Hay que reconocer cierta bisoñez en Alfredo Canteli, alcalde de Oviedo, cuando habla de lo bien que se lleva a nivel personal e institucional con Adrián Barbón. Su bonhomía le hace creer que ese “buen rollo” es cierto y por eso lanza al presidente declaraciones de lo más mundanas, cotidianas, lejos de la rigidez con la que los políticos nos aburren en los medios.
Decía Canteli hace unos días que Barbón debería ser exigente con el Gobierno central, que trabaje por Asturias mucho más que lo que ha hecho hasta ahora. Hablaba de “ponerse de rodillas” para rentabilizar la actual situación de precariedad del PSOE en los gobiernos autonómicos.
Lo que no intuía Canteli es que Barbón sí se iba a poner de rodillas pero no para luchar por Asturias sino para dejarla vendida. Se ha ofrecido a Pedro Sánchez, entregado con pasión, hasta el punto de defender públicamente todas las maniobras que el actual presidente en funciones está llevando a cabo con tal de asegurarse la investidura y cuyo resultado es lo más injusto que puede sufrir nuestra Asturias.
Es el mismo Barbón patriota que corre presto a X (antes Twitter) a defendernos ante Toni Cantó, que critica a Ana Obregón, que le gustaría ser la Barbie de Somió y quién sabe si quitarle puesto al León de la Metro… En fin, el Barbón de las frivolidades con su cuenta cerrada a los críticos (cosa que no nos cansaremos de denunciar: si la utiliza para asuntos públicos, que se someta al escrutinio de todos los ciudadanos y no solo de sus admiradores) resulta que cuando tiene que defender a Asturias lo que hace es vendernos para, como se decía antaño por aquí, contentar al su amu.
No reproduciremos las fechorías que Sánchez está pergeñando para mantenerse en el poder, difundidas por doquier. Tampoco las réplicas que desde la oposición se hacen, más que justificadas aunque poco efectivas…
Ni las críticas de esos “barones” que sí, se indignan en desayunos informativos, reposan el argumentario facilitado por Moncloa durante el almuerzo y cenan mano a mano de nuevo con Sánchez al que no abandonan ni ponen en un brete porque fuera del poder hace mucho frío y, ya se sabe, en todos los partidos se deja el verso libre que da una pátina de democracia y libertad de expresión a una formación que no la tiene.
Barbón no llega ni a eso: pide directamente a los “mayores” del PSOE que no molesten, que las cosas ahora son de otro modo, que no las entienden… Él, que recurre a los güelos a la mínima, pide a los vieyos del PSOE que no enreden, que está la situación en un punto crítico y tanto ruido no ayuda. Si hay que negociar lo que sea, se negocia. Y si hay que recurrir a Rodríguez Zapatero, germen de muchos de los problemas del PSOE de hoy y con peculiares actividades allende los mares, y rodearlo de un aura mágica de la deidad que acoge a sus hijos para orientarles y ayudarles, se hace.
En definitiva, hay que hilar un discurso entre la mística y la comedia con tal de que Pedro Sánchez siga adelante. Si eso supone barrer a los molestos históricos, se les mete debajo de la alfombra. Y si hay que pedirle al PP que apoye a Sánchez, el culmen de la desfachatez, se pide. Conviene recordarle a Barbón que el PP ha obtenido muchos más diputados que el PSOE, en Asturias también, que lo mismo sucede con Vox y Sumar, y que dejen de mentir cuando juntan todos los votos de la izquierda para decir que ganaron las elecciones porque es falso.
Si al final el PSOE gobierna de nuevo será a cambio de pagar un precio muy alto. Los más perjudicados seremos, como siempre, los pequeños. Asturias no puede salir bien parada de un acuerdo que profundiza en las diferencias entre las comunidades autónomas, que riega de dinero a las ya históricamente beneficiadas y por tanto nos deja las migajas a los demás. Barbón acepta que haya comunidades de primera y de segunda y está de acuerdo con que Asturias pertenezca a ese segundo grupo.
No nos merecemos un presidente que antepone sus intereses políticos, los del PSOE y los de Pedro Sánchez a los de Asturias y los asturianos.
Los hechos son los hechos, independientemente de los sentimientos, deseos, esperanzas o miedos de los hombres.