El artículo de Vicente Montes en La Nueva España sobre Santa Bárbara Sistemas y General Dynamics introduce en el debate público elementos contables y societarios nada llamativos y los reviste de descubrimiento periodístico con tales errores y omisiones que los convierte en un bulo calculado .
Pero precisamente por eso, porque tetuerce el tono del debate, conviene someterlo a una revisión rigurosa. No para desmerecer el esfuerzo del periodista —ni personal ni profesionalmente— sino para aportarle un rigor que sus jefes directos le impiden tener.
Porque el problema no es lo que dice, sino lo que no dice, y las conclusiones implícitas que induce sin cerrar correctamente la cuenta.
Conviene recordar que los grandes debates industriales no nacen solos en las redacciones: se encargan, se delimitan y se orientan e Indra y Escribano aporta mucho a la cuenta de resultados de La Nueva España.
El periodista trabaja dentro de un marco previo que condiciona énfasis y silencios. El problema aquí no es el autor, sino un encuadre editorial que predefine preguntas y conclusiones finales.
1. El error central: confundir salida bruta de caja con pérdida neta
Vicente habla de 455 millones de euros “diluidos”, encauzados desde Santa Bárbara hacia la estructura financiera del grupo General Dynamics. El dato, como cifra bruta, es correcto. Es dinero que ha salido del perímetro español vía cash pooling. Ahora bien, presentarlo como “dinero perdido” sin más es conceptualmente incorrecto.
¿Por qué? Porque esa cifra no se contrasta con lo que ha entrado en sentido contrario: la inversión productiva acumulada durante más de dos décadas en instalaciones, maquinaria, capacidades y capital industrial. El artículo no cierra la ecuación. Se queda a mitad de camino.
Cuando se hace la cuenta completa —y hay que hacerla— el saldo no son 455 millones, sino una magnitud sensiblemente menor. En términos homogéneos y prudentes, el saldo económico neto ronda los –250 millones de euros, dependiendo del periodo que se tome como referencia. No es un detalle menor: hablamos de una diferencia de casi 200 millones entre el titular de La Nueva España y la realidad contable afinada.
2. El silencio sobre el valor industrial de los CAPEX históricos
El artículo incurre en otra simplificación grave: trata la inversión histórica como si fuera un mero número nominal comparable con una transferencia de tesorería reciente. No lo es.
NOTA: Un CAPEX (capital expenditure) es una inversión en activos productivos de largo plazo —naves, maquinaria, instalaciones, tecnología industrial— destinada a crear o mantener capacidad de producción, no a cubrir gastos corrientes ni a mover tesorería.
Buena parte de los CAPEX realizados por General Dynamics en España se hicieron cuando los costes industriales eran mucho más bajos. Con menos euros se construyó más capacidad productiva. En términos de valor de reposición, muchas de esas inversiones valen hoy bastante más de lo que costaron entonces. Esto invalida cualquier lectura ligera de “expolio financiero”.
Aquí hay una distinción clave que el artículo no hace: una cosa es liquidez, otra muy distinta es capacidad industrial instalada.
3. El verdadero problema no es el dinero, sino el control
Paradójicamente, al centrarse casi exclusivamente en la cifra de los 455 millones, el artículo desenfoca el verdadero problema, que no es tanto financiero como estratégico.
El núcleo del asunto no es cuántos euros salen o entran, sino quién decide sobre: la asignación de carga de trabajo, la continuidad de las plantas, la inversión futura y la integración en programas europeos.
Ahí sí hay un déficit claro: Santa Bárbara no decide en solitario porque forma parte de un grupo europeo. Pero ese hecho, por sí mismo, no es una anomalía, sino la norma en la industria de defensa europea. La pregunta correcta no es si hay dependencia, sino qué alternativa real existe.
4. El vacío comparativo: Indra entra en la escena de La Nueva España sin ser evaluada
El artículo plantea, explícita o implícitamente, una disyuntiva entre Santa Bárbara–GDELS e Indra. Pero no aplica el mismo rigor analítico a ambos modelos.
No se cuantifican: las inversiones reales de Indra en capacidad productiva pesada, el grado de politización de su gobernanza, la dependencia directa del ciclo político ni el riesgo de convertir Asturias en un experimento industrial de alto voltaje y baja base manufacturera.
Se señala con lupa distorsionada lo que General Dynamics hace, pero no se somete a Indra al mismo escrutinio. Y eso, en un debate de esta magnitud, es una asimetría grave.
5. El riesgo mediático: convertir un debate industrial en un relato moral
Finalmente, hay un problema de marco. El artículo desliza una narrativa casi moral —“dinero que se va”, “empresa que no es de aquí”— que puede funcionar como titular, pero no sirve para diseñar política industrial.
La industria de defensa europea no se construye sobre identidades nacionales puras, sino sobre integración, cadenas de valor y escala y amenazas continentales. Presentar la pertenencia a un grupo europeo como una anomalía a corregir es, como mínimo, ingenuo. Y como máximo, peligroso.
Conclusión: más rigor, no menos debate
Nada de esto invalida el esfuerzo ímprobo de Vicente Montes. Al contrario: lo hace más necesario siempre que no se escriba al dictado.
Pero precisamente por eso conviene decirlo con claridad: el artículo no completa la cuenta, simplifica el balance, y omite elementos decisivos para evaluar qué está realmente en juego.
Y lo que está en juego no es una cifra contable, sino algo mucho más serio: si Asturias y España apuestan por una industria integrada, imperfecta pero real, o por una aventura politizada, personalista y aún sin cimientos industriales sólidos.
Ese es el debate. Y merece ser tratado con toda la precisión que exige.
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