España acelera tras la Covid-19 mientras Asturias queda relegada al vagón de cola, sin un proyecto político capaz de engancharla al nuevo ciclo de crecimiento.
El último informe de Funcas dibuja un país que avanza a dos velocidades. Mientras seis comunidades autónomas superan el crecimiento medio nacional desde la Covid-19 —con Madrid en un 10,7% acumulado— Asturias aparece prácticamente en el vagón de cola, con un exiguo 3,7%, solo por encima de Extremadura. No es una anécdota: es un síntoma político.
Un país que acelera y una región que se queda quieta
La clave del crecimiento español reciente ha sido el llamado “shock demográfico”: la llegada de trabajadores y familias que alimentan mercados laborales dinámicos y sostienen el consumo. Pero Asturias permanece fuera de ese movimiento.
No atrae suficiente población a pesar del leve repunte de los últimos cinco años, no genera oportunidades suficientes y no dispone de una estrategia política que compense este desfase. El resultado es nítido: España despega y Asturias no despega con ella.
Donde otros territorios han diseñado políticas activas para atraer talento y empresas, Asturias se limita a administrar el declive.
El fallo no es demográfico: es político
Mientras Madrid, Comunidad Valenciana o Canarias han aprovechado el ciclo pospandémico para reordenar actividad, atraer servicios y fortalecer sectores productivos, Asturias sigue atrapada en debates menores, expectativas incumplidas y una política económica reactiva que solo administra inercias.
La estructura productiva asturiana no se está adaptando, y el Gobierno autonómico no lidera un rumbo industrial claro, ni ofrece incentivos potentes para empresas, ni desarrolla una política integral de talento.
Empleo: la señal que nadie quiere ver
Regiones como País Vasco, Navarra o Aragón se acercarán al pleno empleo en 2026. En el sur, comunidades tradicionalmente rezagadas han iniciado convergencias aceleradas.
Asturias, sin embargo, se desliza hacia una zona gris: sin el vigor del norte dinámico ni la capacidad de recuperación de los territorios que han apostado por transformarse. Es una posición peligrosa para cualquier región que aspire a tener futuro económico propio.
Productividad sin proyecto
Es cierto que las regiones con menos llegada de población pueden mejorar su productividad al repartirse la actividad entre menos trabajadores. Pero esto solo funciona si hay un proyecto económico detrás.
Si no lo hay —y en Asturias no lo hay— esa supuesta ventaja se diluye en estancamiento. La región corre el riesgo de convertir su potencial de productividad en una mera estadística sin traducción real en empleo y renta.
La cuestión central: dirección política
El nuevo mapa económico de España no es solo una tabla de porcentajes. Es un espejo. Y en ese espejo Asturias aparece sin un liderazgo que articule un cambio de ciclo.
Sin un plan industrial, sin una política de atracción de talento y sin reformas estructurales, la región corre el riesgo de convertirse en un territorio meramente administrado, pero no gobernado con visión.
Conclusión política
La divergencia económica de Asturias no es inevitable, pero sí es el resultado directo de decisiones —o de la ausencia de ellas—.
O se corrige el rumbo político y se construye un proyecto de crecimiento real, o Asturias quedará fuera del despegue español durante la próxima década.
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Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED