Imagen de portada: fotografía aérea de El Musel
Cuando el discurso oficial habla de “colaboración” entre el Puerto de Gijón y los vecinos, pero se ha enterrado el Vial de Jove, no estamos ante una solución: estamos ante una lenta amputación del futuro de Gijón.
La noticia es, en apariencia, amable: la Autoridad Portuaria estrecha lazos con los vecinos del Oeste. Fotografías sonrientes, mesa larga, tono conciliador, declaraciones templadas.
Pero tras esa escenografía de proximidad se oculta el verdadero mensaje: el puerto acepta poner límites a su propia competitividad para satisfacer un clima político que considera más urgente contentar a los vecinos que asegurar el futuro económico de la ciudad.
No es un gesto aislado.
Es la pieza más reciente de una estrategia que lleva años fraguándose: la eliminación silenciosa del Vial de Jove, la única infraestructura capaz de resolver simultáneamente dos problemas —la salud pública de los barrios afectados y la salida eficiente de mercancías de El Musel—. El Ministerio de Transportes lo descartó. El Gobierno del Principado calló. Y el puerto, que debería ser el primer interesado en exigirlo, asume ahora un papel dócil en la narrativa oficial: colaborar, escuchar, adaptarse… aunque la adaptación consista en estrangularse.
Primero se entierra la solución técnica; después se finge que el conflicto se arregla con mesas de diálogo.
El elefante ausente: el Vial de Jove
El relato político es perfecto en su simplicidad.
- •Primero, se niega la construcción de la infraestructura que realmente resuelve el conflicto.
- •Después, se enfatiza la preocupación por los vecinos.
- •Finalmente, se presenta la restricción al puerto como un acto de responsabilidad social. Y así, paso a paso, se desplaza la atención del problema real —el abandono del Vial de Jove— hacia una falsa dicotomía: o el puerto, o la ciudad.
El resultado es perverso.
Sin ese vial, cualquier alternativa a los accesos actuales es costosa, lenta y dañina para la competitividad. Cargar con peores rutas, mayores tiempos y más incertidumbre supone perder oportunidades frente a los puertos vecinos.
Y cuando un puerto pierde fuerza, una ciudad pierde futuro. Esta es la verdad incómoda que nadie pronuncia en público.
La foto amable y el coste oculto

La reunión con los vecinos confirma la deriva.
•Se promete colaboración
•se sugiere desviar camiones por rutas menos eficientes
•se avala implícitamente la limitación industrial dentro del dominio portuario y se celebra —con una mezcla de buena voluntad y desconocimiento técnico— que esas decisiones “mejoran la convivencia”.
Pero lo que mejora precariamente la convivencia hoy puede destruir las oportunidades mañana. Y lo hará de forma irreversible si se consolida como modelo.
El puerto no es un decorado urbano que se pueda moldear según estados de ánimo. Es una infraestructura estratégica, uno de los pocos pilares industriales que quedan en Asturias.
Si se le priva de accesos eficientes y de capacidad de expansión, no se está protegiendo a la ciudad: se la está empobreciendo. Un El Musel débil significa menos empleo, menos inversión y menos peso económico para Gijón.
Cuando el partido manda más que la ciudad
El gobierno central, el autonómico y la Autoridad Portuaria de Gijón pertenecen al mismo partido, el PSOE. Y cuando tres niveles de poder deciden de forma coordinada descartar la solución técnica existente, asumir costes adicionales y presentar como progreso lo que es renuncia, la explicación no es técnica. Es política.
Una política que prefiere la gestión emocional al diseño estratégico; la palmada al vecino al análisis de largo plazo; el gesto inmediato al proyecto de ciudad.
Gijón se juega su porvenir en esta encrucijada. Sin el Vial de Jove, no habrá equilibrio real entre vecindario y logística. Sin accesos competitivos, El Musel se debilitará. Y sin un puerto fuerte, la ciudad perderá uno de sus últimos motores económicos reales.
La verdadera colaboración no consiste en reducir al puerto para calmar tensiones; consiste en tener el coraje político de construir la infraestructura que libera a todos.
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Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED