
Fotografía de portada: Banderas de Hamas y de Hizbollá en una etapa de la vuelta en el País Vasco
La Vuelta Ciclista a España
Sánchez no gobierna por saber de política internacional; gobierna porque apela a una farsa que confunde con la esencia de España
No gobierna por saber de política internacional —ni falta que le hace—, gobierna porque apela a la irrelevancia. Quizá sea un magnífico españólogo como bien dice Salvador Sostres.
Conoce el folclore, la indignación de sobremesa y el algoritmo sentimental de la parte mas alicaída del país.
Por eso anunció nueve medidas contra Israel que son lo que son: irrelevantes, inaplicables y útiles solo para ofender. Papel mojado con sello oficial.
No buscan efectos en Jerusalén, sino en la tertulia de la tarde: que los suyos aplaudan, que los demás se cansen y que la polémica tape el vacío.
Mientras, la pandilla de la flotilla “humanitaria” —Greta, Colau y demás majorettes del desastre— salió en plan épico a desafiar al Ejército de Israel y tuvo que dar media vuelta dos veces por mala mar.
Luego acusaron a Israel de atacarles con drones porque en los barcos hubo un conato de incendio tan ridículo que ni para una barbacoa les sirve.
Y como ya ni mide lo que dice, añade aquello de que España no puede parar a Israel «porque no tenemos bombas atómicas«. Quiso presumir de pacifista y le salió una propuesta de genocidio, de solución final.
Pero el postureo tiene más titulares en la prensa subvencionada que la propia verdad, y el temerario que regresa a puerto presume de victoria moral.
La política funciona como un museo del feísmo: no triunfa el discurso más verdadero, sino el mas esperpéntico. Sánchez lo sabe.
Coloca su postureo con luz cálida, marco caro y rótulo compasivo. Da igual que la pincelada sea mala o que el color sea mentira; si el foco está bien puesto, el tertuliano de la izquierda divina, de cámara o de bar, sale convencido.
No porque los demás tengamos peores artistas, sino porque Sánchez paga el museo con dinero ajeno y tiene más espacios de televisión colocando su consigna chabacana.
La flotilla en lycra: boicot a la Vuelta
Mírese España: boicots a la Vuelta “contra Israel”. Valientes.
– Parar ciclistas agotados para salvar Palestina, como si el pelotón fuese el Mossad en lycra.
– Bloqueos en rotondas, pancarta, vídeo vertical y medalla moral. Puro ridículo.
En la historia del deporte hay modelos de esfuerzo y epopeyas reales, pero esto es performance de domingo. Una flotilla de patéticos disfrazados cuyo sueño es que detener las ruedas de los deportistas equivale a parar una guerra con muertos, pero desechan tantas otras que en el mundo hay con mayores masacres y menores razones.
Pero ellos, a lo suyo: sueñan con Gaza y no llegan ni a Guadalix.
El activismo, que no sabe distinguir una meta volante de un misil, exige sanciones al equipo equivocado y se saca la foto.
Después, al bar, a hidratarse: la revolución cansa.
Es la política de la foto, no del hecho; del encuadre, no de la consecuencia.
Proyección internacional arruinada
Y Sánchez, encantado. No le importan los muertos en Gaza —ni los de ninguna geografía que no le sume escaños—; le importa el encaje de bolillos con sus socios contradictorios.
-Un día guiña a los que ven colonialismo en cada esquina;
-al siguiente regala una frase al pacifismo de salón;
-al tercero rema con los nacionalismos interiores que le sostienen la silla.
Su proyección internacional fue antaño un número de magia de ferial: humo, luces, selfies en pasillos.
Hoy está totalmente arruinada y, sinceramente, ya le da igual. Lo suyo no es el mundo: es la feria del pueblo, donde todo se arregla con verbenas y un hilo musical de superioridad moral.
Por eso vuelve a una ciencia imaginaria, la españología:
- -apelar a la parte panderetera de España de que confunde su mística con la estética del gesto;
- -que cree que firmar un manifiesto en X es la antesala de los Acuerdos de Camp David;
-que se hace selfies bloqueando una carrera ciclista y piensa que ha torcido la historia. Irrelevante y patético, pero rentable en votos.
Israel no juega con fuegos artificiales; hace lo que cree que debe hacer. Aquí, en cambio, seguimos padeciendo al tertuliano mejor pagado.

Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED