Imagen de portada: la diputada Covadonga Tomé en su intervención de rechazo a la iniciativa
Un debate surrealista
Conviene empezar por el dato que desarma cualquier excusa: el Partido Popular (PP) presentó una Proposición No de Ley (PNL) para mejorar la atención sanitaria y educativa al autismo en Asturias. Un trastorno que afecta aproximadamente a unas 10.000 personas, niños, adolescentes y adultos, en Asturias.
Vox y Foro la apoyaron sin titubeos y la mayoría formada por el Partido Socialista Obrero Español (PSOE), Iniciativa por Asturias–Izquierda Unida (IxA–IU) y la diputada Covadonga Tomé la rechazaron sin permitir siquiera que se debatiera en serio. No fue una votación técnica; fue una decisión política, y de las malas.
Los argumentos del rechazo fueron dos:
•Uno, estrictamente partidista: “No vamos a apoyar nada de quienes no apoyan los presupuestos.”
•Otro, factualmente falso: “Lo que se pide en la PNL no existe en otras comunidades autónomas.”
Cuando la salud de niños con Trastorno del Espectro del Autismo (TEA) se despacha con un “esto lo presenta la oposición” y una falsedad objetiva, sabemos que el debate no está en la ciencia ni en la normativa, sino en la contabilidad parlamentaria.
Y así no se gobierna un tema que exige rigor, valentía y voluntad de servicio.
La realidad contradice los argumentos del rechazo
Porque sí existe. Existe en Madrid. Existe en Cataluña. Existe en la Comunidad Valenciana, en Galicia, en Murcia, en Extremadura y en Andalucía. Existe en forma de unidades TEA hospitalarias, protocolos adaptados, modelos AMI-TEA de atención integral, consultas preparadas para entornos sensoriales específicos y equipos interdisciplinarios formados. Existe donde hay voluntad. Donde no existe es en Asturias, y no por falta de conocimiento, sino por falta de decisión.
La Comunidad de Madrid ha atendido en los últimos 15 años a más de 4.000 personas y ha realizado más de 74.400 actuaciones médicas con el programa de Atención Integral de Trastorno del Espectro Autista (AMI-TEA)
El contraste avergüenza.
Mientras media España ha entendido que el TEA no se atiende “igual que todo lo demás”, aquí seguimos discutiendo si el problema es real. Los partidos que tumbaron la PNL se escudaron en la tesis de que “con lo que hay basta”, cuando la realidad demuestra exactamente lo contrario: no basta una Atención Temprana generalista, no basta un sistema hospitalario sin unidad especializada y no basta un protocolo que explica cómo cepillarse los dientes, como si eso resolviera las necesidades clínicas de un niño que no tolera ser explorado ni puede esperar meses por una radiografía.
Las asociaciones —Autismo Astur y la Asociación por los Derechos de las Personas con Autismo (ADPA)— llevan años pidiendo dos cosas elementales: una Atención Temprana especializada en TEA y una Unidad TEA hospitalaria en un centro de referencia.
Dos piezas que juntas forman lo que cualquier comunidad moderna ya tiene.
Pero en vez de escucharlas, PSOE, IxA–IU y la diputada Tomé optaron por una maniobra política ciega: rechazar la propuesta porque “la trae el PP” y porque “no encaja con los presupuestos”.
Incapaces de ver más allá de sus escaños
El significado es claro: no se votó sobre el contenido, sino sobre la bandera que lo presentaba. Y eso, trasladado a un asunto sanitario, es de una irresponsabilidad difícil de disimular.
En estos debates se suele esconder la frase que nunca se dice pero siempre se piensa: “Si aceptamos la existencia del problema, tendremos que arreglarlo.”
Esa es la clave del rechazo. Admitir la necesidad de una unidad TEA es reconocer que el modelo actual no funciona. Admitir fallas en Atención Temprana es aceptar que el sistema asturiano lleva años fuera de los estándares nacionales. Y admitir todo eso obliga a actuar. Más fácil negar.
Pero la negación tiene un coste que no paga ningún escaño: lo pagan las familias.
- •Lo paga el niño que va tres veces a una unidad que no ofrece sedación.
- •Lo paga la madre que se ve obligada a pagar una exploración privada porque la pública no adapta la consulta.
- •Lo paga el padre que escucha que en Madrid sí, en Barcelona sí, en Valencia sí, y en Asturias “ya se hace”, aunque nadie lo vea.
El rechazo de la PNL no frenó una moda; frenó una obligación moral. Y cerró en falso un debate que los hechos volverán a abrir. Porque cuando una mayoría parlamentaria niega una realidad que el resto del país ya ha asumido, no está ganando nada: está ganando tiempo. Muy poco tiempo.
La pregunta que queda es simple y directa: si tanto Madrid como Cataluña, Valencia, Galicia, Andalucía, Murcia o Extremadura ya han entendido que el TEA exige estructuras propias, ¿por qué Asturias sigue negándose incluso a debatirlo?
No hay una respuesta técnica. No hay una respuesta sanitaria. Y desde luego no hay una respuesta ética.Lo que hubo fue una votación política que prefirió mirar hacia otro lado. Pero el TEA, como la verdad, siempre vuelve a llamar a la puerta. Y lo hará más fuerte cada día que pase sin una respuesta a la altura.
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Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED