Asturias vive estos días sumida en un déjà vu: otra vez el peaje del Huerna, otra vez la pancarta, otra vez la épica gestual que sustituye a la gestión real. Como si todo el problema de las comunicaciones con la Meseta se redujera a una barrera de 13 euros cuando, en realidad, el verdadero muro está en los raíles.
Porque lo decisivo —y lo que más duele— no es ya el peaje. Es el retraso ferroviario. Es el AVE asturiano que vuela a velocidad de cercanías. Es la obra paralizada, la inversión congelada y el silencio incómodo del Gobierno central mientras Asturias sigue viajando como en 1998.
Y, sin embargo, el ruido político apunta siempre al mismo sitio: al peaje, al agravio simbólico, al enemigo cómodo. El agravio real está en la vía, no en la cabina del peaje.
1. El ruido del peaje tapa el silencio de las vías
El Principado aprieta el acelerador con la promesa de una “acción de nulidad” sobre la concesión del Huerna, confiando en que Bruselas o algún tribunal europeo rectifiquen lo que España prolongó alegremente. Mientras se airea el agravio, el Ministerio de Transportes responde con un silencio que retumba más que cualquier protesta.
Pero el problema no es que Óscar Puente calle. El problema es que Asturias grita… para no hablar del tren.
Mientras se discute si el peaje está bien, mal o regular, la conexión Madrid–Asturias sigue circulando a velocidades de risa. Barcelona hace 621 kilómetros en dos horas y media; Asturias tarda casi cuatro horas para hacer dos tercios de lo mismo.
Alta velocidad en los mapas de prensa, media distancia en la realidad. Esa es la verdadera humillación.
2. El aviso que Calvo quiso minimizar
Por si faltaba algo, desde Madrid se desliza la posibilidad de replantear o incluso suspender obras ferroviarias en distintos corredores, entre ellos el asturiano. La prioridad son las mercancías, los cuellos de botella y las inversiones que ya van tarde en media España.
Ante ese aviso, el consejero Alejandro Calvo salió raudo a minimizar el riesgo, prometiendo que aquí “no se toca” el AVE a Asturias. Tranquilidad absoluta, dijo. Asunto zanjado, aseguró.
El problema es que ese mensaje carece de sustento técnico y de garantías políticas sólidas.
Asturias lleva décadas en la lista de lo “replanteable”: la Variante de Pajares, los calendarios, los presupuestos, los compromisos europeos. Cuando España duda, Asturias suele ser la primera celda que cae del Excel. Y seguir repitiendo “no pasa nada” no convierte la duda en certeza.
3. Un lío jurídico que delata la improvisación
La parte más reveladora de todo este episodio no está en Madrid, sino en Oviedo. El Gobierno asturiano no ha encargado una estrategia jurídica propia y sólida sobre el Huerna. Ninguna seria. Ninguna trabajada. Ninguna con alternativas.
Lo único que existe sobre la mesa es la propuesta expropiatoria impulsada por Tomé, arropada por juristas del Bloque Nacionalista Gallego. Una vía singular, ilegal y, sobre todo, aislada: el resto del andamiaje jurídico brilla por su ausencia.
No hay un abanico de dictámenes, no hay escenarios comparados, no hay un plan A, B y C del Gobierno sobre la concesión. Hay una sola bala en la recámara y mucha retórica alrededor. Solamente hay una propuesta seria y es la elaborada con Álvarez-Cascos en Asturias Liberal: confirmación de la legalidad del peaje y propuesta adaptada a la medida en esta línea del MITMA: peaje en la sombra y compra final de la concesión. Todo lo demás es realismo mágico.
Se habla de “presión política”, de “gran batalla del Huerna” y de “acción de nulidad” mientras el propio Principado admite que ni siquiera tiene garantizado el recorrido jurídico de su jugada.
La cortina de humo está mal hecha: ni oculta la realidad ni se sostiene por sí misma.
4. La desconexión que no quieren mencionar
Mientras se improvisa con el peaje, las conexiones ferroviarias de Asturias con la Meseta siguen lejos de los estándares europeos.
La Variante de Pajares funciona a medias, el resto del trazado combina tramos antiguos y limitaciones técnicas, y la esperada “revolución de la alta velocidad” se ha quedado en una modernización a medio gas.
Treintaytantos años después del inicio de las obras, Asturias no tiene un servicio competitivo, ni un corredor de alta velocidad completo, ni claridad presupuestaria, ni un cronograma creíble.
Tiene, eso sí, una narrativa políticamente útil y operativamente inútil: el peaje del Huerna como villano único de todos los males.
Cuando un Gobierno no quiere hablar de obras, habla de agravios. Cuando no quiere hablar de retrasos, habla de banderas. Cuando no quiere hablar de datos, habla de gestas. El guion es demasiado conocido.
5. El verdadero agravio
Llamémoslo por su nombre, aunque duela: el agravio de Asturias no es el peaje. El agravio es la modernidad que no llega, la velocidad que no existe, la planificación que no se hace, la falta de una estrategia jurídica y técnica a la altura de lo que la región necesita.
El día que Asturias deje de hablar del Huerna tendrá que hablar de sí misma. Y ahí empiezan los problemas de verdad: los que no se resuelven con pancartas, sino con ingeniería, presupuesto y responsabilidad política.
Hasta entonces, seguiremos discutiendo sobre una cabina de peaje mientras los trenes, literalmente y metafóricamente, se nos escapan.
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Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED