Asturias Liberal > Asturias > Promesas sin fábrica o la Asturias de los vividores

Fotografía de portada: por la izquierda Ángel Escribano, Alfredo Canteli, José Manuel Ferreira, David González, Carlos Paniceres y Carmen Moriyón.


En El baile de los vampiros de Polanski, una aristocracia de succionadores celebra su fiesta sobre un pueblo exhausto pero llega un sabio con su ayudante para arruinarles la velada. Aquí también conocemos el castillo, los invitados y los brindis.

Asturias no necesita más promesas; necesita infraestructuras, industria y verdad. Lo demás es humo con foto.

Hay dramas que se repiten con la fidelidad de un reloj averiado. Asturias es uno de ellos.

Cada década, un nuevo proyecto industrial o una infraestructura redentora promete salvarnos del rezago, y cada década asistimos al mismo desenlace: la demora, el abandono o la conversión en maqueta para rueda de prensa.

Mientras otras comunidades avanzan, nosotros seguimos esperando el tren, el túnel o la fábrica que nunca llega.

Inventario de la demora

La lista es ya un museo de ilusiones perdidas. Aquellos años entre 2000 y 2004 parecían anunciar un tiempo nuevo: la adaptación al ancho de vía ibérico, la autovía del Cantábrico, la conexión ferroviaria con la Meseta, el metrotrén de Gijón, el fortalecimiento de una ingeniería regional otrora puntera y la protección de la generación energética. Todo quedó a medio hacer, detenido o descarrilado. Asturias se fue quedando atrás, como una locomotora sin carbón observando pasar los convoyes ajenos.

Se nos pide paciencia y nos entregan humo, pero la paciencia no mueve trenes ni el humo levanta fábricas.

La élite del humo

Y, sin embargo, los mismos que custodiaron ese fracaso han sabido convertir la parálisis en oficio. Hay en el empresariado y en la política asturiana una escuela —muy rentable— donde la promesa ilusa sustituye a la realidad y donde el humo es más preciado que el acero.

Son los mismos que se reparten las fotografías, sonríen ante los micrófonos y juran que el futuro está en marcha mientras solo se mueven ellos… hacia Madrid, hacia algún consejo de administración o hacia los rincones donde el poder se ejerce sin luz ni taquígrafos.

A su lado, el pretendido diario regional actúa como maestro de ceremonias: bendice cada proyecto con entusiasmo de influencer fraudulento, disfraza de progreso lo que es decorado y aplaude cada anuncio como si de un alumbramiento se tratara.

El escriba complaciente convierte la propaganda en crónica y el espejismo en doctrina.

Unidad, dicen. Unidad para la foto; dispersión para la responsabilidad.

El chiringuito del tallerón

Ahí está el último milagro de cartón piedra: la llegada de Ángel Escribano y su chiringuito familiar a un Tallerón vacío de contenido. Se nos asegura que allí se harán carros blindados; pero no habrá tales blindados, ni operarios preparados, ni contratos que lo permitan.

Habrá, eso sí, cursos de formación sin relación con nada, presentaciones y un ejército de consultores ocupados en fingir que trabajan. ¿Y quién pagará el coste? Asturias, mientras se sabotea a quienes de verdad fabrican: Santa Bárbara.

La foto

La fotografía lo resume todo: el presidente de Indra, el alcalde de Oviedo, la alcaldesa de Gijón, el presidente de la Cámara y sus adláteres, todos posando bajo la bandera de una unidad tan impostada como estéril. No los une un propósito industrial, sino la conveniencia. Cada uno persigue su beneficio particular y cortoplacista, basado en la promesa sin realidad. La palabra “Asturias” es el atrezo.

Cuando el humo sustituye al acero, el futuro se escribe con negritas… pero no con empleos.

Y, como en la película de Polanski, si no hay estrategia además de buenas intenciones, los vampiros vuelven al baile. En Asturias ya sabemos quiénes son, dónde posan y qué brindan: sangre ajena con copa de cristal.


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