Ofende a la inteligencia escuchar la propaganda infantil que presenta la economía asturiana como un éxito, mientras los propios datos del Proyecto de Presupuestos del Principado de Asturias para 2026 dibujan una comunidad con menos industria, menos sector primario y menos empresas.
Parte I. La versión clara, directa y comprensible
Ofende a la inteligencia escuchar, semana tras semana, la propaganda infantil con la que el Principado y buena parte de la prensa regional pretenden convencernos de que Asturias va “razonablemente bien” o «Asturias le da la vuelta a la tortilla».
Uno abre los datos reales —los del Proyecto de Presupuestos del Principado de Asturias para 2026, elaborados por el propio Gobierno regional— y descubre un paisaje distinto: una economía exhausta, una industria debilitada, un sector primario que retrocede y un tejido empresarial que se desangra.
La foto es simple: entre 2018 y 2024, Asturias encadena descensos acumulados en los pilares clásicos de su estructura productiva. La industria pierde un 6% de actividad. El sector primario, tanto en leche como en carne y pesca, se mueve entre el −7% y el −10%. La construcción se mantiene apenas por encima del nivel de hace seis años. Y aunque los servicios crecen un notable +44%, ese dinamismo es frágil, concentrado en comercio, hostelería y turismo: sectores de alto riesgo y baja estabilidad.
Si esto fuera poco, llega 2025 y el INE certifica la realidad: Asturias es la comunidad que más se hunde en creación de empresas (−39,4%) y la que más incrementa disoluciones (+15%). Es decir, nacen muchas menos compañías y mueren muchas más.
El relato oficial lo atribuye a “variaciones estacionales”, “contexto internacional” o “ajustes coyunturales”. No cuela. Los datos no describen un bache, sino un declive estructural: cuando la industria y el primario caen durante años y los servicios crecen sin sostener empleo estable, el tejido empresarial colapsa.
Lo que está ocurriendo no es mala suerte. Es la factura de décadas sin proyecto.
Menos producción, menos base, menos empresas: el resumen económico de Asturias cabe en una sola línea, pero exige años de política distinta.
Parte II. La versión extensa y rigurosa
Empecemos por el principio: para comprender la crisis empresarial de 2025 hay que leerla a la luz de lo que ha ocurrido entre 2018 y 2024. No son fenómenos separados; son los dos capítulos de una misma historia: el debilitamiento progresivo de la base económica del Principado.
La narrativa oficial intenta despachar el problema con explicaciones superficiales —“estacionalidad”, “ajustes”, “incertidumbre internacional”— pero los datos, recogidos en el Proyecto de Presupuestos del Principado de Asturias para 2026, cuentan otra cosa. Y conviene exponerlos con precisión.
1. La industria: un deterioro lento pero persistente

Entre 2018 y 2024, el Índice General de Producción Industrial (IPIA) muestra:
2018 → +0,5%
2019 → −6,1%
2020 → −12,2%
2021 → +14,8% (rebote post-COVID, no crecimiento real)
2022 → +1,3%
2023 → −4,7%
2024 → +2,9%
El resultado acumulado es claro: −6,0% desde 2018.
No estamos ante una oscilación técnica sino ante una pérdida estructural de capacidad productiva. La industria química retrocede; los productos no metálicos encadenan caídas; la metalurgia apenas se sostiene. Solo algunos segmentos manufactureros muestran resistencia, insuficiente para revertir la tendencia.
Y sin industria no hay efecto arrastre: menos logística, menos mantenimiento, menos empleo técnico, menos proveedores, menos inversión extranjera.
El tejido empresarial reacciona en consecuencia: si la industria se apaga, nacen menos empresas y cierran más.
2. El sector primario: una erosión silenciosa

Los datos del Proyecto de Presupuestos muestran un deterioro continuado:
Leche (Tm)
2018: 558.349
2024: 512.053
−8,3% en seis años.
Carne sacrificada (total Tm)
2018: 20.648
2024: 19.179
−7,1%.
Pesca (peso desembarcado Tm)
2018: 22.397
2024: 20.235
−9,6%.
Estamos ante un sector primario en regresión continua, incapaz de sostener empleo joven, inversión o modernización. El Principado habla de “adaptación” y “madurez del sector”, pero la realidad es que la producción de leche cae año tras año, la carne retrocede y la pesca pierde volumen.
Cuando la base agraria retrocede, el impacto lo sufren:
- ganaderos y explotaciones familiares,
- industria láctea y cárnica,
- transporte,
- comercialización,
- cooperativas,
- autónomos rurales.
Es decir: menos actividad → menos empresas.
El campo, la ganadería y la pesca no son “postales rurales”: son cimientos económicos. Cuando se agrietan, tiemblan el empleo, los pueblos y las cuentas públicas.
3. La construcción: estabilidad engañosa

El sector muestra un comportamiento relativamente estable:
- Índice de ventas de cemento: variación acumulada +9,9%.
- Visados de obra nueva: caen hasta 2020, rebotan en 2021, vuelven a caer en 2023, mejoran en 2024.
- Licitación pública: crecimiento irregular, con picos ligados a ciclos electorales o fondos europeos.
La construcción no está en crisis, pero tampoco tira de la economía. Su crecimiento es cíclico, dependiente de gasto público y sin capacidad para generar por sí solo creación empresarial significativa.
4. Servicios: el gran motor… pero con pies de barro

El sector servicios es el único que presenta un avance robusto:
Índice de cifra de negocios: +44,5% acumulados en 2018–2024.
Pero conviene matizarlo:
- El crecimiento está impulsado por hostelería, turismo, comercio y transporte, sectores volátiles y sensibles al ciclo.
- Los servicios de alto valor añadido (tecnología, finanzas, investigación) no crecen al mismo ritmo.
- El repunte turístico posterior a la COVID explica buena parte del incremento.
En otras palabras, hay más actividad, sí, pero no necesariamente más estabilidad, más empleo cualificado, ni mayor inversión empresarial.
5. Y llega 2025: el diagnóstico del INE confirma lo que veníamos viendo
Los datos empresariales enero–agosto 2025:
- Creación de empresas: −39,4% → la mayor caída de España.
- Disolución de empresas: +15% → una de las mayores subidas del país.
Asturias no solo crea menos empresas: las destruye más rápido.
No existe ninguna comunidad en España con una divergencia tan acusada entre actividad oficial “optimista” y deterioro empresarial real.
Y este patrón se comprende perfectamente a la luz de 2018–2024:
- Si la industria cae,
- si el primario retrocede,
- si la construcción se sostiene a duras penas,
- y si los servicios crecen pero sin generar tejido sólido…
…entonces, el resultado inevitable es un ecosistema empresarial frágil y en contracción.
6. La narrativa oficial: infantilismo para adultos
Lo más llamativo no son los datos, sino el esfuerzo por ocultarlos tras un relato complaciente.
Se nos dice que:
- la economía va “razonablemente bien”,
- el empleo “resiste”,
- el tejido empresarial “se adapta”,
- la actividad “se mantiene estable”,
- la coyuntura es “compleja pero manejable”.
Pero ningún indicador serio sostiene ese discurso:
- La industria pierde base.
- El primario se derrumba.
- Los servicios crecen, pero sin elevar productividad.
- El emprendimiento se colapsa.
- Las disoluciones se disparan.
Lo que se vende como “normalidad” es, en realidad, declive estructural.
7. La conclusión: no es un bache, es un modelo agotado
Si Asturias fuese un proyecto empresarial, cualquier analista diría lo mismo: el modelo no funciona.
- La actividad cae donde debería crecer.
- El crecimiento se concentra donde menos estabilidad aporta.
- Las empresas huyen porque no encuentran condiciones ni expectativas.
- La fiscalidad disuade.
- La regulación desincentiva.
- La política económica carece de visión.
El resultado está en los gráficos: menos producción, menos base, menos empresas.
La economía no está entrando en una crisis: lleva años dentro de ella. Y cada año perdido en discursos tranquilizadores es un año ganado por la decadencia.
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ENLACES RECOMENDADOS:
Presupuestos del Principado de Asturias para 2026 (Fuente: Gobierno regional)

Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED

