La mitología grecolatina no envejece porque describe patrones eternos.
Saturno, temeroso de perder el poder, devoraba a sus hijos por evitar que alguno lo destronara. En la política española, Pedro Sánchez no muerde: consume en su propia hoguera.
Consume campañas, protagonismo y cuadros territoriales. El resultado es parecido: barones menguantes, candidatos carbonizados, oposición dividida y un partido que adelgaza por dentro.
La fijación de Sánchez con Vox —convertido en antagonista total— es el eje de su tragedia. A corto plazo, ese foco refuerza a los de Abascal y limita el crecimiento del PP. A medio, no evita lo inevitable: la alianza de las dos derechas, cada vez más coordinada y funcional, obstáculos puntuales aparte, terminará por desalojarlo del poder.
La paradoja es cruel: al señalar sin descanso a Vox, lo consolida; al intentar frenar al PP, lo prepara para gobernar acompañado.
La campaña como trituradora
El método es conocido. Nacionalizar las autonómicas, convertirlas en plebiscitos, exigir lealtad como prueba de fe. Funciona para blindar al líder; arrastra al partido. Extremadura fue el aviso. Y lo que viene no es mejor.
En su voracidad saturniana, Sánchez envía a la hoguera regional a figuras ya en estado de incipiente combustión: María Jesús Montero a Andalucía, con el humo de la SEPI todavía en el aire; Pilar Alegría a Aragón, cargada de ruido nacional y proximidades incómodas. No son diques; son mechas.
El tablero se reordena
Mientras tanto, al otro lado, el PP gana sin despegar. Feijóo capitaliza un derrumbe ajeno, no lo convierte en su propia y rotunda hegemonía, pero suma poder.
Vox crece, el PP gobierna con dependencias, y el sistema se reordena. Saturno no solo devora hijos: descompensa el tablero sin que él se beneficie de ello.
La ironía final es que Sánchez cree proteger su trono comiéndose la cantera. Y al hacerlo ensancha el espacio del adversario. La mitología lo advirtió: quien devora herederos se queda solo.
Un líder sin barones, sin recambios y sin amortiguadores territoriales gobierna el presente hipotecando su futuro.
España asiste así a una (esperanzadora) tragedia donde nadie dirige la escena . No hace falta un Goya que pinte grabados negros: basta contar los nombres que arden.
Saturno sigue comiendo. Y cada bocado le sabe a victoria… hasta que se le acaba la descendencia. Bienvenido sea su triunfo.
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Español e hispanófilo. Comprometido con el renacer de España y con la máxima del pensamiento para la acción y con la acción para repensar. Católico no creyente, seguidor del materialismo filosófico de Gustavo Bueno y de todas las aportaciones de economistas, politólogos y otros estudiosos de la realidad. Licenciado en Historia por la Universidad de Oviedo y en Ciencias Políticas por la UNED