Una encuesta de GAD3 constata que una parte significativa de la Generación Z siente hoy más presencia de la espiritualidad que hace cinco años. Casi al mismo tiempo, Rosalía convierte símbolos místicos y lenguaje sacro en material cultural de masas. No es coincidencia: es síntoma. Algo se mueve por debajo del ruido.
(Estudio internacional sobre valores y espiritualidad realizado por GAD3 y la Pontificia Universidad de la Santa Cruz, que analiza las creencias y actitudes de jóvenes de entre 18 y 29 años en ocho países: Argetina, Brasil, Italia, Kenia, Mexico, Filipinas, España y Reino Unido).
No estamos ante una vuelta disciplinada al catecismo ni ante un revival parroquial. Estamos ante una reactivación del sentido que llega por vías inesperadas: estética, música, comunidad, silencio interior. Lo sagrado reaparece cuando el mundo se queda sin palabras para explicar por qué vivir.
I. La encuesta que incomoda
Los datos de GAD3 no hablan de procesiones abarrotadas ni de confesionales con cola. Hablan de búsqueda. De jóvenes que, tras el escepticismo adolescente, regresan a preguntas viejas con herramientas nuevas. Creen sin cumplir, rezan sin templo, se reconocen espirituales sin pedir carné. La institución ya no es el centro; el centro es la experiencia.
Ese matiz es decisivo. Porque desmonta dos caricaturas: la del secularismo triunfal (“la religión ha muerto”) y la del conservadurismo nostálgico (“volverán cuando maduren”). No. No vuelven. Reaparecen, que es distinto.

II. Rosalía no predica: señala
Que una artista global pueble su obra de velos, rituales y resonancias litúrgicas no dice nada sobre su fe personal; lo dice todo sobre su tiempo. La cultura pop funciona como sismógrafo: registra temblores antes de que la academia los nombre. Si el símbolo sacro vuelve a funcionar —si conmueve, vende, congrega— es porque había hambre de símbolo.
La modernidad prometió emancipación del mito; entregó orfandad simbólica. El individuo soberano quedó solo, saturado de estímulos y vacío de relato. En ese desierto, lo sagrado no entra por la puerta principal; se cuela por la ventana.

III. Tras el ataque, la reacción
Durante décadas, el cristianismo fue en Europa el punching ball cultural: tradición sospechosa, moral anticuada, poder culpable. A la vez, el avance del islam político-cultural se trató con un guante de seda: silencio prudente, excepciones culturales, doble rasero moral. No por respeto auténtico, sino por miedo a la acusación y cálculo identitario.
La reacción juvenil no es una cruzada. Es un rechazo al doble estándar. No pide privilegios; exige coherencia. Libertad religiosa para todos o para ninguno. Crítica permitida a todas las ideas o a ninguna. Esa exigencia, profundamente liberal, explica parte del reencuentro con lo cristiano: no como dogma, sino como lenguaje cultural propio frente a la hipocresía ambiente.
IV. Creer sin pedir permiso
Aquí está el corazón del fenómeno que GAD3 describe con acierto. La Gen Z ensaya un camino propio:
- Menos liturgia larga, más rito emocional.
- Menos jerarquía, más comunidad horizontal.
- Menos obediencia heredada, más autenticidad buscada.
Creer sin pertenecer del todo. O pertenecer sin tragarlo todo. Esta espiritualidad es frágil, sí; pero también honesta. Y por eso conecta.
Las parroquias clásicas y las nuevas comunidades no compiten en el mismo tablero. Son circuitos distintos. Confundirlos lleva a diagnósticos erróneos y a batallas culturales mal planteadas.

V. Política: la derecha que podría nacer
Si este humus cuaja, tendrá consecuencias políticas. Tres, al menos.
Primera: una derecha no clerical pero culturalmente firme. Estado neutral, sociedad libre. Defensa del patrimonio simbólico sin moralizar desde el BOE.
Segunda: cambio del eje de conflicto. Del creyente/ateo al coherente/doblemente moral. La izquierda cultural llega aquí fatigada por su propio catecismo.
Tercera: acumulación de capital social. Comunidad, pertenencia, ayuda mutua. La política siempre llega después de la sociología.
Advertencia: si la derecha intenta instrumentalizar esta reactivación como guerra cultural de sacristía, la perderá. La Gen Z detecta el oportunismo a kilómetros.
VI. Lo que GAD3 acierta —y lo que conviene no exagerar
El mérito del informe está en nombrar una transformación, no un retorno. En vincular espiritualidad con incertidumbre vital y cansancio emocional. En entender que la fe reaparece como búsqueda, no como disciplina.
El riesgo es obvio: sobreinterpretar señales. El fenómeno no es masivo ni homogéneo. Es incipiente, provisional, vulnerable a la moda. Pero ignorarlo sería peor: cuando el sentido regresa, aunque sea en susurros, conviene escuchar.
Epílogo
No asistimos a la revancha de lo antiguo. Asistimos a la insuficiencia de lo nuevo. Cuando la ideología no consuela, cuando el consumo no llena y cuando la política decepciona, lo sagrado vuelve. No como mandato. Como pregunta.
Y esa pregunta —silenciosa, obstinada— es la que muchos preferían no volver a oír.
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ENLACE A LA ENCUESTA DE GAD3:
La fe que vuelve. Un renacer espiritual en la Generación Z. GAD 3

Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED