiago (Asturias Liberal)


“Con lobos no hay paraíso; con reglas claras sí hay territorio vivo.” / “Menos épica, más soluciones”

El tablero cambió en 2025 sin ruido de tambores, pero con consecuencias muy reales. Europa movió la línea: el lobo dejó de ser “estrictamente protegido” para quedar “protegido”.

España abrió la puerta al norte del Duero: extracciones posibles dentro de planes de gestión, mientras el Defensor del Pueblo pide al Constitucional que mire la jugada. No es un gesto folklórico: es un cambio de régimen de gestión. Y cuando cambia el marco, cambian los incentivos.

Asturias: conservar y reducir daños, a la vez

Asturias entra en este terreno con una promesa: conservar y, a la vez, reducir daños. ¿Cómo? Gestión técnica, controles selectivos, prevención financiable e indemnizaciones reforzadas. La clave no es el eslogan, sino la práctica: intervenir donde hay siniestralidad, con método y evaluación, y no convertir la cifra en un fetiche.

“El lobo se ha convertido en un animal político”: votos en la ciudad, coste en el campo.

La realidad del campo

Conviene decir lo que el campo ve: el lobo ya no es una postal romántica; es un problema que reduce ingresos y calidad de vida en el sector primario.

Los planes autonómicos no han ordenado poblaciones ni calmado la sangría de daños. La gestión reciente ha mirado más al relato que a la coexistencia real, y eso deja a la gente sin lo esencial: plazos, métodos y verificación.

Caza como gestión, no como consigna

Aquí la palabra “caza” no puede ser tabú. Ha sido método tradicional y herramienta imprescindible cuando se usa con cabeza: no hablamos de deporte, sino de control selectivo, medido y documentado.

La caricatura del “ecologismo de ciudad” que niega esta evidencia no resuelve nada: deslegitima a quien madruga y empeora el conflicto.

Proteger a ultranza es tan nefasto como masacrar; conceder más derechos al lobo que a las personas o anteponerlo a especies en riesgo (pensemos en la cabra bermeya) es desconocer el ecosistema social y económico asturiano.

La conservación no es una creencia: es una práctica con métodos y métricas.

Tres garantías básicas sin las que todo será papel mojado

1) Plazos ciertos. Realizar partes de daños reales que activen de inmediato el peritaje, resoluciones en fecha y pagos en plazo. Si falla el calendario, se rompe la caja del ganadero.

2) Métodos claros. Atribuciones de daños con evidencia estandarizada (foto georreferenciada, huellas, ADN), tipologías transparentes y decisiones replicables. Controles selectivos en picos de daño; prevención homologada (mastines, cercados eléctricos, pastoreo acompañado, sensores) con asistencia técnica real.

3) Verificación pública. Datos abiertos por concejo, manada y periodo; mesa técnica trimestral con actas; ajustes por resultados, no por presiones.

El coste oculto: lucro cesante del ganadero

Hay una herida contable que nadie debe fingir que no existe: el lucro cesante.

Leche no ordeñada, partos perdidos, recría interrumpida, pérdida de fertilidad y peso, veterinarios, antibióticos, abortos, bajas diferidas y horas de papeleo. Si el baremo no lo contempla, la indemnización es una simplista foto fija de lo que es un problema dinámico.

Los cazadores y la seguridad jurídica

Los cazadores piden algo sencillo: seguridad jurídica para colaborar. Sin reglas claras y evaluación de eficacia, serán figurantes. Con guardería, agentes, técnicos y sociedades de caza alineados, la intervención puede ser quirúrgica.

La Administración lo sabe y no debe ignorarlo: sin quienes conocen cada valle y cada querencia, la gestión se convierte en simple teoría, en mera burla.

Paisaje, economía y cultura

El “paisaje en mosaico” que atrae turismo y evita incendios lo mantiene la ganadería extensiva.

Cuando cierran explotaciones, se cierra el monte. Con él se van biodiversidad asociada, empleo y cultura. El daño no termina en el prado: llega a productos emblemáticos —Gamonéu, Cabrales y otros— y a toda la cadena que vive de ellos.

De las cifras a la causalidad

Las cifras sirven de brújula, no de muro. Lo que importa es si bajan los ataques donde se actúa, si se paga a tiempo, si la prevención deja de ser foto en una memoria y se vuelve estándar de campo.

La política pública madura cuando pasa de contar piezas a explicar causalidad: plazos, métodos y verificación. El marco europeo y el nacional ya permiten esa gestión adulta; falta cerrar el círculo asturiano con datos abiertos, auditoría y ajustes por resultado.

Gestionar es cerrar huecos con reglas claras y cumplirlas. El lobo, como todo depredador eficaz, aprovecha cada hueco.


Rafa González: Con lobos no hay paraíso; con reglas claras, sí hay territorio vivo, rebaños y familias sosteniendo el monte.
Joaquín Santiago: Menos épica, más soluciones: plazos que se cumplen, métodos que se explican, resultados que se ven. Sólo así la convivencia deja de ser un eslogan.

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