Mientras repasaba hace unos días la canción de Tú Volverás y me paraba en la exhortación de Sergio y Estíbaliz “toma tu vida y tu mochila” no pude evitar acordarme de Ryan Bingham: quizá muchos de ustedes no sepan quién es, pero sus vídeos llevan más de una década sirviendo como herramienta para reflexión y -en muchas ocasiones- guía en las tan afamadas sesiones de motivación, coaching, mentoring, etc.
Efectivamente, Ryan Bingham no es un hombre real, sino el protagonista (interpretado por George Clooney) de una película estrenada en 2009 titulada “Up in the Air”. Para contextualizar, recordemos que esa película llegó a los cines en plena resaca de la crisis económica de 2007-08 y nos enseña los distintos enfoques de una situación similar a la que se estaba viviendo, tanto desde un punto de vista empresarial como desde una óptica más personal:
Bingham trabaja para una potente empresa de recursos humanos especializada en la gestión del despido masivo de empleados de otras empresas en dificultades, por eso tanto él como su empresa se encuentran es su mejor momento cuando -según las palabras de su jefe describiendo la situación- los minoristas bajan un 20%, la industria automotriz se hunde, el mercado inmobiliario no da señales de vida y muchas empresas se ven obligadas al cierre; Bingham es el mejor en su trabajo, haciendo el “trabajo sucio” que quienes lo contratan no tienen el valor de hacer, como dice en su propia presentación:
Pero, quizás precisamente para poder ser el mejor en su trabajo, es un tipo peculiar que huye de ataduras afectivas, sentimentales y hasta materiales… es feliz viajando por trabajo 322 días al año y su objetivo se limita a ser un buen profesional, el mejor profesional en su faceta, y coleccionar “millas” (puntos de fidelidad de las aerolíneas). Su éxito profesional es de tal magnitud que lo convierte también en un aclamado conferenciante cuyo discurso motivacional se basa en la teoría de la mochila y ponderar las ventajas de ser libre y sin ataduras, como habrán podido comprobar en el primer vídeo.
El discurso de la mochila y el lastre que ella supone en nuestro desarrollo personal y profesional lleva años calando entre nosotros, en nuestras empresas y en nuestra sociedad, y -quizá- deberíamos reflexionar sobre si es la mejor opción, si esa estrategia de desafectos y vuelo libre de cualquier tipo de ataduras nos convierte en personas más felices, mejores profesionales o -tan sólo- individuos más libres con un rumbo incierto.
Estoy de acuerdo en que cada uno de nosotros llevamos en nuestra mochila cosas absolutamente prescindibles, materiales o afectivas, que nos lastran o incluso que nos frenan en determinadas ocasiones, pero también creo que una mochila en nuestra vida es más que necesaria o imprescindible en algunos casos.
Seguro que muchos de nosotros conocemos a personas con insuficiencia respiratoria que necesitan una mochila con su dispositivo de oxígeno para poder respirar y tener cierta autonomía y libertad, o peregrinos y senderistas que bien conocen la necesidad de una mochila para llevar el agua, los alimentos y la ropa imprescindibles para hacer su camino… o -poniéndonos en el caso extremo- prueben a quitarle su mochila y equipo a los paracaidistas y decirles que salten al vacío de esa manera tan liviana.
Discursos como el de Ryan Bingham tienen su parte de razón en cuanto a que debemos convencernos de que no podemos vivir con lastres innecesarios, pero el problema llega cuando ese discurso se lleva al extremo para mentalizar a la gente de que para realizarse personalmente o promocionar profesionalmente debe cortar vínculos con lo material y con lo inmaterial.
No somos cisnes ni tiburones, somos personas y como tales estamos acostumbrados a sociabilizar, y así como nuestras mochilas y lo que cargamos en ellas condicionan nuestra posición en la vida y en el trabajo, todas las decisiones que tomemos -personales y profesionales- pueden repercutir en mayor o menor medida en quienes nos acompañan en este viaje por la vida y que, como dice la charla de la película, van en nuestra mochila.
Muchos de los que hacen caso a este tipo de discursos y toman decisiones encaminadas a soltar el peso de su mochila no tardan en descubrir que esa felicidad efímera que les llega con la supuesta libertad inicial suele dar paso con el tiempo a la zozobra y a la añoranza de sus vidas grises y su “bendita monotonía” pasada.
A veces pienso que todo esto es como una droga, un nuevo modelo de sociedad tan perversa que a la misma vez que nos propone vidas libres y realización profesional nos desata de nuestras raíces, nuestra familia y nuestro propio espíritu crítico para debilitarnos, deshumanizarnos y atarnos -de nuevo y más firmemente- al servicio de necesidades mundanas o intereses de vaya usted a saber quién.
Por supuesto que está bien revisar nuestra mochila y eliminar todos los elementos tóxicos y superfluos, pero es imprescindible tener buen criterio para no desprenderse ni afectar con los cambios a aquellos que dan estabilidad a nuestras vidas.
Si no han visto la película Up in the Air, o si quieren volver a reflexionar sobre este tema, les recomiendo que la vean, se pongan en la piel de los distintos personajes… y piensen en ello.
Licenciado en Filología Española (Literatura)
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