No escribiremos sobre lo ya ampliamente conocido de apoyos recibidos por PSOE y PP, de las pretensiones de unos de amnistía e independencia y de otros sobre el reconocimiento de supuestas desigualdades. No merece la pena por el hastío que supone volver una y otra vez al debate sobre el opresor Estado español o una Constitución necesaria de reformas.

Si procuramos abstraernos y observar con cierta distancia (que no desdén) todo lo que el circo político nos ofrece e intentamos no caer en argumentos frívolos, queda claro que los bloques ya están decididos en su mayoría y quedan por cortejar unos cuantos diputados.

Que los movimientos independentistas radicales van a apoyar a Sánchez es indudable: Junts, ERC o Bildu tienen mucho que ganar con un PSOE más débil que nunca cuyo líder es sobradamente conocido por su capacidad para entregar lo que sea y a quien sea a cambio de mantenerse en el poder. Si añadimos la extrema izquierda de ese trampantojo de coalición progresista que es Sumar y el diputado del BNG, todos conforman un escenario muy favorable para el PSOE.

Por otro lado, los habituales apoyos del PP se centran en UPN y Coalición Canaria al que se suma Vox para agrupar 172 diputados. Un PP, recordemos, muy por encima del PSOE en las pasadas elecciones a pesar del constante argumentario socialista en el que se arrogan los votos de su espectro para venderlos como propios y quedar por encima del PP. Un burdo truco dialéctico.

No hemos incluido al PNV en este reparto de escaños porque resulta evidente que va a ser el elemento central en todas las negociaciones que se celebren en las próximas semanas. 

El papel del PNV es complicado. 

  • Hay 3 liderazgos: Andoni Ortúzar como presidente, en clara enemistad con el PP; Íñigo Urkullu, Lendakari y que siempre ha mantenido buenas relaciones con Feijóo; y Aitor Esteban, portavoz en el Congreso y con una habilidad política enorme que le permite apoyar los presupuestos de Rajoy de 2018 y poco después participar en una moción de censura para echarle.
  • Ya no es socio preferente para el Gobierno español. Este papel ha pasado a Bildu, formación que (junto a ERC) fue abanderada en la gestación de la importante Ley de Vivienda aprobada este año.
  • En el País Vasco está perdiendo la batalla frente a Bildu. El PNV bajó más de 100.000 votos en las generales de 2023 respecto a 2019;  Bildu ha subido más de 53.000. En las municipales de 2023 se dejó 86.000 votos y Bildu ganó 17.000.

Sus opciones, muy difíciles:

  • Como Ortuzar y Esteban ya han dicho que no apoyarán de ninguna manera al PP porque implicaría sumar sus diputados a los de Vox, solo queda la posibilidad del apoyo al PSOE o la abstención.
  • Si se abstienen y el PP cuenta con el diputado del BNG (altamente improbable), Feijóo podría ser presidente en segunda votación. 
  • Si no apoyan a ningún partido, Sánchez será presidente.
  • Si se unen a la “izquierda progresista”, Sánchez será presidente.

Ideológicamente el PNV no está cercano ni a unos ni a otros. Poco comparte con el PSOE o Sumar. En los últimos años, quizá arrastrado por cierta tendencia social y política, ha adoptado ideas de la agenda de la izquierda (ley del ‘solo sí es sí’, aborto…) y que no afectan a lo que sus electores buscan. De igual manera, en lo económico mantienen cierta postura conservadora que se centra en Euskadi, lo primero para ellos.

Es decir, aunque pensemos que tiene una orientación conservadora,  ideológicamente nunca ha estado claramente definido y es algo que el votante vasco acepta. Cuenta con apoyos en electores de izquierda y derecha. Nada hace que motive el expreso rechazo de los ciudadanos y todos pueden encontrar en el PNV algo que les guste.

¿Qué puede hacer?

  • En la coalición de izquierdas, el PSOE ya ha dejado claro que prefiere a Bildu. Por tanto, todo lo que se consiga para el País Vasco será mérito de esa formación, no del PNV. Esto les penalizará enormemente en las elecciones del año que viene.
  • En los deportes a motor, sobre todo en los de velocidad, el que va segundo no puede replicar la estrategia del primero porque jamás conseguirá adelantarle. Si hace lo mismo que Bildu, nunca le superará.
  • Pero si opta por diferenciarse de Bildu, absteniéndose, caerá en una irrelevancia que aumentará sus problemas en el País Vasco. Como probablemente no podrá contar con los diputados del PSOE vasco, es más que posible que no renueve la presidencia del Gobierno. Recordemos que Bildu ha permitido que el PSOE gobierne en Navarra. El año que viene podríamos ver un quid pro quo en el País Vasco.
  • Queda por tanto apoyar al PP, convertirse en un socio preferente, obtener el máximo rédito para su comunidad (como siempre ha hecho) e intentar recuperar el terreno perdido ante Bildu. No existe coste electoral autonómico, nunca en el pasado lo ha sufrido.
  • Puede participar en el acuerdo por el que el BNG apoya al PP y ellos se abstienen a cambio de beneficios para el País Vasco. Su discurso se centraría en que ninguna de las dos opciones principales satisfacía las necesidades de Euskadi y por tanto la única opción posible era la abstención. De nuevo sin coste electoral.

Para finalizar, tengamos en cuenta que cualquier análisis que hagamos sobre las posibles alianzas contará con la necesaria interpretación que hace Michels en su ley de hierro de las oligarquías que nos dice que los líderes de los partidos, inicialmente apasionados y comprometidos con las masas, pronto devienen en una oligarquía cuyo único objetivo es perpetuarse en el poder. Un siglo después, sigue totalmente en vigor.