Esta semana, la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Economía, Nadia Calviño, y una buena parte de los integrantes del Ejecutivo presionaban a toda la cadena alimentaria para reducir los precios de lo que ellos denominan “la cesta de la compra”.
La idea de que los costos determinan los precios es comúnmente aceptada en el pensamiento económico tradicional, pero, en realidad, la relación entre ambos es más compleja. Los costos son solo una de las variables que influyen en los precios, junto con la oferta y la demanda, la competencia, los factores externos, las estrategias de marketing… En este sentido, el precio, es una respuesta a las condiciones del mercado en el que se encuentra.
Por ejemplo, supongamos que una empresa productora de ropa aumenta sus costos debido a la inflación de la materia prima. Si decide aumentar sus precios para cubrir estos costos adicionales, puede perder clientes que ahora busquen opciones más baratas. Si la empresa decide mantener sus precios, puede mantener su base de clientes, pero sus márgenes de beneficio se reducirán. En este escenario, la empresa deberá encontrar un equilibrio entre los costos y los precios que sea aceptable tanto para ella como para sus clientes.
Otro ejemplo sería el de una empresa tecnológica que desarrolla un producto revolucionario y único en el mercado. Aunque los costos de producción sean elevados, la empresa puede establecer un precio alto debido a la falta de competencia y a la gran demanda del producto. En este caso, el precio está determinado por la oferta y la demanda, no por los costos.
Por lo tanto, es importante que las empresas evalúen cuidadosamente todas las variables que influyen, antes de tomar una decisión sobre los precios a establecer. La misión de las empresas, cual jugadores de póquer, no es otra que la de maximizar beneficios y minimizar pérdidas. El mercado, al igual que el juego, ni es estático ni lineal y aprovechar las rachas de buenos ingresos es vital para el futuro posicionamiento, modernización y crecimiento.
“La fatal arrogancia”, siempre presente en los cerebros progres, resilientes y ecosostenibles de los demagogos que con báculo de hierro destrozan la economía y la convivencia en este bendito país, no les deja ver la gran complejidad que entraña la división del trabajo combinada de manera natural y espontánea con el sistema de precios.
“Abolir las ganancias para beneficiar al consumidor implica vender al precio de costo. Pero en ese caso, la oferta se reduce y no alcanza para satisfacer a todos los compradores. Así, se acaba por imponer un sistema de racionamiento” (Ludwig Von Mises)
La zarpa que encarece los alimentos básicos, y en general todo lo que se comercializa en la sociedad, se sienta en todos los parlamentos y se dedica a soltar interminables peroratas llenas de palabras vacías.
Los motivos de la inflación los saben muy bien Nadia Calviño, Pedro Sánchez, Christine Lagarde y el resto de integrantes de la casta oligárquica que aplaude la puesta en marcha de la máquina de fabricar billetes de Mortadelo y Filemón.
Las CBDC son el último plan maquiavélico para implantar la esclavitud casi setenta y cinco años después de haber sido abolida. Tal vez George Orwell se equivocó y en lugar de 1984 se habría querido referir a 2024 como el año en el que el “hermano mayor” tomaría el control absoluto de los habitantes del planeta.
Autónomo. Nadador de aguas abiertas. Filosóficamente anarcocapitalista. En lo inmediato, apoyo cualquier paso en esa dirección. “Cuando el camino se hace duro, solo los duros siguen caminando”.