Asturias Liberal > Asturias > Cuando LNE empieza a insinuar lo que Barbón no quiere oír
 

Fotografía de portada: En primer plano a la izquierda, Ángeles Rivero, directora de Prensa Ibérica en Asturias(LNE) y Adrián Barbón.


Hay editoriales que son simples ejercicios de opinión y editoriales que funcionan como auténticos sismógrafos políticos.

El último de La Nueva España sobre los Presupuestos del Principado pertenece a esa segunda categoría.

No por lo que dice, sino por lo que deja entrever: un cansancio creciente con la arquitectura económica del Gobierno de Adrián Barbón y una dificultad cada vez mayor, dentro de los redactores del propio diario, para mantener un discurso cómodamente alineado con el poder regional.

El texto señala la presión fiscal, el deterioro de infraestructuras, la dependencia de fondos europeos y el agotamiento de un modelo económico que ya no responde.

Hasta ahí, nada nuevo. Lo significativo es lo que falta: la explicación de por qué sucede todo esto. Porque detrás de la crítica amable hay una realidad incómoda que el periódico conoce perfectamente, pero que algunos redactores aún evitan formular con todas las letras.

Asturias no atrae inversión porque su fiscalidad es disuasoria. No genera dinamismo empresarial porque las subvenciones llegan acompañadas de condicionamientos regulatorios que sofocan cualquier iniciativa.

No compite con otras regiones porque los incentivos están invertidos y el tiempo se pierde en trámites que desaniman incluso al más paciente. Estos son hechos, no opiniones.

Sin embargo, La Nueva España los sugiere sin desarrollarlos, porque exponer sus consecuencias es una bala que es necesario reservar para 2027, cuando las encuestas anuncien el relevo de gobierno.

El lector atento ya lo percibe: el tono del periódico está cambiando, aunque aún se cuide de decir en alto lo que ya escribe entre líneas.

  • La crítica fiscal ya no aparece como un capricho ideológico, sino como un obstáculo real para las empresas.
  • La duda sobre el rumbo económico ya no suena a oposición, sino a puro sentido común.
  • Y el silencio sobre las cargas regulatorias empieza a resultar demasiado evidente como para no interpretarlo como un síntoma interno: una tensión creciente entre lo que algunos quisieran publicar y lo que finalmente sale impreso.

La clave está en lo que LNE no admite….de momento: que la aritmética parlamentaria del Gobierno impide cualquier reforma seria. Barbón depende de IU, Iniciativa y Covadonga Tomé, un conjunto incompatible con cualquier política pro-crecimiento. Su margen de maniobra es nulo.

Barbón lo sabe.

•FADE lo sabe.

•Las cámaras de comercio lo saben.

•Y el diario La Nueva España lo sabe también.

Y aquí aparece un punto decisivo que conviene verbalizar aunque La Nueva España lo sugiera solo de manera lateral: si Barbón no puede prescindir hoy de la coalición que lo sostiene y si la expectativa de que el PSOE obtenga mayoría absoluta en 2027 es, siendo realistas, harto difícil, entonces su único horizonte de poder pasa por repetir con IU y sus políticas tributarias.

Ese es el bloqueo estructural que el diario no termina de explicitar, pero que condiciona necesariamente su mirada hacia el futuro.

Y es precisamente esa lógica la que hace que empiece a asomar —aunque sea bajo la forma de una sombra discreta— la posibilidad de que, para determinados sectores, otra fuerza política pudiera ofrecer un marco económico más funcional.

Cuando un diario que históricamente ha evitado señalar esa incompatibilidad empieza a bordearla, el mensaje es claro: el modelo se agrieta. Y no solo el económico. También el discursivo.

Sostener el relato del Gobierno se vuelve frágil incluso para quienes acostumbran a revestir de prudencia cualquier crítica para no incomodar a la política autonómica.

Si el Gobierno actual no puede ofrecer el marco económico que Asturias necesita, alguien tendrá que hacerlo en el próximo ciclo.

Y aquí aparece —entre sombras, sin nombrarse— la figura de una alternativa política que sí podría aplicar las reformas que este Ejecutivo no puede ni quiere abordar. No es un eslogan. No es un giro ideológico. Es una deducción funcional.

La política es un ejercicio de suma y resta. Y cuando las cuentas dejan de cuadrar, alguien acaba proponiendo otra operación.

No hace falta escribir el nombre. Basta con observar cómo, entre líneas, va tomando forma la silueta de un cambio posible cada vez que un editorial señala lo obvio: que Asturias necesita aire, reformas y valentía. Y que este Gobierno —por convicción, dependencia o aritmética— no puede dárselas.

Cuando LNE empieza a escribir así, suele ser porque la sombra del poder ha comenzado a cambiar.


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