Asturias Liberal > Aportaciones > Cuando el canon se delata: la lista de El País y el empobrecimiento literario actual

Fotografía de portada: el escritor Juan del Val, ganador del premio Planeta, y la escritora Ángela Banzas, finalista, junto a la vicepresidenta Yolanda Díaz. | EFE/Quique García


El intento de El País por dictar el canon de la literatura española de los últimos cincuenta años termina confesando, sin querer, la pobreza creativa de la era de la cultura woke.

Una decisión editorial que pretendía exhibir autoridad cultural, acaba revelando, con una transparencia casi cómica, aquello que sus autores querrían esconder.

El País, en su empeño por seguir dictando el canon de la España progresista, ha convocado a 116 especialistas para elaborar una lista de los supuestos “50 mejores libros españoles del último medio siglo”.

Una operación de prestigio, sin duda; un gesto de continuidad simbólica con ese intelectualismo de salón que justifica gobiernos y empobrece tertulias.

El resultado —¡ay!— es devastador para quien lo ha promovido. Porque esta lista, que pretendía reafirmar el relato de la excelencia cultural de la España contemporánea, expone exactamente lo contrario: el empobrecimiento literario de las dos últimas décadas, la sequía creativa disfrazada de sensibilidad identitaria y la sustitución del vigor estético por la obediencia doctrinal.

El canon según El País: cuando los números hablan

Los números no mienten, y en este caso son más elocuentes que cualquier juicio crítico. Si miramos la lista por fases históricas, el propio canon de El País se vuelve prueba contra sí mismo.

Cuando se ordenan los títulos por años, la estadística deja de ser neutra y se convierte en un diagnóstico cultural: dónde florece la literatura y dónde se agosta.

De los 50 libros seleccionados, si tomamos como referencia la muerte de Franco y sus cinco décadas posteriores, podemos dividir el periodo en tres grandes segmentos:

1) 1975–1978: final del franquismo y alumbramiento constitucional

  • Libros del listado aparecidos en esta fase: 7.
  • Años efectivos considerados: aproximadamente 5.
  • Densidad de libros de excelencia: en torno a 1,40 libros por año.

Años de hierro, sí; pero también años de coraje literario, de modernidad sin tutelas, de escritores que respiraban libertad antes incluso de poseerla jurídicamente. En plena incertidumbre política, la literatura española exhibe una potencia creativa que ningún comité ideológico había logrado domesticar.

2) 1978–2004: democracia constitucional madura

  • Libros del listado aparecidos entre 1978 y 2003: 30.
  • Años efectivos considerados: 26.
  • Densidad de libros de excelencia: alrededor de 1,15 libros por año.

Aquí se asienta el canon real de la democracia: Marías, Muñoz Molina, Martín Gaite, Atxaga, Llamazares, Benet, Delibes, Mendoza… Los adultos de una conversación literaria madura que no necesitaba tutores emocionales ni manuales de corrección política. Simplemente literatura: crítica o complaciente, íntima o política, pero siempre regida por una jerarquía básica de calidad, ambición y estilo.

3) 2004–2024: la era Zapatero- Sánchez y el predominio de la cultura woke

Con el interludio irrelevante del gobierno de Rajoy entre ambos mandarines socialistas la cultura zapaterista continuó:

  • Libros del listado aparecidos a partir de 2004: apenas 12.
  • Años efectivos considerados: unos 20.
  • Densidad de libros de excelencia: en torno a 0,60 libros por año.

Es decir: menos de la mitad que en cualquier periodo anterior. La etapa que más presume de pluralidad, diversidad y justicia poética es, según el propio canon avalado por El País, la época más pobre en literatura de calidad.

Nunca habíamos tenido un mercado editorial tan grande, tantos títulos, tantos premios, tanta promoción pública… y, sin embargo, nunca se había destilado tan poco que realmente perdure.

Del esplendor sin consignas a la literatura bajo tutela moral

La estadística demuele cualquier excusa sentimental.

Si los años más fértiles del canon contemporáneo coinciden con los años más libres de dogmas, y los años más pobres coinciden con el momento de mayor presión ideológica sobre la cultura, quizá haya que admitir una conclusión incómoda: cuando la creación literaria deja de obedecer a la imaginación y pasa a obedecer al poder, la literatura deja de existir como tal y se convierte en un apéndice del catecismo político del momento.

Un país puede soportar la censura explícita —la historia entera de Europa lo demuestra—, pero raramente sobrevive a la censura moral: esa que no necesita leyes, sino vigilantes; esa que no prohíbe libros, sino intenciones; esa que convierte a los lectores en activistas y a los escritores en empleados culturales del Estado emocional.

La gran paradoja es que El País, al exhibir sin querer su propio canon, ha terminado explicando por qué la literatura española reciente no levanta vuelo: no se debe a la falta de talento individual —que lo hay—, sino a un clima de creación colonizado por un moralismo infantil, por una visión de la ficción como extensión del activismo y por el empeño en que toda novela debe cumplir una función terapéutica, redentora o pedagógica. Demasiado peso para un arte que solo respira cuando es libre, irreverente, imprevisible.

Cuando la literatura se arrodilla ante la ideología de turno, deja de contar verdades humanas y se limita a ilustrar consignas: ya no es literatura, es propaganda con tapa dura.

En los años en que España vivía más lejos de los catecismos, escribimos mejor. En los años en que más catecismos nos exigen, escribimos menos y peor. El propio listado de El País —esa solemne declaración de autoridad cultural— es, sin quererlo, la confesión numérica de ese declive.

La lección final: cuando la literatura obedece, se marchita

La lección final es muy simple, pero conviene repetirla alto y claro, con el énfasis que merece una verdad antigua: cuando la literatura no obedece a ninguna ideología, florece; cuando obedece a una, se marchita. No es una tesis partidista: es una constante histórica.

La edad de oro de este canon —1975 a 2004— coincide con una esfera pública donde la política aún no había colonizado, aunque ya se pretendía, todos los rincones de la vida íntima, donde el escritor no era aún un “agente de cambio” al servicio de un relato oficial, sino un individuo incómodo, contradictorio, a veces reaccionario, a veces revolucionario, pero siempre dueño de su voz.

La lista de El País, nacida para consagrar una época, acaba revelando su límite: hoy se escriben más libros que nunca, pero menos literatura. Y no porque falte talento, sino porque sobra disciplina ideológica.

La verdadera noticia no es qué libros han entrado en el canon del diario, sino lo que ese canon confiesa: que la literatura florece cuando se atreve a desobedecer, y se apaga cuando se convierte en obediencia escrita.


Todos los derechos reservados. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este artículo sin la cita expresa de Asturias Liberal y de su autor.


Enlaces recomendados
  1. Lista de “Los 50 mejores libros españoles del último medio siglo” de El País
Asturias Liberal
Resumen de privacidad

Esta web utiliza cookies para que podamos ofrecerte la mejor experiencia de usuario posible. La información de las cookies se almacena en tu navegador y realiza funciones tales como reconocerte cuando vuelves a nuestra web o ayudar a nuestro equipo a comprender qué secciones de la web encuentras más interesantes y útiles.