
El horror de los incendios en España revela un sistema vertical ineficaz. El modelo alemán muestra que la prevención horizontal sí funciona.
Cada verano revivimos el mismo guion: incendios forestales que se extienden sin control, vecinos que improvisan cortafuegos, políticos que generan titulares vacíos y promesas rotas de más prevención de incendios… para luego recortarla.
Nos dicen que es cambio climático y justifican con eso transferir recursos de prevención hacia chiringuitos «globalistas«, pero lo peor del fuego es lo humano: un sistema vertical que centraliza y controla, en vez de empoderar y prevenir. Esa es la raíz del horror.
En León, en Zamora, en Ourense… el humo no solo cubre los montes, sino también la vergüenza de un país que lleva décadas sabiendo lo que había que hacer y ha preferido mirar hacia otro lado. Lo llaman emergencia; en realidad es incompetencia sistémica.
Recorro mentalmente pueblos que conozco —Las Medulas, Ferradillo, Carucedo— y aún veo a los vecinos con el cubo en la mano, igual que hace 40 años, solo que ahora ya no hay jóvenes detrás para relevarlos. En el bar de un pequeño pueblo de la Maragatería, comarca de mis tatarabuelos, alguien recuerda mientras señala el horizonte negro:
“Antes limpiábamos el monte porque si ardía, ardía nuestra casa. Ahora, el monte es de nadie y el fuego es de todos”.
Alemania y España: dos maneras opuestas de tratar el monte
El sistema horizontal alemán
En Alemania, la prevención de incendios es un modo de vida. El trabajo de limpiar el bosque genera empleo estable; los restos se convierten en pellets y biomasa; la gente sabe que su sueldo depende de que haya monte, no de que haya fuego.
Los bomberos voluntarios son legión: tienen formación gratuita, licencias de conducir costeadas y puntos para oposiciones. Es un sistema horizontal, donde la comunidad no espera órdenes: actúa.
El sistema vertical español
Ese modelo no es ajeno a España. Lo practicamos durante siglos, cuando las comunidades rurales se autoorganizaban para cuidar pastos y pinares, para abrir cortafuegos, para hacer quemas controladas.
Solo falta modernizarlo y aplicarlo con tecnología e incentivos, pero manteniendo su esencia: responsabilidad compartida y acción local.
Hoy, en cambio, el sistema español es vertical: leyes, planes y protocolos bajan desde la administración central o autonómica hasta las comunidades rurales.
La prevención real se reduce a campañas, y la comunidad local se limita a recibir órdenes y evacuar cuando el humo ya ha llegado. Y así, cada verano, el ciclo se repite.
La política paralela que incendia más que apaga
PP/ PSOE y autonomías/Gobierno central
La lucha PP–PSOE se replica en perversamente en la dinámica autonomías–Gobierno central. Se convierte en un juego de poder donde el fuego es un pretexto más que un enemigo común. Y en un aumento en la degradación de Sánchez, refugiado en su autocompasión y preludiando su crisis final.
El caso Marlaska y la DANA de Valencia
No es casual el episodio del ministro Grande-Marlaska, repitiendo el patrón de Pedro Sánchez ante la DANA de Valencia: “Si quieren ayuda, que la pidan las autonomías”.Como si la urgencia del fuego pudiera esperar a que la administración rellene formularios.
Mientras tanto, el incendio avanza y los helicópteros despegan tarde… si despegan.
Preguntas imprescindibles
- -¿Quién responde por las décadas de abandono del monte en comarcas donde la despoblación se veía venir?
- -¿Por qué se recorta en prevención mientras se aumenta el gasto en grandes despliegues cada verano?
- -¿Cuánto vale un monte calcinado frente a un monte limpio que da empleo?
- -¿A quién beneficia realmente que el sistema siga siendo vertical y no horizontal?
- -¿Se ha calculado cuántos pueblos desaparecerán definitivamente si cada década pierden varios cientos de hectáreas por el fuego?
Conclusión: de la desolación a la acción
El humo que hoy cubre León y Zamora no es solo el de la madera ardiendo: es el de un país que olvidó su memoria rural y renunció a su mejor defensa.
El modelo alemán nos recuerda que la solución no es inventar nada nuevo, sino recuperar lo que ya funcionó y adaptarlo al presente.
Un sistema horizontal, con la comunidad como protagonista y la administración como soporte, no es una utopía: es la única salida si no queremos que cada verano vuelva a ser una temporada de horror y desolación.
El fuego se combate antes de que empiece. Y eso, en España, lo sabíamos… antes de que nos convencieran de que solo Madrid o la capital autonómica pueden salvarnos.
ENLACES RELACIONADOS:
1. Incendios forestales en España: casi 150 000 hectáreas quemadas en 2025:
Datos del sistema europeo [EFFIS]: 148 205 ha calcinadas en 2025, más del triple de 2024; 84 703 ha solo entre el 6 y el 12 de agosto; evacuaciones masivas en Castilla y León.
https://theobjective.com/sociedad/2025-08-14/hectareas-quemadas-espana-ano/
2. La muerte de dos voluntarios reabre el debate sobre profesionalización:
Tras las muertes en León, se reclama prudencia y equipos profesionales en lugar de voluntarios sin formación adecuada.
3. Sistema de bomberos voluntarios en Alemania. Cuerpo de bomberos voluntarios (Austria y Alemania)
En Alemania, aproximadamente el 97 % de los bomberos son voluntarios. Estos departamentos rurales —Freiwillige Feuerwehr— están disponibles las 24 horas y colaboran estrechamente con otras organizaciones como el THW (Protección Civil Técnica), servicios de ambulancia voluntaria y rescate. Su estructura, compromiso y profundo arraigo comunitario reflejan la esencia del modelo horizontal que hemos comparado.
https://es.wikipedia.org/wiki/Cuerpo_de_bomberos_voluntarios
4. ¿Cómo evitar que España arda cada verano?: la lección alemana de la gestión de bosques.
Este artículo de El Español explica cómo el modelo forestal alemán —basado en prevención, incentivos económicos locales, voluntariado organizado y aprovechamiento de biomasa— puede ofrecer soluciones reales para evitar que España enfrente incendios devastadores cada verano.

Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED